Entrevista a Agustín Laje Arrigoni – Autor del libro «Los mitos setentistas».
DAVID REY: Se trata de un tema bien difícil. Algunos precisan que se trata de un tema tabú, y a mí me parece que eso es a propósito. Han conseguido que ciertos temas sean “tabúes” precisamente para que la gente no hable de ellos ni tampoco investigue en profundidad y con propio criterio. Es, a mi entender, otra jugarreta más de los que se han acostumbrado a vivir de mentiras y embustes. No deja de ser una cuestión delicada y que exige una mirada precisa, fehaciente, técnica. Hay vidas, nada menos, en cuestión. Por eso es que acudimos al fundamento de un especialista en la materia.
AGUSTÍN LAJE ARRIGONI: Quisiera decirte, primeramente, que coincido en todo con tus consideraciones, principalmente con lo que decís al respecto de que se trata de un tema “tabú”. Se trata de un mito que ha adquirido carácter, si se quiere, hasta dogmático. Parece ser que no hay margen para la refutación o para la contrastación. Se ha dado como una verdad de “a puño”, y ciertamente no lo es. Esto tiene que ver con que es un mito del orden cuantitativo, lo cual no es un dato menor, ya que lo mismo se constituye en una suerte de comodín a todo propósito. Fijémonos que la cuestión de los 30 mil desaparecidos siempre queda “políticamente correcta” en donde sea que se la incluya: en actos políticos, en fundamentaciones judiciales, en pancartas y banderines, en composiciones judiciales y hasta en juramentos de funcionarios públicos… tal es el caso de Patricia Walsh, quien al asumir como diputada lo hizo en nombre de los infaltables 30 mil.
Muchas veces, incluso, este famoso número raya en el ridículo. Como por ejemplo el uso que le dio Cristina Fernández de Kirchner cuando involucró los dígitos en cuestión en un discurso referido a la estatización del fútbol. Este mito se constituye en un fenómeno del marketing político.
D.R.: ¿Qué hay de verdad en la cifra que enuncia que hubo 30 mil desaparecidos en la última Dictadura Militar?
A.L.A.: Yo te contestaría de la siguiente manera: hay más de un 70 por ciento de mentira en el número y hay menos de un 30 por cierto de verdad, toda vez que ninguno de los múltiples listados confeccionados tanto por el Estado como por diversas ONGs – todas de izquierda, por supuesto – recabara una cifra que siquiera llegara al 30 por cierto de los 30 mil. Es decir, no existe informe alguno que contenga el mítico guarismo. El banderín de los 30 mil se ha instalado no en base a la demostración documental sino en la repetición sistemática. Esa fue una de las tantas enseñanzas del reconocido propagandista nazi Joseph Goebbels, que al parecer los setentistas han estudiado a fondo. Una suerte de repetición que da condición de verdad a un número que no tiene respaldo documental de ningún modo.
D.R.: Es decir… no se discute si hubo 6 mil, 7 mil u 8 mil. Hay 30 mil y se acabó. No hay margen para la discusión.
A.L.A.: Coincido contigo. Es un número que no tiene ningún tipo de respaldo pero que todo el mundo defiende a garra y con mucho vigor sin saber bien por qué.
D.R.: ¿Se estaría usando la memoria de las víctimas, es decir de las personas que sí fueron víctimas de la Dictadura, por una cuestión proselitista?
A.L.A.: Se da, pues, lo que supo decir alguna vez el ex guerrillero Luis Labraña: “Los mercaderes de la memoria están vendiendo la sangre derramada, por puestos políticos, por una cámara de televisión, por vender un libro”. En fin, éste es el efecto real que tiene la cuestión de los 30 mil: ante todo, faltarle el respeto a los desaparecidos, y segundo, faltarle a la misma verdad, a la misma historia.
D.R.: Un propósito inobjetablemente inmoral. No obstante, Agustín, ¿existe al menos un fundamento técnico que respalde la cifra de 30 mil desaparecidos?
A.L.A.: No existe ninguno. Esa cifra solamente forma parte de los discursos, de la propaganda política; no hay ningún informe, ningún listado, ningún anexo de ningún libro que llegue a esa cifra. No hay un sólo fundamento real y comprobable que arroje tal número. Y como he dicho en un principio, todos los listados al respecto no sean acercan siquiera al 30 por ciento del guarismo.
D.R.: Según las distintas investigaciones, ¿cuántos desaparecidos hubo durante la última Dictadura Militar?
