Escribe: El Agonizante (*)
Posiblemente estés preso. Quizás esperando serlo.
Seguro que te sientes solo, perdido, impotente.
Quizás es cierto, y que tu agonía ha comenzado.
Pero tienes un amigo que reza por ti.
El campo de combate desapareció.
No existe el comandante, ni elementos a nuestros costados, ni artillería ni aviación.
Sólo queda el enemigo y nosotros.
“¡Dios mío, qué solos estamos!”.
La soledad del combate nos oprime.
Los pocos soldados que nos apoyan mantienen nuestro espíritu.
Nuestros camaradas intentan ayudarnos pero no pueden hacer nada.
¿Es el fin de esta agonía?
¿Con qué armas contamos para combatir?
¿Será posible que la sumisión y la disciplina
sean las que nos dicen “no reaccionar, no resistir”?
¿Puede ser que se confunda educación con miedo?
Creo que llegó la hora, viejo soldado.
Tu corazón, que fue despedazado por cada destino
también fue tocado por cada amigo.
Sé que siempre tuviste un corazón valiente y generoso.
Ese corazón, esa fibra, ese sentimiento
te hará renacer el fuego sagrado interno.
La patria se desangra y no sabemos cómo recomponerla.
¿Es ciega como la justicia? ¿Podemos aceptar esto?
Tus armas son estas, tus razones no fueron en vano.
Haz todo lo que puedas, mucho o poco, pero hazlo.
Todos los esfuerzos se harán un montón.
Así mucha gente saldrá a apoyarnos
y muchos otros abandonarán el barco que se hunde.
El futuro de nuestros hijos se hará con trabajo y esfuerzo.
Busquemos la paz y la armonía. No miremos hacia atrás.
Las leyes se cumplirán para todos. Nacerá una Argentina venturosa.
Por esto y mucho más, viejo soldado, rezo por ti.
Ahora, sí, ponte de pie y escucha.
“Te ordeno que te sientas fuerte y valeroso.
No temas morir en combate y no en la cama.
Tu familia, tu esposa, tus hijos, tus amigos
sabrán aceptar este sacrificio y se sentirán orgullosos
porque tu agonía tendrá punto final, viejo soldado.”
Campo de exterminio de Marcos Paz.
(*) Se utiliza seudónimo por especial pedido del autor.