25 de Febrero, aniversario del nacimiento del General San Martín

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Escribe: Tcnl. José T L Bettolli VGM VGCR PP (*)

En siglo XVIII llamado “el siglo de las luces” por el desarrollo de las ideas de la Ilustración, trajo también profundos cambios en los planos político, económico, social y militar que repercutieron en las colonias que poseían las potencias centrales europeas en ultramar. En 1776 se había creado – entre otros – el Virreinato del Río de la Plata.  Anteriormente, en 1626, los jesuitas habían fundado un pueblo en la ribera occidental del río Uruguay, al que llamaron  “Nuestra Señora de los Tres Reyes Magos de Yapeyú” (hoy Provincia de Corrientes), que pasó a ser uno de los más grandes establecimientos de las Misiones Guaraníticas que abarcaba territorios de lo que hoy son Argentina, Uruguay y Brasil. Constituía una próspera comunidad socio económica. Su crecimiento económico hizo despertar la codicia de aventureros y vándalos como los “bandeirantes” provenientes de los dominios portugueses (hoy Brasil) para robarse la producción y tomar a los indios para ser usados como esclavos en las “fazendas”, o vendidos como tales al otro lado del río Uruguay. Esto obligó a los jesuitas a organizar las defensas de las reducciones , instruyendo militarmente a los integrantes de las mismas con armas rudimentarias. El rey de España Carlos III, tras problemas surgidos en Europa con los jesuitas, los que fueron tomados como argumentos por la corte de Portugal (influenciada por Gran Bretaña) para convencer al monarca de la necesidad de expulsar a los jesuitas, presentándolos como un serio inconveniente para el control de sus colonias, resuelve su expulsión, nombrando en su lugar como administradores a súbditos españoles. Así llega a Yapeyú Don Juan de San Martín con su esposa Doña Gregoria Matorras para desempeñarse como Teniente Gobernador de esas posesiones. Venían de Calera de Las Vacas (Uruguay) con sus hijos María Helena, Manuel Tadeo y Juan Fermín; en Yapeyú nacieron Justo Rufino y el 25 de febrero de 1778 José Francisco.

Allí, en ese maravilloso escenario natural bañado por el río Uruguay, creció junto a sus hermanos y a niños aborígenes José Francisco  llamado a ser en el futuro “el  Padre de la Patria”. Yapeyú en lengua guaraní quiere decir “lo que está en sazón” o “el fruto llegado a su tiempo”, lo que pareciera constituir una premonición marcando el destino de quien fuera años más tarde el Libertador de Argentina, Chile y Perú.

En 1781, Don Juan de San Martín dejó sus funciones en las antiguas misiones y se trasladó a Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, donde la familia vivió cuatro años en los que José Francisco y sus hermanos continuaron recibiendo la  educación básica de la época, “pero adquirió la conciencia de que todo esto era su Patria, ligando para siempre su vida a la suerte de estas regiones y de toda América, pues aquel niño de Yapeyú, muchacho de tez bronceada y ojos negros, era un varón nacido para empresas continentales” (1).

En 1785, Don Juan de San Martín con su familia se trasladó definitivamente a España. De todos ellos, sólo José Francisco volvió a su Patria cuando sintió el clamor de la libertad de América, a la que sirvió con abnegación, vocación, espíritu de sacrificio e inquebrantable voluntad de lucha.

Yapeyú, como las demás reducciones jesuíticas, entraron en decadencia y perdieron su empuje y prosperidad; sufrió ataques y saqueos de los portugueses “los monárquicos lusitanos, mandados por el marqués de Alegrete, invadían las Misiones del Uruguay y destruían Yapeyú hasta borrar el pueblo natal de San Martín bajo las cenizas de un bárbaro incendio” (2)

Por esas ironías del destino, el 13 de febrero de 1817, al día siguiente del triunfo en Chacabuco por parte del Ejército de Los Andes comandado por el Gral. San Martín, el jefe lusitano Chagas informaba por un parte de la destrucción de Yapeyú.

Hoy existe frente a la plaza del pueblo un templete que guarda los restos de la humilde cuna del Libertador, encontrándose allí unas pocas piedras de lo que fuera su casa natal.

El Ejército Argentino tuvo y tiene el honor de la custodia de tan preciado bien histórico, testigo permanente y símbolo de la humildad y sencillez que llevó al Libertador de medio continente a desprendimientos y renunciamientos y a morir en el ostracismo sin bienes materiales que dejar a sus descendientes, pero con el tesoro incalculable de su ejemplo consistente en virtudes cívicas y militares y una trayectoria sin máculas para los americanos y para el mundo entero, donde se lo conoce y rinde homenaje.


(*) Vicepresidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Formosa 2000/2008
NOTAS: (1) Ricardo Rojas, “El Santo de la Espada”, Ed. Campano, Buenos Aires, 1970, Pág. 23/24. (2) Ibídem, Pág. 25