Por Alejandro Sala
El consultor político Carlos Fara presentó, en un seminario realizado recientemente en la UCA, una encuesta que muestra que el 45 % de los votantes desearía que el próximo presidente no sea peronista ni kirchnerista, que el 28 % querría que sea kirchnerista y el 15 % que sea un peronista no kirchnerista, con un 12 % que no se pronunció.
Según esta encuesta parecería despejarse el camino como para que la próxima elección presidencial sea ganada por un candidato no peronista. Pero esta hipótesis choca con el supuesto, bastante extendido, de que el único partido que está en condiciones de gobernar, sin que la situación del país se descontrole, es el peronismo. Respecto de esta aparente contradicción Fara respondió que <<cuando uno no encuentra en la góndola lo que busca, se inclina por un segundo mejor>>.
Esto significa que si no hay un candidato no peronista que pueda asegurar la gobernabilidad, el electorado presumiblemente se inclinará por alguna alternativa peronista que presente un perfil tolerable. Y aquí entra la otra observación de Fara en relación a este tema: <<Massa es el menos peronista de los peronistas>>.
Este conjunto de datos y análisis nos permite elaborar algunas reflexiones aclaratorias al efecto de comprender con mayor claridad el proceso político actualmente en curso.
Se ha instalado, en el escenario público, el debate acerca de si el peronismo es un activo o un pasivo para nuestro país. Es innegablemente cierto que, hasta el momento, el peronismo ha sido la única corriente en condiciones de asegurar la gobernabilidad… y ése es un argumento en su favor. Pero, como contrapartida por ese servicio, el justicialismo trae aparejados gravísimos vicios.
El punto en cuestión, que comenzó a atraer en forma quizá imperceptible la atención de la sociedad, es que si los beneficios que el peronismo proporciona justifican convalidar los perjuicios que conllevan. Como ejemplo de que este tema se está instalando en el debate, cabe mencionar – aunque parezca trivial, no es un hecho casual sino que es muy significativo – el sketch satírico titulado “La familia peronista” que el periodista Jorge Lanata emite en su programa semanal. Que el peronismo de lugar a semejante expresión burlesca demuestra que la población le ha perdido completamente el respeto al movimiento fundado por Perón.
Sucede que, a pesar de eso, la amplia mayoría de las expresiones electorales exitosas siguen correspondiendo a diferentes corrientes emparentadas con el peronismo. El justicialismo está identificado con el populismo, el clientelismo, el afán por el poder como fin en sí mismo, la falta de principios, la corrupción, la inescrupulosidad… Eso explica por qué la mayoría de la población desea que el próximo presidente no sea peronista. Pero – y acá viene la paradoja – es también porque tienen esas características que la misma gente tiende a admitir que sólo los peronistas están en condiciones de gobernar sin que el país se incendie. La sociedad argentina se debate entre esas impulsiones contradictorias.
Dentro de este esquema adquieren significación las consideraciones de Fara referidas al “segundo mejor” y a la condición de “menos peronista de los peronistas” que caracteriza a Sergio Massa. Parecería que la sociedad argentina está comenzando a transitar por un incipiente proceso de desperonización, de superación de lo que el peronismo representa.
Es decir, hay un deseo de encontrar una fórmula donde la gobernabilidad no esté comprometida, pero sin que eso implique tener que convalidar las inmoralidades inherentes al peronismo. Lo que está en tela de juicio, en definitiva, es el “roban pero hacen”.
Sergio Massa es, precisamente, una manifestación de este sentimiento. Como no hay margen aún para prescindir del peronismo, pero como a la vez hay una voluntad de dejar atrás lo que el peronismo representa, quien capitaliza políticamente ese sentimiento ambivalente es “el menos peronista de los peronistas”. No obstante, la película aún no terminó. Por ahora, el proceso de desperonización es incipiente. Con el transcurso del tiempo cabe conjeturar que la aspiración de superar lo que el peronismo representa se acentuará. Entonces, probablemente, subirán al primer plano otros actores políticos.