A.L.A.: El primer informe que se llevó a cabo fue el de la CONADEP, en épocas del alfonsinismo. Tras una descomunal propaganda y con todo el apoyo del Estado, llegó a contabilizar un total de 8961 desaparecidos con innumerables irregularidades. Esto quiere decir que de esa cantidad, solamente 4905 desaparecidos llevan datos personales aceptables, como por ejemplo un número de documento. El resto son nombres sueltos, sobrenombres; tenemos tres personas que figuran con su nombre en signo de pregunta, por ejemplo. Hay irregularidades que no son aceptables. Luego de ese informe, la gestión de Kirchner y «su» Secretaría de DD.HH. pulió ese trabajo y publicó un nuevo anexo que contabilizó 7089 desaparecidos, pero los correspondientes a la época del proceso – según ese mismo listado – son de 6447 desaparecidos. Es decir, es una cifra totalmente alejada de los promocionados 30 mil. Por otro lado, fuera del ámbito estatal, la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos tenía datos, en la década del 80, de 6 mil personas desaparecidas. Según Amnistía Internacional la cantidad no supera los 4 mil, mientras que la OEA consignó 5 mil. Por esa fecha, la Comisión Internacional de DD.HH., en su visita al país, recogió denuncias por 5580 casos. Y tiempo más tarde la Organización Fahrenheit lanzó su informe que contabilizó 6936 desaparecidos en el gobierno Cívico-Militar. Es decir, son numerosos los listados y las fuentes, y no hay ninguna que se acerque siquiera al 30 por ciento de los 30 mil desaparecidos cacareados. El Senado de España supo sostener que el número era de 7 mil; el New York Times informó que había 6 mil en forma dudosa por la falta de seriedad y credibilidad. No pretendemos, por cierto, minimizar esta cuestión, de suyo delicada. Sólo intento acercarme más a la verdad. Otro dato lo aporta el Comité de DD.HH. en Ginebra que, tras un cuidados examen, señaló que había 1377 casos de desaparecidos. Otra fuente que ha sido resonante fue la de Graciela Fernández Meijide, quien sostuvo, luego de haber contabilizado un informe de un proyecto que se llama «Desaparecidos.org», que había 7954 desaparecidos y llamó de «mito» la cuestión de los 30 mil. Sigamos, por ejemplo, recabando fuentes: el REDEFA (Registro de Fallecidos de la ley 24411 y que prevé indemnizaciones para los familiares de los fallecidos) suscribió un listado que maneja la cifra de 7500 desaparecidos entre el gobierno anterior al 24 de marzo de 1976 como durante el mismo Proceso Militar. En el denominado Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, que inauguró el kirchnerismo en el 2007 en la costanera porteña donde se exhiben las placas de los desaparecidos, allí hay menos de 9 mil placas grabadas con los nombres. Hay, por otro lado, 21 mil placas sin nombre.
D.R.: Pero… ¿qué están esperando… que aparezcan?
A.L.A.: Queda de manifiesto la poca seriedad con que se estudia el asunto de las desapariciones. Parecería que “tuvieran ganas” de que existieran 21 mil desaparecidos más, y por tal razón incluyen placas sin nombres, sin referencia alguna, mientras que menos de 9 mil son las que tienen nombres o datos más o menos precisos.
D.R.: Lo que decís arroja un has de luz muy importante en toda esta cuestión: parece que tuvieran ganas de que hubiera más desaparecidos. Parece que los quieren generar…
A.L.A.: Eso parece. No nos olvidemos, que toda esta cuestión es la que pretende legitimar la política del kirchnerismo. Repito, a riesgo de resultar redundante: no hay ningún informe, tanto estatal como de ONGs, que se acerque siquiera al 30 por ciento de los treinta mil. De manera que dicha cifra se resume en una mentira llana y completa, y que no resiste ni el menor análisis porque no tiene ni una sola fuente documental que lo respalde, toda vez que se trata de un tema simplemente propagandístico y de marketing.
D.R.: ¿Quién o quiénes son las personas que insisten con que hubo 30 mil desaparecidos? ¿Y por qué?
A.L.A.: Hacen uso de este mito nombres como el de Hebe de Bonafini, Estela de Carloto, Horacio Verbitsky (que es el intelectual que está detrás de todo esto); los mismos Kirchner; todos los políticos que son funcionales al setentismo, los que tienen que hacer uso de la muerte en sus discursos, y que pretenden legitimarse con el uso político del dolor, es decir, que gozan del dolor… Todos ellos son los que se benefician con el uso de este mito.
