Estimados lectores: 

A partir del jueves 18-05-2017, el Veterano de Guerra de Malvinas Enrique Stel tendrá un espacio exclusivo en www.DAVIDREY.com.ar

Tras una exhaustiva entrevista que le realicé mediante intercambio epistolar, consideramos que lo mejor va a ser publicarla por partes.

Como sabemos, el Coronel (R) Enrique Stel es, también, un Preso Político Argentino. En su ilegal presidio, sin embargo, Stel se encuentra escribiendo un libro que se titula «El Ocaso de un Sueño», cuyos fragmentos principales – los que contestan a mis preguntas – me permitirá publicarlos semanalmente en www.DAVIDREY.com.ar

Es una oportunidad invalorable para conocer de cerca la Gesta de Malvinas (nada menos que en la voz de uno de sus máximos protagonistas) como así mismo de revivir uno de los momentos más heroicos de toda nuestra historia.

Me siento sumamente orgulloso de encarar una empresa de esta naturaleza.

Les comparto, por ahora, la carta que me ha escrito a mí el VGM Enrique Stel:

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Para David Rey:

En primer lugar, deseo agradecerte el apoyo periodístico que nos estás brindando a los Presos Políticos de la intolerancia y el odio kirchnerista.

Respecto al cuestionario, deseo expresarte que no te hice caso, las respuestas no son cortas, son las que entiendo que deben ser. Vos sabrás administrarlas. Te pido que hagas referencia a que son fragmentos de un libro inédito que se titula “El Ocaso de un Sueño”, obviamente de mi autoría con el apoyo de mi esposa Carina.

De todos modos, el periodista sos vos y la publicación es tuya. Hacé lo que consideres pertinente. A mí no me molesta para nada que achiques los contenidos. Simplemente considero que es saludable al razonamiento serio y acabado, que las personas salgan de la ligereza de pensamiento para profundizar lo ocurrido, dejando de lado las construcciones intelectuales corrientes con que nos manejamos en la vida y de este modo pasar a un plano científico y más elaborado.

Te mando un fuerte abrazo malvinero.

Coronel VGM (R) Enrique Stel.

P.D.: Nuevamente muchas gracias por lo que hacés por todos nosotros.


DIARIO DE MALVINAS: «ASÍ EMPEZÓ LA GUERRA PARA MÍ»

Escribe: Enrique Stell
Coronel VGM (R) y Preso Político Argentino.

El día 2 de abril de 1982 me sorprendió muy dolorido, con fiebre y la cara hinchada. Padecía una otitis en el oído medio que no me permitía concurrir a mi lugar de trabajo. Estaba en la cama, en mi departamento ubicado en la Avenida Cabildo, cuando me trajeron un ejemplar del diario Clarín donde en primera tapa aparecía la noticia de que era inminente la recuperación de las Islas Malvinas. A medida que leía la noticia, no podía salir de mi asombro.

Hablé con algunos familiares mientras mis sentimientos se enfrentaban a mis pensamientos. Me preguntaba cómo podía ser que estuviéramos pisando las Islas Malvinas y nos enteráramos sorpresivamente por los diarios siendo que toda la familia era militar – más aún, mi padre, General de Sanidad Médico en actividad.

Debo reconocer que estaba contento. Al fin de cuentas, lo que nos habían dicho hasta el cansancio, que eran nuestras, se transformó en realidad.

En aquellos días todo era algarabía, felicidad por todos lados. El pueblo argentino, con esa  “Conducta Pendular Intachable”, concurría a la Plaza de Mayo a vivar a Fortunato Galtieri, Teniente General y Presidente del Proceso de Reorganización Nacional, la misma persona que dos meses y medio después insultarían sin descanso ni restricción alguna.  

«En aquellos días todo era algarabía, felicidad por todos lados. El pueblo argentino, con esa  “Conducta Pendular Intachable”, concurría a la Plaza de Mayo a vivar a Fortunato Galtieri…».

Luego de finalizar mis obligaciones castrenses del 21 de mayo – con los cadetes en el Teatro Colón – y ya en mi vivienda, me dispuse a cenar, cuando sorpresivamente escuché el timbre. Al abrir la puerta un agente de la Policía Federal me entregó un radiograma. En éste, el Estado Mayor General del Ejército me ordenaba presentarme el día miércoles 26 de mayo en el Colegio Militar de la Nación para preparar mi equipo de campaña porque concurriría a pelear en la Guerra de Malvinas. Era tarde, más de las 23 horas y no tenía más datos que lo escrito en ese telegrama. Al día siguiente, sábado 22 de mayo, me llamaron por teléfono para informarme que se adelantaría la partida y que el lunes 24 de mayo me tenía que presentar en la Escuela de Infantería, en Campo de Mayo, con el equipo individual listo para partir.

Tomé conocimiento de que el Mayor Aldo Rico se desempeñaba como Jefe de División Enseñanza en la Escuela de Infantería y que como los institutos no eran operacionales, es decir que no combatían, a él lo habían movilizado como 2do. Jefe del Regimiento de Infantería Motorizado 222, que tenía su asiento de paz dentro del Regimiento de Infantería de Montaña 22, en Marquesado, Provincia de San Juan.

En un viaje a Buenos Aires en avión, facilitado por la gobernación de esa provincia para un franco largo, viajaron varios oficiales, entre ellos Rico, pero éste no regresó y a los pocos días fue publicada la noticia de la creación de la Compañía de Comandos 602 (Ca Cdos 602), con el My Rico como jefe.

Rico había propuesto al Estado Mayor General del Ejército la creación de la Compañía de Comandos 602 con el personal que había seleccionado: eran los mismos oficiales y suboficiales que fueron sus “Instructores de Comandos” en los cursos de comando desarrollados durante los años 1980 y 1981. Respecto de los materiales y equipos, se acordaron con las autoridades cursos de acción para conseguirlos.

Mis emociones en ese momento eran estables, aunque reconozco que me invadía cierto escepticismo. No sentía ni alegría ni tristeza, no estaba contento ni deprimido. Simplemente había una misión que cumplir y punto. Tal vez el instinto de conservación, o el grado de madurez a mis 26 años, no me permitían medir el riesgo al que me iba a enfrentar, pero el subconsciente interior había generado un mecanismo de defensa.

En realidad, hoy pienso que es difícil evaluar situaciones extremas si no se ha tenido la experiencia de vivirlas o estudiarlas con particular detalle. Si bien considero que no es necesario haber tenido un infarto para ser cardiólogo, evaluar los sentimientos del infartado son propios de quien lo vive y de la forma en que se ha preparado para vivirlo, si es que lo ha hecho. Este ejemplo, llevado a la guerra, adquiere una dimensión pocas veces abordado no solo por la sociedad en general sino también por el mundo uniformado.

«Mientras mi madre ponía la mesa para el almuerzo, con mi padre afilábamos mi cuchillo de paracaidista, porque había decidido llevármelo a la guerra y usarlo si fuese necesario».

Si bien nos preparamos técnicamente para la guerra y desarrollamos cierto misticismo mesiánico, donde lo único que importaba era el cumplimiento de la misión aún a costa de la vida, la idea de la muerte fue muchas veces abordada por los sacerdotes que nos asistieron durante los entrenamientos. Al finalizar cada etapa de la capacitación, había una jornada de reflexión donde el sacerdote, muchas veces el Padre Benzi, nos guiaba por el camino de la trascendencia de lo que significa dar la vida por los otros como había hecho Jesucristo. Esta situación era un refresco renovador de energías en las exigentes ejercitaciones de las que participábamos, teniendo como lema “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Ante la partida inminente y consciente de que los tiempos se acortaban, el día sábado 22 de mayo me fui al Colegio Militar en auto a preparar mi equipo de campaña porque sabía que tenía muy poco tiempo a mi disposición. Había que organizar y equipar la futura Compañía de Comandos, y aunque a esa fecha nadie me lo había dicho era obvio que sería responsable de las comunicaciones entre los integrantes de la subunidad, de la compañía con el escalón superior y también con las aeronaves en vuelo.

El domingo 23 de mayo, con mi esposa e hijos, fuimos a la casa de mis padres en Hurlingham para compartir un asado. Era un día soleado, sin viento y muy agradable de temperatura. Mientras mi madre ponía la mesa para el almuerzo, con mi padre afilábamos mi cuchillo de paracaidista, porque había decidido llevármelo a la guerra y usarlo si fuese necesario. Era un cuchillo pocas veces visto, con incrustaciones de bronce, pertinax transparente, hoja brillosa y una dedicatoria grabada de Clorinda Alemanzor dirigida a mi padre como agradecimiento por el éxito de una intervención quirúrgica.

