Actos y mentiras que hieren: comer por $3

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Agustín UlivarriPor Agustín Ulivarri Rodi

Nuevamente, a causa de las elecciones es que surgen las situaciones más insólitas en torno a la política. Pues, tras ese gran ataque mediático que realizan los partidos políticos en su afán por obtener mayor cantidad de votos, se desatan de las más extrañas, capciosas e inusitadas situaciones.

En estos días la Presidente inauguró un salón comedor en la Casa Rosada para que puedan almorzar allí todos los administrativos, asesores, secretarios y demás personal que trabaja en el lugar. Lo discordante y disparatado es el precio por el cual se puede almorzar un plato principal con guarnición, postre y bebida, pues en este sentido sin duda los precios se han acomodado a la cifra del INDEC ya que el menú se encuentra a nada más que $3 (tres pesos).

La inflación es un tema clave que nos involucra a todos los argentinos, porque se ve reflejada en cualquier compra que realicemos, desde vestimenta, medicamentos, alimentos hasta automóviles, máquinas, pasajes, seguros, entre miles de productos y servicios a los cuales accedemos día a día. Sin embargo, parece que a la Casa Rosada no llegó la inflación y lo demuestra orgullosamente el menú que, dicho sea de paso, contiene uno de los productos que se han convertido en un lujo para la mesa de los argentinos: el pan.

Lo más lógico, en este sentido, sería que el almuerzo de los administrativos fuera subsidiado, sin embargo, no es así. Aparentemente, los encargados de la concesión se las ingenian para conseguir de lo más variado a menos de tres pesos el costo; algo totalmente incoherente y utópico con la crisis que vive el país, por más de que se la quiera ocultar o camuflar con cualquier mentira emanada desde el poder.

Sin duda este es un acto más de propagandismo que quiere llevar a cabo el Gobierno para poder sostener sus vacilantes mentiras límite que esgrime, por sobre todos los organismos gubernamentales, desde el INDEC. Pensarán desde luego que, inaugurando un comedor con un menú tan barato, el pueblo se conciliará con el instituto de estadística y con el mismo Gobierno a tan sólo una quincena de desarrollarse las elecciones primarias.

Lo incongruente de esto se refleja en dos situaciones sencillas. En primer lugar, los precios son totalmente irrisorios y dan a pensar que hay una total corrupción detrás del almuerzo de los administrativos de la Casa Rosada. Esto desencadena una segunda situación, la obviedad de que el menú está subsidiado. Esto último, no sólo es un inconexo entre lo que dice y hace el Gobierno, sino que se configura como una situación dolorosa para todos los argentinos. Pues, la Presidente subsidia su comedor para que almuercen empleados que relativamente pueden pagar más por su vianda, dejando a un comedor pobre en otro rincón de la Argentina sin el merecido subsidio que le corresponde. En este sentido no seré tan ingenuo de creer que se esmeran en los costos, sino me animo a afirmar que el almuerzo de la Casa Rosada está subvencionado.

Por esta razón, es que lo que hizo la Presidente es una falta total de respeto a la crisis alimentaria que vive la República Argentina. Mis fundamentos se sustentan en mi experiencia, pues a menos de cuatrocientos metros del lugar donde escribo esto, en Salta, los comedores gastan en comida por cada niño tan sólo $ 2,7. ¿Y saben qué? No tienen una gran subvención del Estado ni tampoco conocen el arte de buscar precios por debajo de los “normal”. Así, mientras los ejecutivos de la Casa Rosada comen por $3 un plato exquisito, sin saber nadie cómo lo hacen, en Salta los comedores, por casi el mismo precio, no logran comprar más que una pobre ración de arroz y sémola.

Por ello, esta vez no hay excusas, las mentiras y el actuar del Gobierno juegan con la sensibilidad de la crisis; porque si la Presidente tuviese un poco de respeto por sus ciudadanos, esos subsidios con lo que hace que les sean tan baratos sus almuerzos los podría destinar, sin lugar a duda, a otro recóndito y olvidado sitio donde los trabajadores no conocen la experiencia de trabajar en tan selecto, refinado y distinguido lugar como lo es la Casa Rosada, y los humildes beneficiarios de los comedores no han probado quizás jamás tales manjares como los que allí se sirven, ni mucho menos servido por un plantel de elegantes mayordomos.

Estos son el tipo de engaños que abren grandes heridas en la sociedad argentina, pues de qué le sirve a un buen gobernante y a sus asesores comer bien y barato si, a menos de 400 metros de Rivadavia 50, algún niño perdido espera ansioso y estremecido, por horas del mediodía, la copa de leche del día siguiente.

Fuente: Agustín Ulivarri Rodi