D.R.: ¿Cuáles son casos más resonantes de desaparecidos “aparecidos”?
A.L.A.: Hay muchos casos. Solamente por nombrar los más resonantes (toda vez que en mi libro brindo un listado más completo): la doctora Carmen Argibay, quien hoy en día es miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y una de las tantas desaparecidas que engrosaron la primera lista de la CONADEP; el doctor Esteban Justo Righi, quien con el kirchnerismo ha llegado a ser Procurador General de la Nación; el doctor Alfredo Humberto Meade, que es actualmente Juez de Garantía de Morón, en la provincia de Buenos Aires, y que cuando la prensa le supo preguntar por qué figuraba como desaparecido, insólitamente este señor esquivó el bochornoso momento, reconociendo pimpante el fraude, afirmando que ése era “su modo de homenajear a los caídos”. Bastante ridículo. También podemos mencionar el nombre de Juan Carlos Pellita, intendente en su momento de General Lamadrid; Alicia Raquel D’ambra, a quien se la ha visto en los actos de la ESMA y que destaca por su cercanía al kirchnerismo; de esta suerte, también son devotos del oficialismo, Jorge Osvaldo Paladino y Adriana Chamorro de Corro. Otro caso bastante interesante es el de Ana María Testa, que figura como desaparecida mientras que es entrevistada por la periodista Viviana Gorbato en su libro “Montoneros: soldados de Menem, soldados de Duhalde”. Tenemos muchos datos más, pero con esto ya tenemos para ilustrar suficiente sobre esta cuestión tan singular.
También, en el esfuerzo por engrosar la cantidad de desaparecidos, existen casos muy ridículos. Por ejemplo, el caso del montonero Fernando Haymal, quien fue asesinado en Córdoba por sus propios compañeros de guerrilla, tras realizársele un “juicio revolucionario” – todo lo cual fue reconocido por los mismos terroristas en la revista “Evita Montonera” (número 8, pág. 21), mientras que el hecho también fue cubierto por el diario “La Voz del Interior” de la ciudad de Córdoba, además de que el caso fue reconocido por la Cámara Nacional de Apelaciones que juzgó a la Junta Militar en la Causa 13. Sin embargo, en el nuevo listado kirchnerista, Haymal aparece como un desaparecido más. En fin, se busca inflar de cualquier manera este guarismo que ya pasa a ser bochornoso. Los mismos guerrilleros caídos en manos de sus mismos compañeros son endilgados a las FF.AA. Haymal, por ejemplo, tiene su placa en el Monumento a las Víctimas de la costanera porteña, además de que también figura en los listados de la REDEFA, con lo cual todo indicaría que su familia cobró la indemnización de más de 620 mil pesos que prevé la ley 24411.
D.R.: Casos como el de Roberto Santucho (ERP), quien fuera abatido en pleno combate contra las FF.AA., ¿también son considerados como desaparecidos?
A.L.A.: En efecto. Por ejemplo, en el ataque terrorista al Batallón Monte Chingolo (diciembre de 1975, en pleno gobierno democrático), las bajas guerrilleras figuran también en el nuevo listado kirchnerista. También hay casos resonantes como los de los guerrilleros Francisco Paco Urondo o Carlos Golderberg, quienes se suicidaron con pastillas de cianuro (para no tener que brindar información a las FF.AA., hecho que fue reconocido y relatado por los órganos de prensa de la guerrilla), y sin embargo también son recordados como desaparecidos.
D.R.: ¿Cuál es el objetivo de engrosar tan monumentalmente la cantidad de desaparecidos?
A.L.A.: Principalmente, tres cuestiones. Una, la que persigue la mayoría de los mitos del setentismo: demonizar una parte (a las FF.AA.) y santificar a la otra parte (las bandas terroristas). En segundo lugar, también se pretende construir una imagen que propagandísticamente sea funcional a los caprichos políticos. Por caso, el kirchnerismo siempre ha tratado de relacionar sus manejos con los setenta aunque no tengan relación alguna ni remotamente, como es el caso de la estatización del fútbol; más preciso, me refiero cuando Cristina Kirchner comparó a los desaparecidos con los goles, cosa que se deja ver solamente como ridículo, pero que es producto de los mitos y de la aceptación colectiva que cuentan, debido a que el carácter dogmático que tienen impiden cualquier intento de contrastación al respecto.
Por último, y yo creo que es el argumento de mayor importancia, si uno se sienta a analizar los informes de las propias bandas terroristas respecto a sus caídos durante toda la guerra de los 70, y suma esos guarismos, se llega a un número próximo a los 9 mil. Entonces, si por ejemplo tomamos los datos de la CONADEP (que es el más inflado de todos, con 8961 desaparecidos), y lo contrasta con la sumatoria de los desaparecidos reconocidos por la guerrilla, tenemos por conclusión que no hay un margen de error considerable en las operaciones contraterroristas (lo cual no quita, por supuesto, que haya casos inocentes, reprochables y lamentables desde cualquier punto de vista). No obstante, si uno toma por verdadera la cifra de 30 mil desaparecidos, y lo contrasta con los caídos reconocidos por las bandas guerrilleras, vamos a encontrarnos con un margen de error de más de 21 mil casos, lo cual es inaceptable por ser lisa y llanamente una mentira. Hay 21 mil “desaparecidos” que directamente nunca han existido. Entonces, si tomamos por verídica la versión de que hay 21 desapariciones que no tuvieron vínculos con las organizaciones terroristas, todo nos conduce a pensar que efectivamente hubo un plan sistemático de exterminio de disidentes y a la misma sociedad civil, cosa que, en definitiva, no fue así.
D.R.: ¿Por qué se insiste tanto en demonizar a las FF.AA.?
A.L.A.: Porque el populismo lo que necesita es polarizar. Cuando el kirchnerismo se hizo con el poder, subió en una coyuntura que no era estable, y al aplicar sus medidas populistas necesitó crear fantasmas o enemigos ficticios propios del imaginario patológico del populismo. Esto no es por simple azar; tiene por objetivo polarizar a la sociedad, y beneficiarse con lo mismo. La misma regla podríamos aplicarla al ensañamiento que existe con la Iglesia Católica, por ejemplo. En fin, es una práctica común del populismo, en donde está inmersa hoy en día la Argentina. La idea es inventar un enemigo, un enemigo débil a quien poder acusar de todos nuestros males, a quien poderle endilgar errores, tanto actuales como pasados.
D.R.: ¿Qué le podríamos decir a la gente, bienintencionada, que suele referirse a los 30 mil desaparecidos? Mucha gente dice, con buen espíritu, que da lo mismo que haya habido uno a 30 mil.
A.L.A.: Primero que nada que, efectivamente, de haber un solo desaparecido ya es una tragedia, cosa que yo comparto en plenitud. Pero si vamos a hablar de que atrás de la bandera política de los 30 mil desaparecidos hay una cuestión de marketing y publicidad, de ningún modo uno es lo mismo que 30 mil. Debido a que el espectro psicológico, en términos propagandísticos, que tiene el número 30 mil es muchísimo más vigoroso que uno solo. De hecho, si en esa guerra hubiera tenido lugar un solo desaparecido, en este momento no estaríamos hablando de este asunto. Por otro lado, no hay que dejar de lado que si bien estamos refiriéndonos a cuestiones numéricas, cada número representa una persona, por lo que también existe una cuestión moral por la cual uno debe llegar a la verdad antes que permitir que nos vendan números, ni permitir que con el dolor hagan política.
En fin, si hay tantos listados e investigaciones, que han sido trabajados con mucho esfuerzo, y que han arrojado resultados más o menos precisos, ¿por qué no usar esos mismos guarismos antes que ensañarse tanto con el número 30 mil? Y la respuesta de eso es, precisamente, que los 30 mil representan una cuestión estrictamente política. No se puede explicar de otra forma.
Para finalizar, David, me gustaría subrayar que yo no intento justificar ni defender absolutamente a nadie ni nada, puesto que no voy a justificar una metodología contraterrorista que es de suyo reprochable, cuestionable y condenable desde cualquier punto de vista. Sólo intento dejar atrás el mito, y denunciar el uso político del dolor ajeno. En este sentido rescataría las palabras de un ex guerrillero montonero como lo fue Martín Caparrós, quien supo expresar que “nunca se confirmó nada que se parezca a ese número, a los 30 mil, el cual se usa porque impresiona más. Creo que no es necesario poner cifras de las que no estamos seguros para que parezcan más. Tratemos de ajustarnos a una cierta verdad comprobable. Falsear la historia es lo peor que se le puede hacer a sus protagonistas. Es una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos.