
Escribe: David Rey
Por estos días se armó revuelo porque se difundieron imágenes de integrantes de la Fuerza Aérea Argentina que, en una cena para celebrar el Día del Padre, en Mendoza, se divirtieron e incluso bailaron en compañía de mujeres vestidas con trajes de carnaval. Oh, qué obscenidad. Todos los medios de comunicación, al unísono, se hicieron eco de este “escándalo”, señalando cosas como que hubo “contacto corporal” de los uniformados con las bailarinas y de que las “autoridades” ya tomaron cartas en el asunto para “sancionar” a los “infractores”.
Estas líneas, no obstante, son para señalar lo verdaderamente ORGULLOSO que, como ciudadano, me siento de MIS soldados y lo profundamente avergonzado que me hacen sentir todos aquellos “moralistas” que observan con hipócrita “horror” que un papá militar celebre su día divirtiéndose y bailando (sí, así, divirtiéndose y bailando) con el mismo uniforme con el que está llamado a servir, a vivir y a morir por la Patria. Me honra profundamente, como argentino, que MIS soldados de la Fuerza Aérea hayan tenido la DECENCIA de NO SACARSE EL UNIFORME para divertirse, bailar y cantar. Me enorgullece profundamente: el uniforme, siempre puesto, en todo momento, y las botas bien atadas, como debe ser. Realmente reprobable resultaría que escondan el distintivo de la Patria para llevar a cabo cosas verdaderamente indecorosas, como las que señalaremos a continuación. Los muchachos, en Mendoza, no tenían nada que esconder, absolutamente nada. Los felicito, así se hace, carajo.
Pues bien… encarguémonos ahora de los fatuos “horrorizados”. Para empezar, una pregunta: ¿de qué se horrorizan? Por favor, que alguien me diga, en estos días de constante inmoralidad, de qué diablos se horrorizan. En lo particular, agradezco a Dios y a la Virgen María que la mujer que bailó en la cena fuera una MUJER y no un travesti. Repito: ¿de qué se horrorizan? ¿Dónde está la parte “horrorizable” en los videos difundidos? Yo vi varones vestidos con el uniforme de la Patria, afeitados, con el pelo corto, sin aritos ni otras boludeces, que aprovechaban un momento de relax para divertirse un poco. ¿O el soldado no tiene derecho a divertirse? (Conste que no pongo “a divertirse COMO TODO EL MUNDO” porque muchos sí que se “divierten” de maneras verdaderamente penosas).
El caso es que, COMO SIEMPRE ACOSTUMBRA ESTA SOCIEDAD PUTA Y DROGADICTA, otra vez le estamos tirando encima al uniformado todas nuestras mierdas de siempre. ¡El chivo expiatorio de siempre! Y todos se prenden, afanosos de arrojarle esa piedra milagrosa al pecador consagrado, al mismo tiempo que dicho “salvaguardador” piedrazo nos viene al dedillo para esconder o disfrazar los propios vergonzantes pecadillos, es decir, los que verdaderamente nos conminaron a vivir en el lodo desde hace cincuenta años, mucho antes de estos cuatro o cinco valientes consagrados a la Patria que al UNIFORME MILITAR no se lo sacan ni para bailar (no se lo sacan ni para morirse, y les pedimos que no lo tengan puestos el día que celebran el Día del Padre).
Esta sociedad puta y drogadicta (es decir, fácil, antihigiénica, manejable, corruptible), que se completa por varios y no pocos miembros de las Fuerzas Armadas, pone el grito en el cielo porque una mujer “semidesnuda” exhibió sus artes frente de uniformados que están celebrando, y celebrando el Día del Padre, nada menos (como pueden, quizás con los hijos a mil kilómetros de distancia, a quienes no podrán abrazar en su día porque, justamente, están sirviendo a la Patria). Mucho más indecoroso que esto, por caso, es el vergonzante silencio que las reputadas “autoridades” de las Fuerzas Armadas en general hacen respecto de los camaradas ilegalmente detenidos en el marco de los falsarios juicios de lesa humanidad. Por ejemplo, en la Fuerza Aérea, ¿cuál de todos los acomodados de arriba alguna vez se acercó para brindarle auxilio al excabo Julio Flores, secuestrado por la pantomima de los Derechos Humanos en un penal de Salta?
