
Escribe: David Rey
El mejor malbec del mundo debe su condición a la generosidad de la tierra donde es parido. Pero esto último es algo que, en Mendoza, puede pasar a ser cosa del pasado si consideramos que en tan bendecido lugar acaba de ocurrir un hecho de discriminación que no se vio ni en las películas de terror. A Ezequiel, de solo 14 años, le han impedido disputar un partido de handball, para representar a su colegio, por el solo hecho de no haber sido inoculado con la experimental vacuna contra el supuesto coronavirus. Pues bien, el vino está picado.
La carta que la mamá de Ezequiel, Cecilia De Federico, le dirige al Subsecretario de Deportes, Federico Chiapetta, para que “revea la situación” de su hijo, le recuerda que, justamente, tanto el Manual de Competencias de los “Juegos Sanmartinianos” Sub 14 como el Manual de Competencias de los Juegos Nacionales “Evita” mencionan que la “modalidad de los juegos es inclusiva, participativa y formativa”. Si bien no hay registro alguno que atesore que el General San Martín o Eva Perón hayan hablado en lenguaje “inclusivo”, sí podríamos dar por sentado que ninguno de los dos hubiera aprobado tamaño acto de discriminación o “exclusión” como el de marras.

La misiva, fechada el 22 de agosto de 2022, reza que “el día viernes 19, a las 11.30 h, el señor Gabriel Anea, en nombre de la Secretaría de Deportes NO incluyó a mi hijo, dejándolo sin participar de los juegos y, sin darle igualdad de oportunidades, lo excluyó y discriminó por no presentar el carnet de vacunación COVID”. Entonces, Ezequiel pretendió disputar un partido en representación del Instituto Maipú de Educación Integral (IMEI). Anteriormente, ya el profesor de Educación Física les había advertido por WhatsApp a sus alumnos que deberían cumplimentar tan singular requisito “vacunal”, pero el colegió finalmente optó por escuchar el inmediato reclamo de la madre, respetar la decisión de no inocularse del niño y mandarlo a jugar el partido de todos modos.
Curiosa teoría del contagio
El problema vino recién después, minutos antes de que comenzara el partido en cuestión y ya en las instalaciones de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), cuando Anea, un empleado de la Secretaría de Deportes, directamente impidió a Ezequiel alistarse con su equipo por el solo hecho de que este no presentó el aclamado carnet de vacunación contra el COVID. No valieron los ruegos de Cecilia ni la catarata de fundamentaciones que le presentó al burócrata, quien se mantuvo inalterable respecto de su determinación de “hacer cumplir el reglamento”, por más que con ello configurara un brutal acto de discriminación nada menos que con un menor de solo 14 años.
Lo curioso es que apenas un mes atrás, Ezequiel ya había disputado un partido de handball, también para representar al colegio, sin que entonces le exigieran ningún carnet de nada. Más curioso aún es que tras habérsele impedido jugar el día 19, lejos de irse a patalear a la casa, Ezequiel se quedó en la cancha para alentar a sus compañeros de equipo y –por más increíble que parezca- desde el mismo banco de suplentes. Cuando Cecilia indagó por qué su hijo sí pudo jugar antes y no ahora, recibió por respuesta una olímpica tomada de pelo: le dijeron que porque el anterior partido había sido “amistoso” y porque era una instancia departamental en lugar de provincial. De modo que el virus, pues, tiene la curiosa particularidad de transmitirse solo en cotejos definitorios o “provinciales” y específicamente dentro de los límites de una cancha de handball, sin propagarse entre los suplentes.
Aunque rosarina de nacimiento, la madre de Ezequiel confió a DAVIDREY.com.ar haberse sentido “orgullosa” por la forma con que la provincia de Mendoza se manejó durante la pandemia, “sin imponer ningún pase sanitario ni obligar a nadie a vacunarse”, consideraciones que, como vemos, en realidad conformaban una grácil ilusión. Ahora, entre las cosas que De Federico señaló en su misiva a la Secretaría de Deportes mendocina, es la misma Resolución 2883/2020 que, en el artículo 6º, expresa que la vacunación contra el COVID será “voluntaria, gratuita, equitativa e igualitaria”, además del artículo 19 de la Constitución Nacional, donde manifiesta que “ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Por si fuera poco, la mujer también les recordó a los organizadores que los manuales de competencia de los juegos en ningún lado exigen algún otro requisito obligatorio que no sea presentar el documento nacional de identidad.

Mi opinión: es un mandato, no un reglamento
Lo más claro de toda esta historia es que lo que menos les importa a los organizadores mendocinos es el COVID 19 y su supuesto contagio. Va de suyo que, si les importara, al menos estarían mejor informados (tanto del “virus” sin aislar como de los daños que ocasiona la pretendida vacuna). Por otro lado, de importarles evitar la propagación de la enfermedad, las medidas a tomar no solo que no dependerían de si la exposición al mismo es “departamental o provincial”, sino que, además, estarían apoyadas en un marco legal de verdad antes que en el cumplimiento de “un reglamento” que ni el mismo reglamento menciona. Pero, fundamentalmente, si les importara la salud de la gente jamás serían tan torpes y desalmados como para cometer la locura de discriminar con tanta desvergüenza a un adolescente de 14 años, ocasionándole una marca en su psicología que podría condicionarlo para toda la vida.
¿Qué es lo que les importa, entonces? Claramente, cumplir con un mandato, no un “reglamento”. El primero se cumple porque sí -es una orden, una ucase-, no acepta cuestionamientos ni da explicaciones; el segundo, en definitiva, es la explicación de lo que se propone. Les importa que el mandato se cumpla, a como dé lugar, de modo que la menor resistencia es, de inmediato, asumida como un desafío que hace peligrar el objetivo, de ahí la ceguera que los conmina a un acto tan despreciativo, tan cruel y tan estúpido como desquitarse con un menor, un niño.
El definitiva, el mandato COVID no pretende inmunizarnos sino esclavizarnos, hacernos saber que no somos dueños de nuestras vidas y que aquel que ose desobedecer o “pasarse de la raya” será ejemplarmente castigado. La inevitable pregunta es la siguiente: si una maldad así la llevan a cabo sin temor de que se sepa y con total descaro, ¿cuánto más son capaces de hacer, aunque de modo oculto o subrepticio?
El equipo de Ezequiel terminó ganando el partido que él no pudo jugar, ahora deberán disputar otra final con miras a ir a jugar a Mar del Plata, donde él no podrá competir, representando a su escuela, porque el mandato dice que tiene que estar inoculado. Aunque la verdad es que Ezequiel sí jugó ya todos los partidos, más allá del resultado, regalándonos el mejor ejemplo del mundo: se quedó en la cancha para alentar a sus compañeros y ofrecerle un corazón lleno de amor y compañerismo a un rostro cargado de desprecio y desolación. Ojalá la Secretaría de Deportes y la provincia de Mendoza entera estén a la altura de lo que significa este trofeo que les cae del Cielo y que mejor representa las virtudes de una tierra generosa.

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