Por Manucho Noya Quintana
El escándalo (bah, en realidad, debería haber sido un escándalo pero desgraciadamente no pasa de una indignación momentánea que ya se está apagando) tuvo hoy un nuevo capítulo en el cual los medios de comunicación difunden la molestia de Mariotto por el caso.
Está muy bien que muestren que Mariotto está enojado. Lo que me sorprende es que nadie haga hincapié en el «por qué» de su enojo.
¿Lo enoja el uso electoral del Papa? Si. ¿Reconoce que es malo para el kirchnerismo? Si. ¿Le parece que no deberían haberse impreso los afiches? Si. Hasta ahí, todo bien. El problema es cuando explica los motivos de su descontento. ¿Le molesta por inmoral? No. ¿Le desagrada por oportunista? No.
¿Cuál es entonces el problema de Mariotto?
«Todavía no hablé con Albistur, creo que lo hace con buena intención porque es militante. Es un oportunismo que con la madurez que tiene la sociedad no gusta.»
Entonces, a Mariotto le jode por la sociedad. Por la supuesta madurez del votante argentino. No voy a entrar a debatir ahora sobre que tan maduro es el argentino al momento de votar porque no es el tema de este post. Es más, para no sacar de contexto a Mariotto, voy a asumir que lo que dice es cierto y que el argentino vota en forma «madura».
Si vivieramos en una sociedad menos madura ¿Se opondría? Si el votante fuera fácil de engañar ¿Estaría en contra? Si la ingenuidad fuera ley ¿Estaría bien engañar al pueblo? ¿No habría problemas con el oportunismo? ¿La moralidad de un acto depende de la comprensión o no de los demás? ¿A ese punto de cinismo llega Mariotto?
Si aprendiéramos a escuchar mejor a los políticos, a prestar atención a lo que realmente dicen, nos daríamos más cuenta de estas cosas.
Igual, le agradezco a Mariotto (como le agradecí en su oportunidad a Forster) por ser tan transparente.
Gracias Gabriel
Fuente: Yo, opinólogo