«A pesar de su pobreza conceptual, el macrismo es más respetuoso de los votantes que los demás partidos. Por ahora, eso le alcanza para marcar y sostener una diferencia».
Escribe: Alejandro Sala*
La situación general del país no solo no ha mejorado, sino que, objetivamente, ha empeorado desde que Mauricio Macri accedió al gobierno, hace ya casi cuatro meses. La inflación es más elevada, la pobreza ha aumentado según la UCA, los servicios son más caros, entre varias otras circunstancias negativas que se han producido en los últimos meses. Los opositores más radicalizados perciben estos hechos y los recalcan, especulando con extraer beneficios de la supuesta disconformidad de la población con la gestión del gobierno.
Sin embargo, estos ataques no hacen demasiada mella en la posición política del gobierno. La razón de esto se ubica en el propio modo de proceder del oficialismo. Macri y sus colaboradores no niegan las dificultades con las que se encuentran, no intentan mentir sobre la naturaleza de los problemas, no esconden la realidad ni rehúyen su responsabilidad para afrontar las circunstancias. Por ejemplo, mientras el gobierno anterior negaba la inflación y atribuía a los empresarios la responsabilidad por los aumentos de precios, Macri ha declarado en varias entrevistas que es consciente del fenómeno inflacionario y que el principal responsable de resolver el problema es el gobierno. La diferencia de actitud es muy notoria y eso opera ampliamente a favor del crédito del gobierno. Entonces, los opositores que intentan desgastar al oficialismo aprovechando las dificultades aún sin solución, siembran en tierra árida porque el gobierno, al hacerse cargo de los temas pendientes, despierta una expectativa favorable.
La clave de todo esto es que el macrismo hace un buen manejo del acto de decir la verdad como instrumento de acción política. Hay quienes critican al gobierno porque “no tiene una buena estrategia de comunicación”. Pero esa es una mirada superficial. Quizá se podría mejorar algún detalle técnico de la metodología de comunicación del oficialismo, pero el concepto general es eficaz: si hay problemas, los admiten y procuran trabajar para resolverlos. Si las soluciones implementadas no son las óptimas y reciben críticas, están abiertos a introducir las correcciones que correspondan. Si es necesario negociar para obtener consenso, se abren instancias de diálogo. Si hay que ceder para alcanzar un acuerdo, se busca un punto de convergencia.
Es muy difícil para la oposición, en este contexto, hacerse espacio por medio de una estrategia de ataque frontal contra el gobierno. Cuando Sergio Massa, por ejemplo, intenta motorizar una iniciativa tendiente a promover una inmediata reformulación del impuesto a las ganancias, o una ley para prohibir los despidos, actúa como si el gobierno no supiera o no se hiciera cargo de que la carga impositiva es elevada o que hay pérdida de fuentes de trabajo. Pero la población percibe que el oficialismo admite que estos problemas están vigentes y que está trabajando para resolverlos. La estrategia de Massa sería efectiva si el gobierno negara que todo esto está ocurriendo, o hubiera fracasado en resolver esas dificultades. Pero como el macrismo reconoce la realidad y se hace cargo, la estrategia de “ir al choque” contra el gobierno revierte en perjuicio de quien intenta arrinconarlo.
La explicación de este fenómeno es que, después del ciclo kirchnerista, gran parte de la población se ha hartado de la mentira, de la hipocresía, de la impostura. El macrismo tiene innumerables defectos en su gestión, hay infinidad de puntos cuestionables en el modo de elaborar soluciones a los problemas, pero nunca los niegan, no buscan culpables externos, se hacen cargo de sus responsabilidades. Como los demás siguen teniendo actitudes que no son auténticas, la mayoría de la población concluye por preferir a quien le habla con franqueza.
El punto tiene más que ver con los valores políticos que con los contenidos específicos de la gestión. A pesar de su pobreza conceptual, el macrismo es más respetuoso de los votantes que los demás partidos. Por ahora, eso le alcanza para marcar y sostener una diferencia. Lógicamente, con el transcurso del tiempo, aparecerá la demanda de resultados concretos. Este es el punto en el cual los opositores podrían encontrar un espacio para cuestionar al macrismo, siempre que acierten el enfoque que deben darle. El problema es que quieren “correr” al gobierno “por izquierda” y fracasan en ese punto porque el oficialismo no tiene inconveniente en “correrse” moderadamente a la izquierda si lo considera necesario.
El defecto esencial de la gestión del gobierno es que no tiene la voluntad política de promover una reforma estructural del ordenamiento económico. El macrismo está cómodo dentro del régimen estatista vigente, al cual prefiere mantener sin cambios profundos, pero dándole más transparencia, honestidad y eficiencia. El problema es que el régimen económico vigente es un lastre insuperable para que la economía crezca genuinamente. Si la oposición quiere erosionar la base de sustentación política del gobierno, debería “golpear” sobre esa falencia. Pero eso implicaría “correr” al oficialismo “por derecha”. Si nadie sigue ese camino, el futuro, tanto político como económico, seguirá siendo incierto y las consecuencias de esa incertidumbre son imprevisibles.