Alfonso Murguía: «Rosario, cada vez más cerca de Ciudad Juárez»

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Hubo un tiempo que Ciudad Juárez fue una ciudad próspera, con cero por ciento de desocupación, cuenta el licenciado Alfonso Murguía, y emplea la voz recóndita de la nostalgia. Y dice: si una persona decidía dejar de trabajar en un lugar, no había problemas; se cruzaba de calle y ya lo contrataban en el negocio de enfrente. Entonces, había camiones que iban a buscar personas a la “colonia” para que se presentaran a una entrevista de trabajo; les llegaban a pagar hasta cuarenta dólares sólo por ir a responder preguntas. <<El que no trabajaba, era porque no quería>>, dice. Al límite con Estados Unidos (el “cielo”), Ciudad Juárez se encaminaba para grandes cosas.

Y explica: <<Ciudad Juárez ha crecido económicamente de una menara exorbitante, al doble que el índice nacional. Nuestro PBI era mayor que el de cuatro países de Centroamérica juntos; contábamos con 320 empresas internacionales, algunas contrataban hasta 20 mil empleados; cada tres segundos se construía una computadora, cada tres minutos un refrigerador que partía para cualquier parte del mundo…>>. Cerca está el licenciado Murguía de hacer estallar un puño contra la mesa, y tumbar los tres vasos de agua, la jarra inclusive (¡no, mi grabador periodista!) y mandar todo el mundo al carajo. Pero no puede: lo acompañan nada menos que el diputado Carranza, y todo un contingente de personas que contemplan, con la boca abierta, el destino que le espera a la ciudad de Rosario si no hace algo para contener el avance del narcotráfico.

Y lo dirá varias veces durante su conferencia en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), para que quede bien claro. <<El crecimiento económico hizo que por más de treinta años descuidáramos valores básicos como el amor al prójimo>>.  A poco de desandar el camino del progreso, Ciudad Juárez se rendía indefensa a las garras de los narcotraficantes. El ocaso, con sus muertes y sus terrores, pronto se cerniría, implacable, en la gran ciudad. Yo particularmente fui a escuchar una charla sobre seguridad, hacer algunas anotaciones, algún que otro apretón de manos, muy lindo todo, sí, tomá, te dejo mi tarjeta. Pero me encontré con el detalle espeluznante de una historia terrorífica, profundamente terrorífica. A medida que mi grabador periodista registraba todo aquello… me consolaba la idea de darle play al aparato – luego, en casa – y corroborar que todo eso no era más que un invento de mi imaginación. Pero debo admitir que esta vez la realidad ha superado todo empaque de la fantasía. El terror es algo real. Muy real. Y los mexicanos los saben mejor que cualquier otro pueblo del mundo.

El licenciado Alfonso Murguía es uno de los mexicanos que más han luchado contra el flagelo del narcotráfico, o bien, uno de los pocos que han continuado con vida en el intento. Hombre de profundas convicciones religiosas se dio a la tarea de irrumpir con el Ejército en la cárcel C.E.R.E.S.O., entonces controlada por el narcotráfico. <<El intendente me llamó por teléfono. “Poncho”, me dijo, porque allá me llaman ‘Poncho’… Ayúdame a limpiar Ciudad Juárez>>. Sin derramamiento de sangre, en ocho horas “la recuperaron”. Se oía un concierto de inodoros, dentro de los cuales los presos arrojaban la droga; botellas de alcohol volaban a través de las ventas. Más de dos mil armas el Ejército habría de requisar. Dice: <<A los dos días ya había varios reclusos con síndrome de abstinencia. Pero la desintoxicación no dura más que diez días, al menos la física. La mente ya es otra cosa>>.

Pero por más arte que intente emplear quien suscribe, ciertamente horrorizado, poco puede lograr toda vez que la mejor forma de ilustrar la realidad mexicana está implícito (y explícito) en las mismas palabras de nuestro protagonista. Les dejo, queridos amigos, un compendio con los pasajes más ilustrativos de la conferencia que dio el licenciado Alfonso Murguía en la UAI. Los invito a que también escuchen la entrevista que yo mismo le hice luego de la misma, en procura de algunas precisiones y, por si todavía quieren más… les dejo el link para descarguen la charla completa de Murguía.

