Silvia Ibarzábal: «El asesino de mi papá figura en el Parque de la Memoria»

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Escribe: David Rey

Silvia Ibarzábal es una mujer que tuvo que aprender… a volver a reír. Pero eso no es algo que se aprende de un día para el otro, claro está.

Tenía dieciocho años recién cumplidos cuando su hogar – se encontraba entre hermanos y amigos – se convirtió de golpe en el epicentro de un sangriento combate entre más de doscientos terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y… su familia. De hecho, en la medianoche del 19 de enero de 1974, la compañía «Héroes de Trelew» – comandados por Mario Santucho – atacó el Grupo de Artillería Blindado 1, en la ciudad de Azul, con el objetivo de robar armamentos.


Escuchar entrevista a Silvia Ibarzábal:


Quizás, tras la polvareda de un sueño dañino, Silvia recuerda a su papá – que en esos momentos se hallaba de sobremesa en lo del vecino – entrando frenéticamente a la casa y pidiéndole a todo el mundo que se tire al piso. Quizás. Quizás… porque el corazón de Silvia eligió, sencillamente, borrar ciertas cosas. Silvia recuerda, eso sí, que en un principio pensaron – ellas y sus amigos – que podría tratarse de fuegos artificiales…

Y sí… eso que irrumpió en la noche más eterna de su vida eran, efectivamente, fuegos artificiales. Pero no de aquellos que usa la gente para plasmar en el cielo los colores de la felicidad. Los fuegos de esta historia son los que irrumpieron para llevarse su adolescencia, su papá… y su risa.

Jorge Roberto Ibarzábal, su papá, consideró la inferioridad de fuerzas respecto del ataque erpiano. El cambio de guardia ciertamente llenaba de posibilidades de victoria al eventual enemigo. Ya lo habían matado – de un tiro en la cabeza – al coronel Camilo Arturo Gay y, como condición para evitar un derramamiento mayor de sangre, los terroristas exigieron llevarse al papá de Silvia. Al Jefe del Grupo de Artillería, aunque vestido de civil, no le quedó otra opción que obrar como el sobrado que era: es que era él o su familia.

Tras trescientos días de cautiverio en las «cárceles del pueblo», el Coronel Ibarzábal se fue victorioso al cielo de la eternidad: su familia quedó intacta. En un control caminero, de pura casualidad, resulta que la Policía dio con un vehículo que lo transportaba a él dentro de una cajuela metálica y atado de pies y manos. Lo estaban cambiando de lugar.

Silvia Ibarzábal fue la primer persona entrevistada por el nuevo ciclo radial «Periodismo> para periodistas… ON THE RADIO».

Sergio Dicovsky, al verse neutralizado por el poderío policial, quiso dejar su «granito de arena» en la «gran obra revolucionaria». Destapó la caja que contenía a Ibarzábal y le disparó tres tiros en el pecho. ¿Lo querían…? ¡Acá lo tienen! Hoy, este asesino desalmado, figura como un «mártir» en el Parque de la Memoria, en Buenos Aires.

Aprender a hablar, a sumar y a restar… es fácil. Se aprende con los años. Es fácil aprender aquello que uno no sabe hacer. Pero aprender a hacer eso que uno desaprendió… no es tan sencillo. Es algo que se aprende con la vida, y que suele llevar – precisamente – una vida.

Silvia Ibarzábal hoy tiene una risa de colores. En su risa – amena, cauta, cómplice – están los colores del arcoiris. Es que el sol, misterioso, ha logrado inocularse en el llanto de su alma de entonces y descomponerse en aquellos matices que resumen toda nuestra vida. Silvia es, hoy, la encargada indiscutible de que en Argentina haya víctimas del terrorismo que aprendan, otra vez, a reír. Ella lo sabe. Ella, que borró ciertas cosas… Ella, que se quedó sin juventud una noche del 74. Ella… que no se dio por vencida porque asumió el deber de ser la voz de otros que, como ella, tuvieron que empezar de nuevo.

DAVID REY: Hay mucha gente a la que, en materia de historia reciente, les pueden pasar desapercibidas muchas cosas. Entonces, tenemos que informarlos. Silvia es una víctima directa del terrorismo. Su papá, el Coronel Jorge Roberto Ibarzábal, en el año 1974, en plena democracia, fue secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo. Silvia, ¿nos podrías ilustrar quién era tu papá y qué hacía?

SILVIA IBARZÁBAL.: Mi papá en ese momento era el jefe de una de las unidades más poderosas en armamento de la Argentina, su grado era Teniente Coronel en el momento en que fue atacada la unidad.

