Escribe: David Rey
EN EL NOMBRE DEL PADRE… Y DEL HIJO
El hijo del capo narco colombiano Pablo Escobar, Juan Pablo Escobar, ha contado a la prensa que aproximadamente su padre asesinó a unas 3 mil personas.
Entre otras cosas, confió:
– Le agradezco (a mi padre) haberme mostrado el camino que no debemos recorrer;
– Yo le he pedido perdón a muchas de los familiares de las víctimas de mi padre;
– Si mi padre estuviera vivo, yo estaría muerto. Su mayor acto de amor fue dejarse encontrar para que nosotros vivamos;
– Yo dije que iba a vengar su muerte y diez minutos después me di cuenta de que le traería lo peor a mi familia.
No puede dejar de extrañarme una cosa. Que el hijo del máximo narcotráficante de la historia de América sea infinitamente mejor persona que muchos hijos de terroristas montoneros y erpianos.
Nadie puede dejar de reconocer la honestidad y el dolor de una persona que acepta las cosas como son. No nos queda otra que separar mentalmente al malo del bueno, es decir, al padre del hijo.
Mas… cuando vemos a los hijos de los terroristas argentinos justificar y disfrazar el accionar delictivo de sus padres, ¿quién podría ser tan tonto de separar mentalmente a quien delinque (secuestra, mata, tortura) de aquél que lo reivindica?
Algo nos queda bien claro en toda esta historia: Juan Pablo Escobar no tiene absolutamente nada que ver con lo que hacía su padre, su dolor es genuino y debemos reconocer que su honestidad es clave en la búsqueda de justicia y reparación.