Reunidos en familia, intentábamos comprender la situación de la manera menos dolorosa posible, porque en este caso, era un integrante de la familia el que se iba a la guerra y constituía una situación emocionalmente muy fuerte, difícil de asimilar. Todos nos dábamos cuenta de los riesgos personales que sobrevendrían en pocos días, pero conscientes que era la obligación de todo soldado (1) acudir al llamado de la Patria.

Es oportuno recordar que nuestra Constitución Nacional establece en su Artículo 21 que «Todo ciudadano argentino está obligado a armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución, conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Ejecutivo Nacional”.

«Lo más importante es sin dudas el espíritu de combate y los comandos de la 602 lo teníamos, lo habíamos forjado en los dos años anteriores al ‘82 caminando en los pantanos mazaruquenses con el agua hasta la cintura, durmiendo en los totorales o cocinando una víbora para comer ante la escasez de alimentos en los ejercicios de supervivencia».

El lunes 24 de mayo, los integrantes de la flamante compañía, fuimos llegando desde distintos puntos del país a la Escuela de Infantería, cada uno por sus propios medios. Todos nos conocíamos, lo cual no es un hecho menor. En cualquier unidad militar hay cinco aspectos que son los que le dan forma al resultado final, el éxito o el fracaso: las armas, equipos, materiales, la instrucción y especialmente el “espíritu de combate”.

De todas las características mencionadas, la más importante es sin dudas el espíritu de combate y los comandos de la 602 lo teníamos, lo habíamos forjado en los dos años anteriores al ‘82 caminando en los pantanos mazaruquenses con el agua hasta la cintura, durmiendo en los totorales o cocinando una víbora para comer ante la escasez de alimentos en los ejercicios de supervivencia. Polibio expresó en el Siglo II A. C. que “De todas las fuerzas que definen una batalla, el espíritu del soldado es la decisiva”. Ésta es una verdad que perdura a través de los siglos.

Rico me dio la bienvenida, me dijo que mi puesto de combate era el de Oficial de Comunicaciones. Me pidió que le dijera qué iba a necesitar para ver cómo conseguir los elementos, aclarándome que las iniciativas que yo decidiera tomar con ese fin, las aprobaba de antemano.

Ser Oficial de Comunicaciones implica una responsabilidad de mucha importancia, porque la ejecución exitosa de una operación militar depende en gran parte de las comunicaciones. En este sentido, deseo recordar dos frases más que significativas sobre la trascendencia del acto de comunicar. La primera corresponde al General José Francisco de San Martín, quien dijo: “Pues nada hay más importante en los tiempos de guerra que la celeridad en las comunicaciones”; y la otra corresponde a un eslogan del Ejército Alemán, el cual expresa que “un golpe de pluma puede transformar un oficial en General, pero solo las comunicaciones hacen de un General un Comandante”.

Hay mucho para contar, pero solo diré que, al día siguiente, 25 de mayo, participamos de una sencilla ceremonia en la Plaza de Armas de la Escuela de Infantería. Nuestra concurrencia a formación fue muy importante porque éramos una unidad que se había creado para concurrir a la guerra que estaba en curso. Luego de la parada militar, seguimos preparando nuestros equipos y materiales porque al día siguiente debíamos volar a la ciudad de Comodoro Rivadavia.

El 26 de mayo aproximadamente a las 06:00 horas, me hice presente en el domicilio particular del Teniente Rubén Eduardo Márquez. Habíamos coordinado que lo pasaría a buscar. Nos fuimos juntos a la Escuela de Infantería y por la tarde viajamos a Comodoro Rivadavia en avión desde la Base Aérea El Palomar. De allí a Malvinas. Lamentablemente, Márquez moriría a los 5 días en las primeras horas del 30 de mayo (2). 


Este artículo continúa con: 

Diario de Malvinas: “Mi primer viaje a las islas”


(1) Soldado, etimológicamente hablando, significa “hombre de armas”.
(2) El texto se corresponde con fragmentos del libro «El Ocaso de un Sueño» (en ejecución), de Enrique Stel. 


Enrique Stel: ayer prisionero de los ingleses… hoy de los argentinos

¿Por qué está preso el Veterano Enrique Stel? ¿Justicia…. o ensañamiento?