D. R.: ¿Qué día era? ¿Qué estaba haciendo tu papá?

S. I.: Era sábado a la noche, en el mes de enero, por lo que había mucha gente de licencia. Es un mes de pases, por lo cual había gente que se estaba haciendo cargo y otros que se habían ido. Mi papá cenaba en la casa de unos amigos que vivían al lado. Las casas de los militares estaban ubicadas enfrente de los cuarteles. Yo estaba en mi casa con mis hermanos y tres amigos y él comía en un departamento de al lado.

A eso de las doce menos cuarto de la noche se escucharon unas detonaciones. Pensamos que era una fábrica de pirotecnia que estaba cerca. Mis amigos (uno de ellos era militar) reconocieron que no era pirotecnia, así que inmediatamente cruzaron al cuartel a defender la unidad. Lo mismo hizo mi papá: cruzó corriendo a mi casa, bajó las persianas, nos pidió que nos tiremos al piso y fue a su habitación. Yo tenía en ese entonces un hermano de diez años que dormía en la cama de mis padres, así que mi padre fue, lo bajó de la cama, lo puso en el piso y bajó la persiana de su dormitorio. Fue a cruzar hacia la unidad mientras mi mamá, con desesperación, le pedía que no lo haga. Levantó el teléfono para pedir protección pero ya las líneas estaban cortadas. Así que cruzó para encontrarse con el jefe del Regimiento de Caballería, Camilo Gay, cuya casa quedaba atrás. Él estaba con su mujer, sus dos hijos y un amigo de sus hijos. Mi padre fue a ponerse de acuerdo con él en la defensa. Se tirotearon con los guerrilleros y a Camilo Gay lo mataron. Entonces le pidieron a mi papá que convenza a la familia de que se entregue porque si no iban a hacer volar la casa en donde estaban y los iban a matar a todos.

D. R.: Tu papá, para evitar un mal mayor, se entregó.

S. I.: A él lo detienen. Mi papá convenció a la familia de que iba a entregarse para evitar un mal mayor. A él lo esposaron y se lo llevaron.

Más o menos, 230 personas atacaron la unidad. Estaban todos uniformados.

D. R.: Un ejército.

S. I.: Claro, porque no nos olvidemos, ante la discusión que anda dando vuelta actualmente, de que fue una guerra. Para ingresar al cuartel mataron a un soldado, Daniel González, y le dieron cinco balazos al jefe de guardia, el oficial Carulo. Quiero contarte algo sobre las armas que ellos traían: ellos venían armados con fusiles FAL, FAP y ametralladoras Madsen. Menciono el tipo de armamento porque sé que tendrás mucho público militar.

El Coronel Ibarzábal junto a su familia.

D. R.: Estaban armados como un ejército profesional, definitivamente.

S. I.: Es que eran un ejército, Ejército Revolucionario del Pueblo. ¡Así se llamaban! Ametralladoras MAG, lanzacohetes, granadas para ser lanzadas con fusiles, granadas de mano, pistolas calibre 9 mm y 11,25 mm, pistolas y escopetas. Se calcula que eran 230 personas; algunas quedaron afuera para apoyo. Ingresaron con camiones pintados de verde militar, y en ellos se llevaban sus muertos.

D. R.: ¿Cuántas bajas tuvieron?

S. I.: No tenemos idea, porque ellos se llevaron los muertos.

D. R.: Y seguramente muchos de esos muertos hoy deben figurar como desaparecidos.

S. I.: Sí, seguramente, figuran en el Parque de la Memoria, hay unos cuántos.

D. R.: Claro, caídos de ellos, del ERP, lógicamente.

S. I.: Son caídos de ellos y han sido condecorados por ellos mismos. En sus partes de guerra figura así. Uno lo puede encontrar en las revistas Evita Montonera o la del ERP, Estrella Roja, por ejemplo, donde relatan todos estos hechos.

D. R.: Toda esta información no es nueva, es decir, está disponible. Ojalá nosotros despertemos en el público el interés por informarse en este sentido.

S. I.: Es una buena invitación a informarse porque ahora todo esto existe por las redes sociales, o se tiene acceso googleando.

D. R.: Sí, por las redes sociales da vuelta todo esto. Falta que ingrese en los medios, en donde no se habla de esto, curiosamente. Para ubicarnos en el contexto, que fue muy determinante para nuestro país, me gustaría saber cuáles eran las simpatías políticas de tu papá. ¿Era peronista? 

Soldado y -súper- papá a la vez. El Coronel Ibarzábal se entregó a los terroristas del ERP para que estos no ocasionen una masacre.