 

-Lo que voy a platicar es una historia muy triste y muy dolorosa que nos ha costado no sólo dolor sino sangre; mucho, mucho dolor, mucha tristeza…

-Escucho que en Rosario están comenzando a suceder cosas que a mí me asustan, porque así lo empezamos a vivir nosotros.

-Cuando menos lo pensábamos, en un principio, comenzaron a ocurrir hasta diez asesinatos por día. Llegamos a tener hasta veinticinco crímenes en una misma jornada. Se asesinó gente en todos lados; hasta dentro de templos religiosos.

-En un primer momento los crímenes fueron ejecutados por asesinos profesionales. Cuando los cárteles comenzaron a pelearse por el control de la ciudad, contrataron pandillas. Por ejemplo, la pandilla de “Los AA” – sus siglas quieren decir “Artistas Asesinos” – se dedicó a asesinar gente de una “manera artística”, es decir, luego de matar a la persona le hacían un dibujo en la espalda o en el pecho ya sea con un puñal o una línea de disparos. Ciudad Juárez llegó a tener 900 pandillas. La ciudad se llenó de jóvenes munidos con armas de guerra.

-La función esencial del narcotráfico es territorio. Es por lo que pelean. Buscan el territorio para obtener un beneficio económico. Si uno entiende cómo operan, entonces entiende cómo empezar a defenderse.

-El entonces presidente Calderón se dio cuenta que el narcotráfico estaba en la yugular del Gobierno Federal. Desafortunadamente el presidente anterior, Vicente Fox, ignoró totalmente y no hizo lo que tendría que haber hecho para contener al narcotráfico; en esos seis años crecieron los cárteles y comenzaron a tomar control de México. El presidente Calderón no tuvo otra opción más que declararle la guerra al narcotráfico.

-Calderón, apenas asume, se da cuenta de que el Secretario de Seguridad Nacional estaba recibiendo 400 mil dólares mensuales para dejar hacer al narcotráfico lo que estaba haciendo.

-El primer error de la guerra contra el narcotráfico es que no se midió cuán difícil iba a resultar, y lo que se pensó que iba a durar dos años ya va por seis.

-Otro error consistió en poner a los soldados a hacer las veces de policías. El soldado no debe involucrarse en la ciudad. No está entrenado para esto. No se logró nada con el Ejército en Ciudad Juárez.

-Por culpa de narcotráfico, el 30 por ciento de las empresas cerraron sus puertas. El resto de las empresas que quedó “pagaba cuota de protección” para poder operar. Se estimaba que el 60 por ciento de la Policía estaba trabajando para el narcotráfico.

-La gente no tuvo más remedio que “esconderse” en sus casas apenas completada la jornada laboral o escolar. Eso ocasionó que cayeran los índices de la economía.

-Llegamos a tener una estimación de cerca de 15 mil huérfanos. El sesenta por ciento de esos niños vieron cómo fueron asesinados sus padres. Los narcos entraban a sus casas literalmente a acribillarlos.

-Los mismos policías terminaron “atrincherados” en sus cuarteles. Esperaban desde adentro de las comisarías el momento en que los fueran a atacar. Imagínense lo que pensaba la gente: ¿esta es la policía que nos va a defender? Si ellos tienen que hacer eso, ¿qué nos queda a nosotros?

-Si los comerciantes no les pagaban a los narcos, al siguiente día pasaban y les “rafagueaban” el negocio. A los que no podían pagar, les quemaban el negocio; a los que otra vez decían que no juntaban el dinero, entonces lo mataban a él o a un familiar.

-Los narcotraficantes piensan como empresarios corruptos; están haciendo sus negocios. En un principio, era recomendable “negociar” con ellos antes que acudir a la policía.

-Los narcotraficantes, en Ciudad Juárez, enviaban a los mismos policías a cobrar a las casas de los negociantes.

-Autoprotegerse, por parte de la ciudadanía, también constituyó un error. Si bien la gente se vio obligada a poner rejas y alarmas en sus casas, como asimismo a armarse, se descuidó lo que ocurría afuera, en la ciudad.

-Tuvimos que salir a pedir perdón públicamente por no haber estado haciendo la parte que nos correspondía como autoridades. Luego de eso, comenzó a haber una respuesta colectiva. Ése fue el primer paso que nos llevó en conciencia y honestidad a decir “tenemos que intervenir porque somos parte del problema y somos parte de la solución”.

-El intendente me llamó por teléfono y me dijo: “Poncho, ayúdame a limpiar la cárcel de Ciudad Juárez”. ¿Por qué me llamó a mí? Porque yo llevaba 25 años trabajando con drogadictos, con ex presidiarios, con narcotraficantes.

-La cárcel de Ciudad Juárez tenía el 350 por ciento de sobrecupo. La capacidad era de 1200, mientras que contaba con un número de internos de 3400. Estaba totalmente controlada por el narcotráfico; allí se planeaba el 80 por ciento de los crímenes de la ciudad. Era, además, el lugar más importante de venta de drogas; allí se podía comprar la droga en mejor precio que en cualquier otra parte. Muchos internos tenían la llave de sus propias celdas, y entraban y salían cuando querían. El 93 por ciento de los internos consumían drogas; algunos hasta trece veces por día.

-Planeamos tomar la prisión C.E.R.E.S.O. por sorpresa y a la medianoche. Nadie sabía que eso se iba a llevar a cabo hasta llegado el momento. Rodeamos la prisión con el Ejército. Capturamos más de 2500 armas. En ocho horas recuperamos la prisión.

-Al momento de cortar el círculo de la droga en la prisión, la economía de las familias de los presos mejoró porque ya no tuvieron que llevarles dinero o cosas para que vendieran para poder comprar la droga que consumían.

-¿Por qué los cárteles tenían tanto éxito y por qué se peleaban la ciudad? Más allá de la posición estratégica geográfica, todo el tiempo que nosotros tuvimos de crecimiento económico descuidamos los valores, la base fundamental de la familia. Por treinta años fue así.

-Ciudad Juárez fue una ciudad que llegó a tener cero por ciento de desempleo. El que no trabajaba era porque no quería. Había tanto trabajo que las empresas pagaban hasta cuarenta dólares a los que solamente asistían a un entrevista laboral. Esas circunstancias, sumado al deterioro de los valores, crearon el caldo de cultivo para el narcotráfico.

-He trabajado en la rehabilitación de un niño de seis años.

-Estados Unidos es la principal potencia del mundo, y también el principal consumidor de drogas. No creamos que porque haya educación y buen perfil económico no vendrá la droga. Al contrario. Debemos contener al narcotráfico desde otra perspectiva.

-Los jóvenes drogadictos decían que tenían una expectativa de vida de dos años.

-Las leyes no alcanzan para cambiar la mentalidad de los jóvenes que se aficionan al tráfico de drogas.

-Se ha legislado para que toda persona que haya participado de un acto de secuestro pase el resto de su vida dentro de una cárcel. Si no hay una consecuencia, la sociedad no aprende.

-Las leyes muchas veces no están a la altura de la necesidad que hay. Todos los procesos burocráticos que tienden a dilatar el resarcimiento de la ley favorecen al narcotraficante.

-Un narcotraficante es una persona que quiere ganar dinero fácil a costa de los demás. Yo soy una persona que no está de acuerdo con la legalización de la droga porque el problema no es la droga, el problema es el corazón del ser humano. Al narco no le importa que legalicemos la droga, ya que irán a buscar otra droga que les deje más dinero. Los narcos son personas dispuestas a cualquier cosa con tal de hacer dinero: a romper las leyes, a violar DD.HH., a matar… a hacer lo que sea con tal de ganar dinero fácil, sin trabajar. De esta suerte que el narcotráfico termine relacionándose, por caso, con la trata de blancas… Es un mismo concepto: lo que sea con tal de ganar dinero fácil. El problema no está en la sustancia, el problema está en el corazón del hombre. Siempre se va a crear un mercado para lo ilegal.

DESCARGAR AUDIO (MP3) DE LA CONFERENCIA DEL LIC. MURGUÍA EN LA UAI