Cecilia Pando: «Si Barcelona me hubiera pedido perdón, no los hubiera demandado»

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Escribe: David Rey

Tienen absolutamente toda la razón del mundo aquellas personas que han puesto el grito en el cielo por el fallo de Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de Capital Federal que benefició a María Cecilia Pando y que obliga a la revista “Barcelona” a indemnizarla con 70 mil pesos. El pronóstico es oscuro, pésimo y desolador… claro que para ellos. 

Pero, por más increíble que parezca, nadie hay mejor que Cecilia Pando para comprender esa preocupación. “Yo soy la que más va a defender la libertad de expresión”, dijo, en exclusiva para DAVIDREY.com.ar, “porque no me voy a olvidar que, hace unos años atrás, a mi marido lo dejaron sin trabajo por una carta que yo mandé al diario La Nación para expresar mi punto de vista. En ese momento, nadie pensó en mi libertad de expresión”. De hecho, el Mayor Pedro Mercado, esposo de Pando, fue inmediatamente pasado a retiro nada menos que por orden de la presidencia de Néstor Kirchner.

“De mí se ha dicho cualquier cosa”, dijo, “y jamás me han dado espacio en los medios para que yo me pueda expresar. Y nunca accioné contra ningún medio. Pero esto superó los límites porque se violó un derecho constitucional. Por eso decidimos demandar a la revista”. Cecilia Pando es fundadora de la Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos Argentinos (AFyAPPA), de manera que tiene argumento de sobra para enfrentar a quien sea, más allá de un simple pasquín por el estilo. 

La publicación en cuestión, en la contratapa de la revista “Barcelona”, realizó un fotomontaje donde cambiaron el cuerpo de Cecilia Pando por el de una prostituta desnuda, amén de la infinidad de frases infamantes que completan el llamado trabajo “satírico”. “(La publicación) me causó mucha vergüenza; habían atacado mi pudor, mi intimidad”, precisó. “Yo soy madre de siete hijos, y en aquel momento cinco de ellos eran menores de edad. Imaginate lo que fue para mí enfrentar esa situación; en ese momento yo era docente. Yo tenía chicos a cargo. ¿Cómo podía mirar a la cara a las criaturas?”.

La defensa de “Barcelona” interpuso, entonces, el rol de “personaje público” de Cecilia Pando a fin de justificar el tan artero como vulgar ataque a su persona, e incluso algunos medios también hacen uso de esta frugal definición. Ella misma se encarga de despejar toda duda en este sentido: “En la sentencia quedó aclarado que yo no soy un personaje público. Soy una persona privada con algunas manifestaciones públicas. Si fuera como ellos dicen, también sería una persona pública alguien a quien le matan a su hijo y sale a hacer marchas”.

Ingrid Beck, directora de «Barcelona». Deberá pagarle $ 70 mil a Pando. Se los hubiera ahorrado con una educada y sincera disculpa.

La directora de “Barcelona”, Ingrid Beck, por su parte, ya adelantó que no dispone del dinero para indemnizar a Pando y que por lo mismo su revista corre serio riesgo de cierre. Lástima que esta señora, que además es impulsora del colectivo feminista “Ni Una Menos”, no haya tenido la poca cordura de intentar llegar a un acuerdo con la persona que denigró justamente por su condición de mujer.

Dijo, en este sentido, Cecilia Pando a DAVIDREY.com.ar: “Yo siempre dije que si ellos hubieran venido a pedirme disculpas y hubieran rectificado lo que hicieron, yo habría dejado el juicio al costado. A mí, con unas disculpas, obviamente, me bastaba. A mí no me interesa la plata ni mucho menos pasar por toda esta instancia judicial; la verdad que es feo haber pasado por todo esto”. Seguidamente, Pando describió lo absurdo de esta situación: “No nos olvidemos que Ingrid Beck empezó con ‘Ni Una Menos’. Y lo que hicieron conmigo, ¿no es una agresión a la mujer, no es tratar a la mujer como un objeto sexual? ¿Y después ella levanta la bandera de “Ni Una Menos”? Por un lado, levanta la bandera en defensa de la mujer, y por otro, la mujer que no le gusta o con quien no comparte su opinión la destruye lo más que puede”.

