Escribe: David Rey
Todos los argentinos de bien nos sentimos aliviados, honestamente, con el grandísimo gesto de la excandidata a presidente Patricia Bullrich de sincerar el respaldo suyo y de su compañero de fórmula, Luis Petri, al candidato de la Libertad Avanza Javier Milei. Gracias a esto, Argentina vuelve a tener una oportunidad más para hacerle frente, con dignidad, al monstruo del kirchnerismo.
Pero, la verdad, es que tanto el apoyo de Patricia como de Luis garantiza algo mucho más importante que el presumible caudal de votos “macristas” que, con su apoyo, ahora confluirían al espacio de Milei y Villarruel. A fin de cuentas, el votante de Juntos por el Cambio ya naturalmente no precisa que sus excandidatos “les digan” a quién votar. El verdadero valor del apoyo de Bullrich radica en el ENORME EJEMPLO que nos dan a todos los argentinos respecto de tener la grandeza de espíritu de dejar de lado cuestiones personales y poner adelante lo más importante. Puede hoy, más que nunca, sentirse orgulloso de su candidata aquél que depositó en ella su confianza: la mujer sigue en la pelea, la verdadera pelea.
Lejos, pues, de los aciagos pronósticos que hacen los principales medios de comunicación sobre una “ruptura” dentro del macrismo a raíz del apoyo a Milei, el gesto de Patricia, en realidad, le prodiga al partido el favor más grande desde que se fundó, y que ni siquiera el mismísimo Mauricio Macri tuvo alguna vez la fortaleza (o valentía) de llevar a cabo: es que ahora, en lugar de romperse, lo que en realidad está ocurriendo es una “depuración” dentro de Juntos por el Cambio. Muy posiblemente -casi seguramente-, si el macrismo no se hubiera “contaminado” tanto de ese elemento pernicioso que hoy chilla receloso ante la grandeza de su líder, que da el portazo y coquetea, nada menos, que con el enemigo kirchnerista… no hubieran perdido jamás contra Fernández, Milei seguiría siendo un “gritón” en los canales y muy probablemente habría sido Juntos por el Cambio el ganador en primera vuelta el domingo pasado.
Sí, es así: el macrismo, gracias al “antibiótico” del bulrrichismo, ahora tiene vida para rato. Se está librando de los parásitos oportunistas.
Concesiones
El perfil del votante “natural” de Juntos por el Cambio respecto del de La Libertad Avanza no guarda demasiadas diferencias, de ahí que tampoco las tengan sus más representativos dirigentes políticos. La cosa, grosso modo, se podría sintetizar como conservadora, católica, provida y de clase media (o, bien, aspirante a ella). Si bien Milei se define a sí mismo como “liberal libertario” (algo que una persona de derecha observa con cierta desconfianza) y ha ventilado por todos lados ser el artífice del máximo triunfo del liberalismo en cien años -lo cual es cierto-, no estaríamos exagerando si aseguramos que el 90% de su caudal electoral no es liberal sino conservador. Incluso es posible que Juntos por el Cambio haya tenido más votos “liberales” que La misma Libertad Avanza.
Eso sí, atentos a una cosa: la debacle del macrismo comenzó con las excesivas concesiones que durante todos sus años de existencia fue ofreciendo en virtud de una existencia periférica y de relleno que lo terminó llevando al fracaso (ni siquiera fue reelecto). Si bien Juntos por el Cambio el día de mañana tendrá no sólo el derecho sino también la obligación de exigirle a La Libertad Avanza los respectivos lugares que ambiciona (y que merece), debe el partido de Milei tomar recaudos de antemano -algo que, por la cercanía ideológica- no parece demasiado complicado.
La Libertad Avanza -hay que decirlo- también tuvo un gesto de grandeza (casi) como el de Patricia: el de pedir ayuda y el de pedir perdón. Milei tuvo que bajarse de su caballo sagrado, dadas las circunstancias, y aceptar no solamente que él solo no podía, sino que este mismo país los necesita juntos. Pero esto también puede traer aparejados beneficios para el incipiente partido de Milei, es decir, no solamente termina beneficiado Juntos por el Cambio tras su maravillosa depuración. Es que, de ahora en más, La Libertad Avanza podría pasar a contar con un aliado en el Congreso y, por qué no, con no pocas figuras honestas que incluso emigren del macrismo al mileísmo y que sirvan, justamente, para subsanar o, bien, prestigiar el últimamente desdibujado espacio político, y nada menos que por parte de algunos de sus exuberantes referentes. La Libertad Avanza podría, el día de mañana, cambiar el “es lo que hay” con “es lo que había”.
Lo que no se puede concesionar
Por más que los medios masivos de comunicación no lo digan y lo callen sistemáticamente, lo que al grueso del votante de Milei le preocupa y lo que lo llevó decididamente a votarlo son tres aspectos fundamentales: acá nadie está en contra del Estado, pero sí de la prepotencia del mismo; acá todos hablan en castellano y no en “lenguaje inclusivo” (es decir, acá todos votaron contra la pérfida ideología de género y todas sus pestilentes ramificaciones); y acá todos, pero absolutamente todos, le votaron a Milei para que nos represente en nuestra irrevocable decisión de hacerle frente a la -por los medios “aclamada”- Agenda 2030 y todo su empaque despoblacional, empobrecedor y pedófilo. Votaron a Milei para ser libres, dignos y soberanos, y su trabajo posterior -en caso de ser ungido presidente o no- no debe moverse un milímetro de estas “directrices” fundamentales, las que garantizan su vigencia política.
De ahí que el único resguardo a tener en cuenta ante un hipotético (e inevitable) “mestizaje” con Juntos por el Cambio debe ser no violentar de ningún modo estas consignas, además de otras pero que ya entran en un terreno un tanto más criterioso y que aquí sería largo desandar. Si bien, como dijimos, en esencia Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza tienen muchas más semejanzas que discrepancias, no debemos olvidar que el entonces PRO tuvo un presidente que prometió lo que no cumplió, que impulsó ciegamente la agenda del aborto en Argentina (algo que ni sugirió a sus votantes) y que terminó su mandato comenzando sus últimos discursos con el ridículo “bienvenidos y bienvenidas”.
Todos ponderamos aquí el enorme gesto de Patricia Bullrich y de Luis Petri. Argentina necesitaba verlos así, este país necesita que haya políticos así, que se pongan la celeste y blanca arriba de los colores de sus partidos políticos y de sus propias ambiciones personales. Sólo sabe Dios cuánto vale eso. Es un gesto tan increíble que seguramente marcará un antes y un después no en este proceso electoral sino en la historia misma de este país. Pero, eso sí… son bienvenidos, de todo corazón y muchas gracias, pero que la cosa no venga con ninguna sorpresita. Acá ya hablamos castellano (ya están todos «incluídos»), queremos acabar con el genocidio del aborto y, ante toda las cosas, somos orgullosamente ARGENTINOS que se rompen el lomo laburando y que no aceptan que ningún enfermo mental nos venga con el cuento de ninguna agenda… o cosas por el estilo.
Victoria Villarruel: «Estamos totalmente en contra de la Agenda 2030»:
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