Las «víctimas» del 24 de Marzo

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LA REAL ACADEMIA Española sigue manteniéndose “recalcitrante” al respecto de una cosa en particular, nos guste o no: un día feriado es – ninguna otra cosa más que – un día “festivo”. Y punto. No hace falta ser un campeón de la lengua para entender que de lo mismo se deduce que un feriado tiene por motivo festejar, ni más ni menos, algún hecho histórico de gran relevancia para la historia de un país.
Lo que va en contra de toda norma del castellano y, asimismo, del sentido común, es que se erija como feriado (repito, “día festivo”) una jornada cuyo saldo histórico sea, supuestamente (según los mismos impulsores), para lamentar, repudiar, marchar, atacar, denostar… El claro ejemplo de esto lo resume el “feriado” del 24 de Marzo, ya que más razonable sería que sea la ultraderecha la que festeje y no justamente los sectores progresistas de Argentina.
Restarán importancia, seguramente, al uso indebido del feriado. Pero yo no creo, dada las circunstancias, de que se trate de algo tan excusable como pretendan. Un feriado es una fecha patria o bien estrictamente de festejo en que toda o la mayor parte de la población tenga especial competencia al respecto. Todos somos, por ejemplo, deudores del país que nos legó el esfuerzo heroico del General San Martín; asimismo, la mayor parte de los argentinos comulga el catolicismo, por lo que es lógico y entendible que Navidad sea festivo y no se trabaje. No ocurriría lo mismo (no debiera ocurrir, por supuesto) con que se instituya feriado, por ejemplo, la muerte del General Galtieri o alguna celebración judía o evangelista, ya que se trataría de eventos estrictamente especiales para un sector reducido o minoritario de la población. En definitiva, si por cada cosa hiciéramos un feriado el único día laboral del año sería el dos de otoño.

     Pero lo más triste de esta historia es el enfermizo nivel de capciosidad que encierra en sí el feriado del 24 de Marzo, más allá del absurdo que por sí solo representa. ¿Qué se propone? Según sus falsarios impulsores, este día “festivo” se propone homenajear a las “víctimas” de la última Dictadura Militar, como así mismo auspiciar jornadas de “concientización” y alentar el “debate” entre los argentinos. Puras bastardeadas, en fin.
     Homenajear a las víctimas de la dictadura. Bien. ¿A cuáles? ¿A las 30 mil? De hecho, está sobradamente comprobado – por todas las investigaciones hechas al respecto – que se trata de un número falso, voluptuoso, político. Luego de una exhaustiva entrevista al escritor e investigador cordobés Agustín Laje Arrigoni, autor del libro “Mitos setentistas”, una cosa me quedó más que clara: “lo que pretende el setentismo es demonizar a las FF.AA. y exculpar a los terroristas”. Mientras que en todo el mundo civilizado el terrorismo es condenado de forma inopinable, en Argentina… (¡increíblemente!) es homenajeado.

     El mito de los 30 mil desaparecidos tiene un objetivo bien subrepticio. Al plasmar la idea de que existieron 30 mil desaparecidos, indirectamente está afirmando que, más allá de los 8 mil (en promedio) que datan las distintas investigaciones, hay un margen eminente de 22 mil muertes (falsas) totalmente inocentes de culpa en lo que respecta a los dramáticos días de los 70. Inocentes de culpa, pues, porque sencillamente no existieron, más allá del margen de víctimas inocentes que sí se puede adscribir dentro del saldo que arrojan los diversos estudios al respecto. Se pretende, pues, implantar la idea de que los militares salieron a cazar inocentes y no a combatir a terroristas.
¿Qué es lo que se hace con un terrorista en un país serio? Simple: se lo juzga y se lo condena. ¿Qué es, por el contrario, lo que está sucediendo en Argentina? Los mismos terroristas usan la sangre de los inocentes (de verdad) para generar una cortina de humo que impida el franco discernimiento de culpas y castigos y de este modo evitar el regreso a las cárceles de las que, por gracia de gobiernos infaustos, fueron sacados en su momento en calidad de “indultados”. El setentismo cela ciegamente porque sus crímenes NO sean considerados de lesa humanidad, como lo son en todo el mundo, porque de ese modo ganarían el carácter de “imprescriptibles”, y sus autores y cómplices volverían mansitos a la prisión de la que nunca tendrían que haber salido. De ahí que las 18 mil víctimas directas del terrorismo en Argentina, que trabajosamente compiló el CELTYV, no sea tema de debate ni nada por el estilo. Para ellos no hay feriado.
     ¿No es, acaso, un insulto para la memoria de las verdaderas víctimas de la dictadura, como de los 70 en general, que se los USE para que los terroristas – en base al engaño y el mito – anden sueltos por la calle, reciban indemnizaciones, ocupen cargos gubernamentales, den charlas sobre derechos humanos, escriban y hablen como los paladines de la democracia que desde siempre despreciaron? Por eso que haya titulado “víctimas” entre comillas, porque en vez de homenajearlas las están bastardeando, ignominiosamente.
     Pero más allá de toda esta sucia jugarreta, que como decimos tiende a exculpar a los peores enemigos que esta patria ha tenido, lo que duele en el fondo del sentir argentino es la vaga y promiscua adherencia de los distintos sectores como de la gente en general, abyectos y acomodaticios por un lado y – en gran medida – olvidadizos por el otro. Una amiga me decía, con envidiable razón, que el problema de este país es que muchos padecen el “mal de Alzheimer” al respecto de los 70.
Ninguna nación decente se ha construido en base al mito y la mentira. Todo progreso, del campo que sea, se ha debido sola y exclusivamente a nociones pragmáticas, a una lectura sincera del pasado y por lo tanto un resarcimiento exento de las vicisitudes del mismo. Los países serios lo son porque aprendieron de sí mismo, de los propios errores. Debemos interpretar el “feriado” del 24 de Marzo como un insulto tácito a todos los que habitamos el suelo argentino, porque nos ‘vende’ una versión distorsionada y enferma de la historia que sólo auspicia la preeminencia del odio, el resentimiento y, naturalmente, la injusticia.
Como argentinos bien nacidos, los invito a que sigamos tolerando y así mismo a que no aflojemos en el afán exhaustivo de recordar, con respaldo técnico (cosa que sobra), aquellos días infaustos que aún hoy deben servirnos de escuela, por más que los imbéciles de siempre – por no ir presos, nomás – se proponen revivir a toda costa.