Jaque al sistema: médica denuncia «protocolos criminales» y cuenta la verdad del COVID

La doctora Marta Charadía cuestionó el uso del paracetamol y, respecto del actual incremento de casos, sugirió que se debe a los efectos adversos de las vacunas.

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Escribe: David Rey

“No puedo permanecer callada porque veo todos los días lo que se ha provocado en la población”, confió de arranque a DAVIDREY.com.ar la doctora Marta Charadía, médica clínica de la ciudad de Urdinarrain (provincia de Entre Ríos, Argentina). La mujer tiene una óptica distinta, opuesta, sobre lo que se cacarea hace tres años en los medios masivos de comunicación respecto del COVID y sus muertes, y es que si bien no reniega de la existencia de una enfermedad sí pone el foco en la manera en que se procuró (o no) contrarrestar la misma.

“Los médicos no utilizaron, en su momento, sus conocimientos”, dijo y, de inmediato, exhortó: “Por favor, lean el libro de fisiopatología, lean qué es lo que produce el organismo en contacto con algo externo. Lean eso y van a ver cuántas cosas produce la reacción inflamatoria y cuánto daño nos puede producir si no la frenamos”. Si bien la médica estimó que “recién ahora [los médicos] se están dando cuenta” dejó en claro la inocuidad del uso de paracetamol al momento de contener cualquier afección más allá de una fiebre.

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Receta para no curar: paracetamol en lugar de ibuprofeno

“No me lo podía callar”, ilustró a este medio lo que le tocó vivir en medio de la pandemia. “No había forma de que escucharan otra voz que no fuera la del protocolo criminal [de la Organización Mundial de la Salud (OMS)] que nos decía ‘quédese en su casa y tome paracetamol’, sabiendo que es una droga que no tiene efecto antiinflamatorio”. Sin amilanarse, la médica insistió: “Yo me atrevo a decir que esto fue criminal. No preciso ser médico para darme cuenta de que si, con la gripe A, tomábamos dimensión de que a los pacientes había que darles corticoides, antiinflamatorios y antibióticos para que no se contaminaran con alguna bacteria… ¿Y cómo…? ¿Ahora [con el COVID] había que darles solamente paracetamol? ¡Paracetamol! ¡Por favor, les pido que lean! El paracetamol sólo es para bajar la fiebre, no tiene ningún efecto antiinflamatorio”.

Respecto de esto último, la entrevistada supo redundar: “Durante la gripe A, lo que nosotros veíamos era exactamente lo mismo que debíamos buscar con el COVID. Sólo que nadie se acordó de que aquello y esto, eran la misma cosa o muy parecidas. Era un cuadro inflamatorio que comenzaba en la vía aérea superior que, si no era atacada desde el principio con antiinflamatorios, muy probablemente llegaba a producir ese mismo proceso inflamatorio, con edema, en los pulmones, es decir, donde podría haber alguna complicación”.

Para mayor precisión, Charadía argumentó: “¿Cuál es la diferencia clínica entre una neumonitis y una neumonía? Es que, en la primera, la que vemos desde la gripe A hasta el COVID, el aire entra al pulmón, pero se auscultan burbujeos, por decirlo en criollo. En la neumonía bacteriana, se siente un silencio, no se ausculta la entrada de aire. Los italianos, cuando empezaron a hacer autopsias, descubrieron que era una neumonitis, es decir, un proceso inflamatorio que podía destruir la base del pulmón” y, para el cual, por recomendación de la OMS, no se indicaron ni antiinflamatorios ni antibióticos.

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¿Nuevos casos de COVID o efectos adversos de las vacunas?

Charadía no desmiente la suba de “casos” de COVID actuales (y que todos los días ocupan la plana principal de los medios de comunicación), pero, otra vez, lo mira desde una óptica combativa: “Yo no sé si es COVID”, dudó. “Estamos viendo congestiones de vías aéreas superiores, sí. Pero yo no voy a mandar a hisopar a nadie y antes me van a tener que venir a descuartizar como a Tupac Amaru”.

Seguidamente, la médica completó: “También se están viendo cuadros gastrointestinales, lo cual también es provocado por una proteína que contienen las vacunas [contra el COVID], una proteína en espiga. Esa proteína produce un cuadro inflamatorio permanente a nivel intestinal, sobre todo, y a nivel de la vía aérea. Sí, vemos un aumento de casos actualmente… ahora, ¿es COVID? ¿Por qué mejor no se habla de los efectos adversos que producen las vacunas?”.

En rigor, Charadía los correlaciona con la ola de “repentinitis” (muertes repentinas por causas de índole cardíaca) que tiene lugar por estos días en una proporción tan inaudita como indisimulable (todos los días un famoso es noticia porque se desmaya y se muere). Pero va un poco más allá y también se hace eco del incremento del cáncer en la ciudadanía (que, según Infobae, aumentó un 80 % en personas jóvenes). Para la médica, la particularidad es que, “cuando se detectan los cánceres, después de las inoculaciones, se los detectan en un estadio tres o cuatro, es decir, incendiados; ya estamos hablando de los últimos dos estadios. Es un tema que nos llama mucho la atención” (en este sentido, DAVIDREY.com.ar ya supo consignar el testimonio de la doctora Gabriela Zambrano, la cual afirmó que los pacientes, después de la vacuna, “llegan con metástasis en todos lados”. Leer AQUÍ).