Mi opinión: La libertad de ofensa

Hubo algunos autores que supieron alertar sobre el riesgo de confundir “libertad de prensa” con “libertad de empresa”, en el sentido de que se pregonaba lo primero en función de auspiciar lo segundo. Hoy – ya cumplido sobradamente aquel objetivo – podríamos realizar una analogía: se proclama la libertad de prensa, pero se persigue la libertad de ofensa.

Pues que se pueda ofender libre y gratuitamente a una persona, un estilo de vida o una concepción del mundo constituye la base cultural que garantiza vivir impunemente en todos los órdenes de la vida. La misma base cultural, por cierto, que proclama 30 mil desaparecidos y que al mismo tiempo se toma con tanta liviandad cuestiones que atañen al mismo tema, como en el caso de la contratapa de «Barcelona». 

Debieran saber los “opinólogos” de la “libre prensa” que la libertad de opinión acaso también redunda en el hecho de ser escuchados, interpretados y contenidos en función de nuestros propios argumentos, ¡que no de los de ellos! Por caso, las personas como Cecilia Pando son inmediatamente “condenadas” por los “libreprensantes” a partir de sus propias perspectivas en completo desmedro de la opinión del sujeto en cuestión.

El Mayor Pedro Mercado fue retirado de las FF. AA. por una opinión que vertió su esposa en el diario La Nación.

Pocos se han privado de referirse a Pando como “defensora de genocidas”, “prodictadura” o “reivindicadora del Terrorismo de Estado”, en completa desatención con la opinión misma que ella tiene sobre los puntos en cuestión. Basta, pues, con googlear su nombre y ya de inmediato su persona estará vinculada a las peores nociones habidas y por haber. En fin, los “libreprensantes” han convertido a una madre de 7 hijos, que estudia abogacía (para conocer mejor el martirio que sufren los militares encarcelados o Presos Políticos) y que realiza trabajo social, en nada menos que un monstruo cuya sola mención origina pavor y rechazo. A eso llaman libertad de expresión.

Respecto del debate actual sobre la emblemática época del 70, en que Cecilia Pando – como tantos otros – tiene un papel destacado, el nivel de agresión como el grado de descontextualización redunda franca e indudablemente en un acabado hecho de violación de la libertad de opinión. La libertad de expresión no es solamente “decir lo que uno quiere” sino más bien dejar al otro decir, y si los medios convierten eso que “el otro dice” en lo que ellos quieren oír – desfigurándolo completamente – claro está que se viola el derecho a opinar en libertad, que es también el derecho a ser interpretado en plenitud.

Definitivamente, desfigurar lo que uno dice o piensa es una forma desoír, y es también una forma de callar a nuestro interlocutor como asimismo de privarlo de su libertad de expresión. Pocas personas, entonces, como Cecilia Pando, han sido tan violentadas en su derecho a expresarse libremente, pues no sólo que se desfiguró sistemáticamente lo que siempre ella propuso sino que, por colmo, hasta se la agredió públicamente por su forma de pensar.

El miedo o la preocupación que algunos medios han manifestado respecto a que el fallo que beneficia a Pando “cercena la libertad de prensa” es real y justificable, pero engañoso. Es que no le temen a no poder expresarse en libertad; lo que les preocupa es el comienzo del fin de esa impunidad que han ostentado durante tanto tiempo y que, en otro orden, tanto daño ha hecho a la vida institucional de este país. 

Queda claro, entonces, que el fallo que beneficia a Pando no vulnera ninguna libertad ni mucho menos pronostica ningún futuro cercenamiento a la libertad de opinión, sino más bien todo lo contrario. El fallo sienta un gran precedente para nuestro país: garantiza que todavía existe la posibilidad de que seamos respetados por nuestra forma de pensar y que sean castigados aquellos que pretendan callarnos sistemáticamente.


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