
Escribe: David Rey
Si a Santiago Cruz lo hubieran raptado los extraterrestres, su historia no sería tan espeluznante. Lo que empezó como la simple pinchadura de una de las gomas de su motocicleta, terminó con él intubado en grave estado y con la familia pidiendo desesperada a los médicos que lo salven, por favor. Es que el joven, de 23 años y solamente la escuela primaria terminada, es el único sostén de su propia familia, la que incluye una hija, una hermana y dos padres ya a la buena de Dios, como prácticamente todo en la provincia de Santiago del Estero.
La tarde del 21 de octubre, en horas que terminaba su trabajo como “jornalero” y debido al desperfecto mecánico, Santiago no tuvo más remedio que disponerse a regresar a su casa a la vera de la Ruta 1, en la localidad de Beltrán (a 30 kilómetros de la capital) a pie y arrastrando su motocicleta. Fue entonces cuando lo atropelló, “por atrás”, una camioneta Ford “de las viejas”, provocándole traumatismos graves en sus dos extremidades. Desde el Hospital Avellaneda lo derivaron de inmediato al Hospital Regional Ramón Carrillo, donde tras constatar la gravedad de las lesiones en sus piernas -según confiaron familiares a DAVIDREY.com.ar– descartaron, sin embargo, que el paciente tuviera riesgo de vida. Esto no obstó para que, con idea de aplacar los gritos de dolor de Santiago “y para que se quede quieto”, los médicos capitalinos se decidieran por intubar al paciente, dormirlo y disponerse a esperar por una evolución que, tras veinte días, desembocó en la actual complicación respiratoria que amenaza con apagar su vida.
“Entró solo con pérdida de sangre en el fémur izquierdo, no tenía golpes en los pulmones, nada serio. Ahora nos dan un cuadro respiratorio”, contaron a este medio. “Nosotros siempre le preguntamos a los médicos que por qué no le sacan el tubo, tenemos miedo de que le traiga una infección; y nos responden que es porque el paciente no se queda tranquilo, no se queda quieto, que así es como lo quieren estabilizar”.

Peor que a un perro
Según testigos, la persona que atropelló a Santiago respondería al nombre de José Oscar G., un “tipo grande” que hace poco habría atropellado también a una joven. No solo que G. habría estado borracho al momento de protagonizar este hecho, sino que, además, se dio a la fuga de inmediato en lugar de asistir al joven que acababa de arrollar. Pero, por si algo le faltaba a esta historia -siempre según las fuentes-, por alguna inexplicable razón no tomaron la denuncia de este hecho en la Comisaría 46 de Avenida San Martín.
“Ahí es tierra de nadie. Ellos manejan todo”, dijeron a este medio, “y como somos una pobre gente trabajadora, es como si fuéramos perros; no hacen nada”. Quizá esto mismo también explique la razón por la cual semejante suceso no fue registrado por medios santiagueños, viéndose la familia de Cruz en la obligación de apelar a DAVIDREY.com.ar -medio santafesino- a fin de dar a conocer los detalles de tan desgarradora secuencia de hechos que les tocó vivir.

¡Intuben!
Este mismo medio consultó por su cuenta respecto de cuál sería la lógica de intubar a un paciente que no presenta mayores complicaciones respiratorias, como fue en rigor el caso de Santiago. “Ninguna”, respondió un médico especializado, “a no ser que el paciente no pueda respirar por sus propios medios, pero esto es algo que tiene que quedar registrado en la historia clínica”, algo que, por cierto, no les consta a los familiares del damnificado. «Lo correcto habría sido proceder con un plan de analgesia o intentar sedación», precisó la fuente.
Por otra parte, también resultó novedoso el hecho de que durante el tiempo en que no corría riesgo de vida, no se le hubiera practicado al paciente la operación que necesitaba en sus dos piernas quebradas, algo que “debería haberse llevado a cabo dentro de las 48 horas”. El caso es que tras veinte días intubado “para que no grite”, la salud de Santiago Cruz se deterioró de modo notable, al punto de que ayer (08 de noviembre, 18 días después de ingresado), el paciente tuvo que ser colocado “boca abajo para que los pulmones le funcionen mejor”. Hoy, 09 de noviembre, comunicaron a DAVIDREY.com.ar que su estado sigue siendo muy grave, aunque los médicos le dijeron que hubo “una leve mejoría”.
Lo que debería haber sido… y lo que debería ser
No solo la policía y los medios desatendieron a Santiago Cruz tras el terrible atropello que padeció. Y esto es así porque la familia también se vio en la obligación de buscar un abogado por fuera de la provincia de Santiago del Estero, de ahí que el profesional consultado fue el doctor cordobés Mariano Ludueña. A este mismo medio, Ludueña indicó que la persona que atropelló a Santiago debería enfrentar cargos por “lesiones gravísimas en concurso con abandono de persona; no solo tendría que estar preso o con pedido de captura, sino que, además, el vehículo ya tendría que haber sido secuestrado y habérsele realizado exámenes al embistente para determinar si estaba bajo el influjo de alcohol o drogas al momento del siniestro”. En este sentido, Ludueña precisó que “el fiscal tendría que haber actuado de oficio. Desde los que no tomaron la denuncia por el atropello, pasando por el fiscal de turno, el comisario a cargo de la dependencia hasta el gobernador, son todos responsables de las lesiones con abandono de persona en perjuicio de Santiago Cruz”.
En cuanto a la deficiente atención médica que recibió el paciente y que derivó en su delicado estado de salud actual, el cordobés indicó que en caso de Cruz fallezca se deberá imputar por “homicidio culposo” a las autoridades del hospital y, de quedar con secuelas a causa de esto mismo, por “lesiones gravísimas”. Por último, y dadas todas las irregularidades que tuvieron lugar, Ludueña se animó a sentenciar: “No hay ninguna duda de que el abandono de persona en perjuicio del paciente es fruto de una connivencia entre los directivos del hospital y el poder político de la provincia de Santiago del Estero”.
Considerando las circunstancias, es dable pensar que la decisión de intubar a Santiago Cruz haya respondido a la decisión de callar muchas cosas más que un grito de dolor, el mismo que deja al desnudo todo un sinfín de irregularidades e injusticias.

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