Escribe: David Rey
A Julia Behotats los remedios caseros le jugaron una mala pasada. Es que, mientras se estaba haciendo vahos, cubierta su cabeza con una manta, su hija Luna tiró del cable del vaporizador y provocó que el mismo se vuelque sobre ella. Un desgraciado accidente. Julia comentó al periodista Pedro Moreno que no vio venir a su beba, ya que pensó que no estaba con ella en ese momento. Debido a las quemaduras, la mujer se decidió por asistir a la guardia del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut. Aquel sábado 16 de marzo, Luna quedó internada debido a la gravedad de sus quemaduras, pero la verdadera pesadilla comenzaría unos días después.
Y no precisamente porque la beba haya sufrido “un shock” debido a las curaciones o porque haya tenido que pasar dos días en terapia intensiva, entubada con oxígeno. Lo peor vendría, paradójicamente, con la recuperación de la bebé, es decir, cuando las médicas pediatras que la atendieron descubrieron que la pequeña paciente no contaba con el calendario de vacunación al día. De nada sirvieron las explicaciones que dio Julia ni el certificado médico que les exhibió. “Igualmente, mamá, de acá se va a ir con todas las vacunas puestas”, le dijeron, entonces. Sin mencionar nada a la familia, activaron el protocolo que se estila para estos casos y la novela siguió dos semanas después con cuatro policías arrancándole a la madre su bebé de los brazos para que le inyecten cinco vacunas juntas.
Por la fuerza
“No estoy en contra de las vacunas”, confió Julia a Moreno, en una charla por la red social Instagram. “Si te vacunaras con el virus, no pasaría nada… el problema pasa por todos los metales pesados que les ponen”. Julia explicó que no podía abandonar el hospital -lugar al que, salvo una situación de gravedad, no asistiría nunca- debido a que su hija tenía que ser operada. En rigor, a la bebé se le realizó injertos de piel en la zona de la panza, los muslos y en el pie derecho. Actualmente se encuentra bien, aunque sigue internada junto con su mamá, de ahí que le haya concedido la entrevista a Moreno desde el mismo hospital, sosteniendo el celular con una mano y, con la otra, conteniendo a su hija.
Julia -oriunda de Miramar (provincia de Buenos Aires) y que radica en Comodoro desde hace siete años- contó que, al igual que con sus otros dos hijos, permitió que a Luna le pusieran las primeras dos vacunas al nacer, es decir, la VCG y otra para la Hepatitis B porque, según su experiencia, si no se las ponían les negaban el DNI y la partida de nacimiento. La mujer, no obstante, posee un certificado que exime a su hija de recibir inóculos debido a un caso de “shock alérgico” o iatrogenia en la familia paterna, en fin, nada que haya conmovido a los médicos del hospital, a las asistentes sociales que entrevistaron a la madre y a la jueza Guillermina Leontina Sosa, la responsable de dictaminar que a Luna la vacunen por la fuerza, a pesar de que con ello tuvieran que reducir a su madre como si fuera una delincuente.
Ciegos
El sábado 30 de abril no fue santo para Julia, claramente. Tras discutir con la jueza de guardia Jorgelina Elizabeth Castillo, consiguió que la misma atienda una llamada de la abogada Claudia Cristiano, cuyo relato sin embargo fue tan poco oído como absolutamente desestimado por la curiosa razón de ser esta profesional residente de otra provincia, es decir, que no tendría “jurisdicción” en la provincia de Chubut. Acto seguido, la jueza hizo entrar a cuatro uniformados que, en palabras de la damnificada, “me manotearon a la bebé de mis brazos, le estaban haciendo mal porque ella estaba vendada por las quemaduras. Me arrinconaron y se la llevaron”. Incluso la policía le robó el teléfono celular a la mujer para que no pudiera hacer llamadas o filmar la insólita secuencia de hechos.
Julia, pasada la pesadilla, no sabe bien qué pasos seguir al día de hoy ya que, como dijo, es muy complicado porque hay más cosas en contra que a favor, en materia legal. Pero sí sabe qué va a hacer con su beba: “Cuando salgamos de acá, pienso hacerle una limpieza por los metales que recibió. No la voy a dejar con eso en su cuerpo, además de que ella nunca tomó ningún medicamento y estas tres semanas recibió de todo. Es importante hacer una limpieza de metales para que no se acumulen en los órganos y evitar futuras enfermedades. Dentro de mis posibilidades, voy a hacer lo que más pueda”.
Mi opinión
La Ley 27.491 establece que “las vacunas son obligatorias, gratuitas y un bien social, y que tiene por objetivo garantizar un mayor acceso y equidad a todas las vacunas que componen el Calendario Nacional de Vacunación”. En fin, un disparate que mezcla hipocresía, violencia y absurdidad. Pretender que en una democracia un “bien social” sea “obligatorio” suena como obligar a alguien a que sea católico, protestante o judío, al tiempo de que la “gratuidad” que se menciona redunda en pingües ganancias para las farmacéuticas con el dinero de los contribuyentes. Hipocresía por donde se mire.
Por otro lado, un país donde las leyes no pueden detener a un menor de quince años que acaba de matar a sangre fría pero sí obliga, por la fuerza, a una bebé a recibir cinco vacunas de un solo pinchazo (sin que haya un diagnóstico médico que asegure aunque sea algo de tolerancia por parte del paciente, más bien que lo pase por alto según el caso de marras), nos dice que ese “mayor acceso y equidad” que se menciona no hace más que disfrazar la prepotencia de un sistema que no procura la justicia ni, por ende, el bienestar de los ciudadanos. Es preciso que la nueva gestión gubernamental argentina tome cartas en el asunto para dar inicio a un debate serio, profesional y concluyente respecto de la necesidad y la conveniencia o no de que exista tal cosa como un “calendario obligatorio” de vacunación, como así mismo un estudio exhaustivo que termine por aclarar la cuestionada composición de las vacunas (haber pretendido callar a los científicos, no hizo más que disparar teorías y metales de todos los colores). Es hora de que la salud deje de ser “una cuestión de Fe” y vuelva a ser una cuestión de ciencia. Y es hora -si no es ahora, ¿cuándo?- de que el Estado se comprometa a garantizar, definitivamente, la libertad de sus ciudadanos.
Que sea un recuerdo horrible la experiencia de Julia Behotats, asegurémonos de que nunca jamás el Estado, ni nadie, se atreva a semejante despropósito.
Ver entrevista de Pedro Moreno a Julia Behotats (Instagram)
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