S. I.: Era antiperonista. De todos modos, era una época de convulsión política muy importante. No nos olvidemos de que en el año 73 había asumido Cámpora, que el 25 de mayo había amnistiado y abierto las cárceles, de donde no solamente salieron los delincuentes comunes sino que salieron terroristas que estaban detenidos de forma legal.

D. R.: Claro. Muchos le recriminan luego al Proceso militar, con algo de razón, no haber combatido a la subversión amparados en la ley, si bien el mismo Galimberti dijo que los mismos militares no hubieran ganado la guerra con el Código bajo el brazo. Es que la misma democracia de Cámpora fue la que anuló el sistema jurisprudencial para juzgar con la ley a los terroristas. Cámpora, para liberar a los delincuentes terroristas, abolió la Cámara Federal en lo Penal.

S. I.: Y salieron a matar a los jueces.

D. R.: Esto ocurrió en plena democracia. ¿Qué fue lo último que hiciste junto a tu papá?

S. I.: Esa pregunta no me la hicieron nunca, pero te voy a contar que, en realidad, mi vida tiene un antes y un después y me he quedado con la parte traumática del ataque a la unidad. Si me preguntás qué pasó una semana o un mes antes, me cuesta recordar.

D. R.: ¿Sentís que has bloqueado algunas cosas?

S. I.: Sí, por supuesto. He tenido que trabajar mucho para recuperar los recuerdos, pero es que el ataque fue tan traumático que quedaron muchas cosas grabadas en la memoria, en el oído: los helicópteros que bajaban a buscar los heridos, los tanques…

D. R.: Qué barbaridad, en plena democracia. ¿Cuántos años tenías vos cuando ocurrió esto?

S. I.: Había cumplido dieciocho el día anterior.

D. R.: Cómo me gustaría que todos los chicos de dieciocho años que hoy festejan el día del estudiante y de la primavera, hoy se pongan un poco en el corazón de una joven de dieciocho años a la que le secuestran el papá.

S. I.: No sé si realmente les importa, porque hemos tenido doce años de kirchnerismo donde nos ocultaron con toda premeditación, donde el tema se bastardeó tanto y se usó en beneficio propio y se habló tanto de los derechos humanos sesgados que yo creo que eso a los más jóvenes los ha cansado, les trajo hartazgo. No sé si al resto les importa.

D. R.: ¿Cuánto tiempo estuvo secuestrado tu papá?

S. I.: Diez meses exactos, trescientos días.

Eduardo Anguita, exterrorista del ERP, dijo públicamente no estar arrepentido por el dolor que ocasionó a sus víctimas.

D. R.: ¿Hubo alguna manera, en el transcurso increíble de esos diez meses de secuestro, de que la familia pudiera comunicarse de alguna forma con tu papá?

S. I.: Sí, claro. Nosotros recibimos unas cuantas cartas de él. Le permitían escribir para decir que estaba bien y para pedir canje por guerrilleros que estaban detenidos de manera legal como, por ejemplo, Hernán Invernizzi, que fue el soldado entregador del Comando de Sanidad y ahora trabaja en la Defensoría del Pueblo.

D. R.: ¿Justamente una persona que atacó, con comisión de terrorismo, a este pueblo… ahora trabaja como Defensor del Pueblo? Esto es una infamia total y absoluta.

S. I.: Este es un país muy curioso. Esos eran los contactos, y él nos pedía que, a través de solicitadas que tendríamos que publicar en los diarios, le hiciésemos saber cómo estábamos, así que en las solicitadas le poníamos que estábamos bien. Esa era la forma que teníamos de saber algo de él. Después hubo otros contactos personales con amigos de él en forma directa con los terroristas, a fin de conseguir el canje, que nunca se hizo efectivo.

D. R.: Terroristas de pies a cabeza. ¡Querían un canje! ¿Por quién querían canjearlo?

S. I.: Uno era Invernizzi. Creo que en sus cartas hace referencia también a los atacantes del Comando de Sanidad, pero yo no me animo a dar los nombres. Sé que hay uno que es de público conocimiento.

D. R.: O sea que hay cosas de las que vos todavía no te animás a hablar. Tenés miedo.

S. I.: Bueno, hay alguna gente a la que sí le tengo miedo; por ejemplo: Verbitsky.

D. R.: ¿Por qué le tenés miedo a Verbitsky?

S. I.: Por los antecedentes que tiene, porque es impune, porque maneja un diario, porque dicen que ha sido doble agente… Sí, yo le tengo miedo.