En efecto, a Julio Narciso Flores le atribuyen haber sido “el jefe de un grupo de tareas” cuando apenas tenía 18 años y se desempeñaba como un simple mecánico de la Fuerza Aérea. La “testigo” que lo mandó a prisión primero dijo que no lo conocía y, 13 años después, desde Francia -donde reside-, no sólo dijo que sí lo conocía, sino que, además, le atribuyó “una tonada porteña” a un tipo más salteño que las empanadas. Con este absurdo y burlesco argumento, a Flores lo condenaron a morirse de viejo en prisión, mientras sus camaradas de armas miraban para otro lado y ni siquiera se animaban a quejarse con una mísera carta de lectores.
A los muchachos de Mendoza los sancionan por haber bailado y hacer bromas con el uniforme puesto. ¿No será acaso que quienes condenan y sancionan a estos soldados se ven a sí mismos, y de ahí que conviertan algo tan inocente en un crimen a la moral? De hecho, si vamos al caso, los que sí “bailaron” obscenamente todos estos años -como buenas prostitutas- fueron las autoridades de las Fuerzas Armadas en general, que agacharon la cabeza frente del poder de turno y abandonaron al camarada nada menos que a los caprichos del enemigo terrorista. ¡Pues claro que se van a horrorizar cuando vean a un uniformado bailando, porque se ven a sí mismos!
Pero, por si hiciera falta ser más claro todavía, otra consulta: ¿a quién colgaría de las bolas el General San Martín, a unos simples soldados que celebran el Día del Padre y se divierten un poco como Dios manda… o a esos cobardes que se rindieron al peor enemigo de nuestra historia y bailaron y pisotearon – con el uniforme puesto, también – la sangre caliente de aquellos Héroes de la Guerra contra el Terrorismo que murieron presos y olvidados por sus propios camaradas? ¿Qué es más grave? ¿Qué es lo verdaderamente escandaloso? A José de San Martín, ¿qué le revolvería las tripas, a quién sancionaría?
Como periodista que hace años brinda cobertura a la despreciada cuestión de los Presos Políticos Argentinos (a nadie le importa, ni a la propia tropa), y como argentino que sufre en carne propia que en mi país tenga lugar semejante atrocidad, incluso en la actualidad, no puede menos que originarme el más enérgico rechazo esta nueva hipocresía con que parte de la sociedad argentina, el sector político, los medios de comunicación y las mismas Fuerzas Armadas vuelven a limpiarse el trasero con nuestros soldados, a quienes pretendemos exigirles que sean una suerte de monjes benedictinos mientras nosotros vivimos en la total falta de decoro permanente. ¿De veras es “grave” que un soldado baile en un videíto mientras tenemos Presos Políticos –a quienes debemos la victoria militar sobre el marxismo- muriendo secuestrados sin que a nadie le importe un pito?
Este humilde ciudadano les dice una cosa, a todos los “horrorizados”: primero, den el ejemplo, y después veo si les acepto las quejas. En principios, deberían aprender, los hipócritas que los critican y sancionan, que, con el uniforme puesto… ¡no hay nada malo que esconder! Y si te toca bailar, pues también ahí está uno llamado a demostrar que no se amilana y de que es el mejor, muy por el contrario de cómo se portaron los «de arriba» cuando tuvieron la obligación moral de salir a marcar la cancha por sus camaradas presos por los terroristas.
Nuevamente, me siento profundamente honrado por MIS soldados de la Fuerza Aérea Argentina, a quienes dirijo todo mi respeto. Con el uniforme se sirve, se vive, se baila, se combate y se muere. Con el uniforme se es padre, madre, marido o mujer, que no vengan estos hipócritas prostitutos, que San Martín fusilaría sin compasión, a decirles cuándo llevarlo puesto o no. ¡Con el uniforme de la Patria también se vive y se festeja, claro que sí, y las botas bien, pero bien atadas, que nadie sabe en este país cuándo carajo termina la fiesta y hay que salir corriendo, de nuevo, derecho a morir!
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