Los protocolos de los sabios de Sion

“Yo sé que van a decir que soy conspiranoica”, confió Charadía, “¡pero lo que yo digo ya está escrito y no lo escribí yo!”. Es que para la médica todo lo vivido estos últimos años se corresponde con un plan minuciosamente diseñado para controlar y explotar a la población. Así lo detalló, sin mediatintas: “Más que una farsa esto forma parte de un plan mundial que fue escrito y diagramado en 1897, en la ciudad de Basilea (Suiza). A raíz de esa distribución de los deberes, de cómo se debía manejar el mundo y a nosotros, conocemos el libro que se llama ‘Los protocolos de los sabios de Sion’”.

“Está todo escrito”, continuó: “cómo van a manejar la prensa, el oro, los minerales, cómo van a manejar la justicia, los jueces, los abogados. Está escrito. No lo inventé yo, está escrito. Hay un plan, y el plan fue nuevamente escrito por Robert Magnamara, secretario de Estado de EE. UU., en 1968, pero el que lo dio a la luz fue otro secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en 1974, cuyo título es ‘Nuevo Orden Mundial – Control de la Población Mundial’. Yo no inventé nada, yo no soy tan inteligente… Para hacer la maldad no soy tan inteligente”.

En rigor, la médica insistió con un tópico ajeno, pero bastante frecuente en el momento en que se traen a colación los objetivos de la mentada Agenda 2030, todos ellos prácticamente coincidentes en un aspecto inconmovible, esto es, la reducción de la población mundial. “Según lo que ellos dicen, sobra gente, sobramos, algunos de nosotros sobramos”, ilustró Charadía. Podrá, pues, discutirse la validez del libro que menciona la doctora (ya miles de veces refutado); pero lo que sería mucho más difícil de negar es la vigencia misma de los ‘protocolos’ allí vertidos, más aún cuando con diferentes formas sus postulados son insistentemente no sólo revalidados sino más bien llevados a la práctica misma.

Dra. Charadía, de guardia en el hospital de Urdinarrain un sábado a la noche.

MI OPINIÓN: ¡Viejos son los trapos!

La mujer, que exhibe con orgullo sus 67 años, dijo que, a pesar de estar jubilada, sigue trabajando en el hospital de su ciudad por falta de médicos, aunque aseguró que lo hace por placer. “Ya le dije a mis compañeros que, cuando no me dé más la cabeza, me avisen, soy tan testaruda que voy a querer seguir”, confió. Charadía no solo fue directora del hospital de Urdinarrain, sino que, además, su currículo se completa con haber sido Coordinadora de Salud Departamental, directora ejecutiva de Unidad de Gestión Local de PAMI con base en Concordia, Médica Auditora Agencia Local de PAMI, etc. Fue funcionaria de varias gestiones gubernamentales porque siempre fue para el lado que le dictaban sus convicciones, aunque, como afirmó, “me echaron de todas partes” porque, según dijo a DAVIDREY.com.ar, “yo siempre fui en contra de la corriente del mundo”.

“Es una condecoración que me digan que soy loca”, dijo, “pero, según el dicho vulgar, los locos, los borrachos y los niños decimos la verdad”. A la médica, de profunda formación católica, no le tiembla la voz para decir que el mismo papa Francisco sirve “a la elite”, y que reza por él todos los días. En este sentido, la médica aseguró: “Si de algo estoy convencida es que esto es una guerra espiritual. Estoy absolutamente convencida. Y siempre digo que fue la Fe, que viene del Espíritu Santo, la que me permitió ver algo que yo sola, con lo humano, nunca hubiera podido ver o darme cuenta”. A la Fe, entonces, esta mujer le atribuye no sólo no haberse inoculado sino también jamás haberse “disfrazado de astronauta” para atender a sus pacientes.

Claro que la bestial y sistemática censura y campaña de miedo que hemos presenciado estos últimos tres años no sólo que nos ha impedido conocer la obra de amor de aquellos médicos que, en lugar de aterrorizarse por las toses de sus pacientes, se dejaron salpicar en las manos y en la boca por esa baba que no fue ni es más que baba. Claro que no nos iban a contar que al miedo se lo cura con una sonrisa, con un gesto amigable, un ibuprofeno y una cucharada de miel. Y claro que hoy son muchos los que dicen que “recién ahora los médicos salen a hablar” cuando la verdad es que son muchos los médicos que siempre hablaron -con sus magníficas acciones- sólo que, por la censura en los medios y la presión en los trabajos, nosotros ni nos enterábamos.

Y claro que los medios (los grandes, los “importantes”) nada nos van a decir sobre una abuela de 67 años que, en lugar de quedarse en su casa mirando programas de chimentos, todos los días se pone la bata para hacer guardia en el mismo hospital donde fue directora. Pero ella lo dice como si estuviera recién recibida: “Somos cuatro médicos para cumplimentar siete guardias de 24 horas semanales. Nos estarían faltando tres médicos”.

Charadía aceptó que, en buena medida, se anima a decir lo que dice porque ella no tiene hoy “la obligación” -es jubilada- que sí tiene el resto de los médicos, cuyos puestos de trabajo muchas veces dependen de ser funcionales a la farsa que venga. Pero, en realidad, la doctora Marta Charadía sí que tiene una obligación, la obligación más grande y cara del mundo, y la cumple como si fuera el mismo Dios quien la manda pa’ que haga: la obligación de ser un ejemplo para sus hijos, para sus nietos, para sus pacientes, para toda la ciudad de Urdinarrain, para todos los médicos del mundo que quieran curar a sus pacientes y para toda persona de bien que decida dejar una huella firme en esta vida, la que nos inspire a seguir caminando pese a la niebla de siempre… la misma que sacuden nuestros pasos al avanzar.


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