D. R.: No es para menos. ¿Qué sentís por Anguita, con quien hasta hace poco compartiste un programa de televisión? Aclaremos que Anguita es un exterrorista.

S. I.: Sí, uno de los atacantes al Comando de Sanidad. Yo quiero que sepas que nunca sentí odio. Es una suerte que he tenido, pero la verdad es que no siento nada por él. Yo lo escuché decirme que no se arrepiente por el dolor causado. Creo que son sincericidios, que no registra exactamente lo que dice. Sin embargo, se queja porque en la calle le gritan “asesino”. Entonces yo no siento nada más que pena. Siento una gran decepción por nuestros funcionarios, por nuestra clase política que le dan un lugar de relevancia en nuestro país, dirigiendo medios.

D. R.: Impresionante. Por supuesto, yo no le voy a negar la posibilidad de cambiar a las personas. Una persona mala puede pasar a ser buena de un día para el otro. Ahora, parece que Argentina es Disney World: todos los que antes causaban actos de terrorismo, tragedia tras tragedia, hoy son todos funcionarios, escritores, pensadores… Este país es la tierra prometida.

S. I.: Bueno, pero antes tuvieron medios de comunicación, también. Han dirigido medios de comunicación, han tenido programas… Por ejemplo, hablando de Anguita: programas de televisión propios. Yo también creo que una mala persona, con el correr de los años, puede evolucionar; de hecho conozco a algunas que lo han hecho. Quiero mencionar el caso de Luis Labraña, a quien le reconozco una gran valentía: que como excombatiente montonero diga que él fue el autor del número de los 30 mil desaparecidos.

D. R.: Claro, eso hay que reconocerlo y agradecerlo. Ahora, para ir redondeando, a tu papá finalmente lo encontraron. ¿Cómo fue ese episodio?

S. I.: En un control de ruta. En realidad pedían documentos, fue una cuestión casual.

D. R.: Ni los estaban buscando.

S. I.: No en ese lugar, en provincia de Buenos Aires. Esto fue en San Francisco Solano. Estaban pidiendo documentos. Mi papá iba en una Rastrojero, adentro de un armario metálico, amordazado y esposado. Se asustaron, trataron de salir de la fila de autos que estaba esperando para presentar la documentación, se produjo un tiroteo con un policía que andaba ahí, y el que manejaba, antes de entregarse, abrió la Rastrojero, abrió el armario metálico y lo mató de tres tiros.

D. R.: Es impresionante. Esto nos ilustra el grado de maldad, de cinismo y de perversión de los que hoy son tenidos como «jóvenes idealistas»: una vez que se vieron ya doblegados por las fuerzas policiales, en vez de rendirse y entregar a tu papá, lo matan de tres tiros. ¿Qué más necesitamos los argentinos para saber quiénes eran estas personas? Y cuántos casos como el de tu papá han ocurrido en este país…

S. I.: Cantidad de casos. Quiero decir el nombre del que lo mató: Sergio Dicovsky. Lo van a encontrar homenajeado en el Parque de la Memoria. Cantidad de víctimas. Aún no hay un número fijo porque se siguen encontrando.

El asesino del Coronel Ibarzábal, Sergio Dicovsky, es reivindicado en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado (captura de la página web de la base de datos del parque homónimo).

D. R.: Y es que hay mucha gente que, como vos también, tiene miedo, y vos sos de las pocas que se animan.

S. I.: Lo sé porque trabajo con parientes de víctimas y no todos se animan a dar la cara, muchos por miedo a que los echen de sus trabajos. Nosotros estuvimos censurados durante los doce años del kirchnerismo. Los medios tenían miedo de darnos aire para no tener problemas con el gobierno, justamente. Y así como pasó con los medios de comunicación, paso con parientes de víctimas que trabajaban en el Poder Judicial o en algún ministerio: tenían miedo de que los echen.

D. R.: Hay que dejar en claro que vos, como víctima del terrorismo y como tantos miles, todavía no has sido reconocida por el Estado como tal.

S. I.: No.

D. R.: Esperemos que la ciudadanía argentina y, en este caso particular, la rosarina, haga lo propio para ubicarte en el lugar que merecés, Silvia, porque vos sos una heroína en todo esto.

S. I.: No, yo solamente busco que las víctimas ocupen el lugar que les corresponde en la historia.


La entrevista salió al aire – Jueves 21 de septiembre de 2017 – en el programa radial «Periodismo> para periodistas… ON THE RADIO» de Radio FM «Gran Rosario» 88.9. Se puede escuchar el programa completo a continuación: