El vergonzoso chillido de la izquierda argentina

247

<<Necesitan inventar para tener algo que decir; ensuciar para ellos estar limpios; mentir para saber en qué creer>>.

Para una lectura más amena, recomiendo imprimir PDF
PDF para dispositivos móviles (letra grande)

La izquierda argentina – la más virulenta – ruge a lo tigre, pero apenas lanza algún zarpazo de gatito… y, cuando menos lo pensamos, termina recónditamente encogida como una rata. Desde apuntar al papa Francisco ya no sólo “como al verdadero opositor” sino como al mismísimo diablo (el matutino Página 12 publicó en tapa, y con horror, al día de la nominación de Bergoglio, un titular que bramaba “¡Dios mío!”), a pretender “apropiarse” de la figura papal y a levantar cariñosas gigantografías del Vaticano como ordenara que se hiciera el ministro de comercio Guillermo Moreno en el Mercado Central; en fin, de ordenar al embajador Juan Pablo Cafiero a que interceda ante los cardenales para que no elijan a quien “tenía vínculos con la última dictadura”, a procurarse las mejores fotos con el Papa – mueca de llanto y todo… hay una compleja historia de por medio. Y cualquier desprevenido habría de pensar que la misma tuvo lugar en, al menos, un siglo de arduas negociaciones. Quién no se caería de la silla, empero, al enterarse que semejante vuelco se dio en menos de un par de días.

Acaso la buena noticia sería que el nuevo Papa ya comenzó, con éxito inigualable, el dramático proceso de evangelización de aquellos sectores reacios al Vaticano. Si tomamos en cuenta la actitud de un gobierno anticlerical que dejó de asistir a los Tedeums anuales y que ahora se apresta en primera fila para celebrar la entronización de la sotana enemiga, bien podríamos creer que tiene lugar una redención por parte del oficialismo. Pero esta peripatética metamorfosis de tigre en laucha tiene un fundamento que, tristemente, se explica de forma menos ingenua.

La asunción de Francisco ha causado mucho ruido, es cierto, y siempre los ruidos provocan que las ratas se movilicen confusas y despavoridas. Encima el Papa toma la posta con que quiere “una Iglesia pobre para los pobres”; más ruido todavía. Los pobres, o – más preciso – la pobreza: el principal bastión del populismo, peligrosamente seducido por la humilde retórica del jesuita entronizado. Mientras que unos corrieron a refugiarse y a tragar saliva en la oscuridad de sus madrigueras, otros redoblaron la criminalización del Papa y se aventuraron ciegos a un suicidio de novela. El “ex” terrorista Horacio Verbitsky – ahora devenido en paladín de los derechos humanos y acaso olvidado de los crímenes por él mismo cometidos durante sus años de militancia montonera – ha procurado desde su espacio en Página 12 una rencorosa relación de hechos que insiste en vincular a Bergoglio al gobierno de la última Dictadura Militar.

Además de falaces e hipócritas (proviniendo de un asesino acusado de haber trabajado para la Dictadura – según informe del investigador Laje Arrigoni), las denuncias de Verbitsky, que ya fueron sobradamente desmentidas hasta por los mismos curas secuestrados por Massera – también pecan curiosamente de “inoportunas” y de “oportunistas”. Inoportunas porque llegan para empañar esa profunda alegría tan argentina como católica de ver entronizado como papa a un connacional, porque buscan desbaratar la renovada esperanza de mil doscientos millones de fieles y porque sencillamente no es el momento indicado para traer a recuento asuntos por él mismo ya esbozados tiempo atrás sin mayor efecto que un mezquino impacto mediático. Por otro lado, las acotaciones del “ex” terrorista “el perro” son denodadamente “oportunistas” toda vez que con las mismas aprovecha para “prenderse” del éxito de Bergoglio en aras de rasguñar un renombre que hoy pocos tienen en cuenta, porque – insidiosas – se suman a todo un mar de complicaciones que tendrá que afrontar el nuevo Papa (la Iglesia no está en buenos momentos, es verdad) y porque intentan revivir un meollo de cuestiones para ensuciar a Bergoglio con la sangre de un pasado en el que Verbitsky no puede, menos que nadie, “tirárselas” de santo o inocente.

Pero a Verbitsky, como a muchos, les terminó saliendo el tiro por la culata. Su desenfado anti-Bergoglio provocó que se realizaran investigaciones serias y que se indagara – incluso – a los mismos protagonistas de la historia, es decir, a los dos curas que fueron presos durante el Proceso y que “el perro” insiste con que el ahora Papa los “entregó”. Digan lo que digan Página 12 y 678, los curas fallaron a favor del Papa.  Y no sólo ellos; incluso dentro de la misma izquierda se oyeron voces al respecto. El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, salió en las portadas de prácticamente todos los matutinos desmintiendo categóricamente a Verbitsky. También hubo algunos que obraron un tanto más torpemente, como el Director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien luego de decir que “no puede ser” que “compañeros” del oficialismo celebren la elección de Bergoglio, intentó rectificarse con un “no quise decir lo que dije”.

Por otra parte, el filósofo ultrakirchnerista José Pablo Feinmann “justificó” el ambiguo proceder de la Presidente al asegurar que “Cristina se está jugando la apropiación de Bergoglio”. En otra sintonía, Jorge Altamira, líder del PO, en una nota del programa “A dos voces” de TN, ilustró una tragicómica demonización del Vaticano que ocasionó el enternecimiento de las miradas de sus eventuales compañeros de mesa, Gabriela Michetti, Adolfo Rodríguez Saá y Margarita Stolbizer. <<El verdadero cambio es la izquierda>>, finalizó Altamira, abochornado, para darle un broche de oro al papelón que acababa de cometer. Pero la frutillita del postre la habría de dar, nada menos, que la empresaria corrupta y titular de Madres de Plaza de Mayo Hebe Pastor de Bonafini, quien luego de difamar durante años a Bergoglio, “tomando” incluso la Catedral de Buenos Aires y llegando a defecar en el altar de la misma, ahora da un giro de 180 grados y se suma devotamente tras la sotana de “Don Francisco” (como ella lo llama). “Yo no sabía de su trabajo pastoral”, se excusa. Posiblemente no lo sabía porque estaba distraída robándose la plata del plan “Sueños Compartidos”.

En fin, los mismos “pastores” de la izquierda acaban de facilitarle al papa Francisco la mejor prensa posible que lo reivindica ante sus fieles. Han mostrado a la izquierda y al kirchnerismo tal como son: un nido de ratas. Gruñen como tigres, en un principio, y terminan chillando como roedores, cuestionando lo poco de bueno que nos pasa como argentinos, desdiciéndose entre ellos, desdiciéndose ellos mismos, aprovechando el más mínimo momento para destilar propaganda, justificando lo injustificable, pasando del insulto a la devoción, de la encendida enemistad al regalito y las fotos. ¡Con razón Bergoglio pidió que no fueran a su asunción…!

Conclusión

Honestamente, la izquierda debe procurarse mejores referentes. No digo que estén necesariamente asociados con Dios, pero mucho menos que lo estén con el diablo, como por ejemplo es el caso de Verbitsky, “ex” terrorista que cuando tuvo que matar mató sin que le tiemble el pulso, y ahora lloriquea como una monja carmelita por cuestiones maquinadas dentro de su enferma cabeza. Un asesino que permanece impune por los crímenes por él mismo cometidos (lo cual insulta a nuestra Justicia), no puede bajo ningún criterio venir hoy a darnos clases de moralidad o DD.HH. Y como él, ¿cuántos otros completan la lista de matadores devenidos en paladines del amor al prójimo?

La izquierda, mal que les pese, hoy está henchida de perversión. Sus máximos exponentes poseen una escala de valores humanos tan específica como distinta al común de la población: necesitan inventar para tener algo que decir; necesitan ensuciar para ellos estar limpios; necesitan mentir para saber en qué creer. El referente de izquierda tanto como el kirchnerista – si media alguna diferencia, están enseñando a sus seguidores que no es tan importante, por ejemplo, que Bergoglio haya entregado a los curas como “desear ardientemente” y hacer todo lo posible porque así lo haya sido. No les importa que la década del 70 haya sido sangrienta; al contrario, «quieren” que haya sido así, como la cuentan, más allá de que sea cierto o no. No quieren la verdad; quieren “su” verdad.

Mientras que la Iglesia, más allá de todo lo que con razón podamos reprocharle, hoy está dando un ejemplo histórico de unión (pasaron mil años para que el “papa” de los cristianos ortodoxos, hoy Bartolomé I, asista a una entronización del Vaticano; por otra parte, Francisco ha dicho que lo más importante es “intensificar el diálogo con el Islam”), la izquierda local fomenta con desenfado el desencuentro y el odio entre los argentinos. Por supuesto que revertir esto último exige un tiempo de recambio y humildad, algo que no se ve para nada en la manifiesta hipocresía de aquellos que pasan del abucheo a la emoción en cuestión de horas.

Ojalá los argentinos seamos lo suficientemente inteligentes para saber observar el auto-desenmascaramiento que propiciaron las “ratas” de izquierda. Así como todas las facciones políticas tienen referentes de los cuales avergonzarse, ojalá el día de mañana exista en Argentina una izquierda renovada con el valor de aceptar que las nefastas figuras actuales… son la peor vergüenza que han sabido superar.