Desde hace algunas semanas, con asombro y estupor escucho a abogados, catedráticos y periodistas “rasgarse las vestiduras” por el derecho de defensa, las garantías constitucionales, los derechos del imputado y sobre todo por el libre ejercicio de la profesión de los abogados. Todo en el marco de la causa que se desatara en nuestra ciudad de Rosario en torno al presunto lavado de dinero del narcotráfico por empresarios y profesionales, y que tienen como abogados defensores a ex funcionarios del gobierno socialista.
Como abogado no puede dejar de congratularme, ante tales nobles y encendidas defensas de nuestra profesión, aunque me hubiera gustado escuchar a estos mismos abogados, catedráticos y periodistas hacer la misma defensa cuando, no hace mucho, se cuestionaba a los abogados que defendíamos militares, policías y civiles en las mal llamadas causas de lesa humanidad.
Por el contrario, nada dijeron y guardaron cómplice silencio.
No puedo dejar de recordar a un ex alto funcionario del gobierno socialista, ahora defensor de personas imputadas del delito de lavado de dinero, cantando y bailando abrazado a integrantes de organismos de derechos humanos, allá por principios del año 2012, siendo ya funcionario del gobierno socialista en el área de Justicia, en la puerta de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, en ocasión de realizarse una video-conferencia con médicos del Cuerpo Médico Forense de la Nación que debían dictaminar si el General Díaz Bessone estaba en adecuadas condiciones de salud para continuar con el juicio oral. El entonces funcionario del gobierno socialista, ahora abogado defensor, se divertía con los organismos de derechos humanos, cantando, insultando y agrediendo a los abogados defensores, incluso los defensores oficiales. Más aún, quien escribe, tuvo que retirarse de esa audiencia con custodia de la Gendarmería Nacional en la combi que trasladaba a la los jueces, pues cuando quiso retirarse fue insultado, escupido, con intentos de agresión de trompadas y patadas, ante las risotadas y festejos de este ex funcionario del gobierno socialista y ahora abogado defensor.
Tampoco puedo dejar de olvidar al ahora defensor del panchero Milani y también de los acusados de lavado de dinero, quien por entonces era abogado querellante de los derechos humanos, mientras cuestionaba fuertemente el trabajo de los abogados defensores en ese juicio, al punto de criticar la labor y decir que solo buscan dilatar y alentar los juicios. Hasta llegó a espetarme en una audiencia, en la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, que él “jamás defendería militares”.
Menos aún puedo olvidar el bochornoso episodio de un reconocido abogado de la ciudad de Rosario, que por el solo hecho de haber co-defendido al General Jáuregui, se le impidió el acceso al cargo de Fiscal, cuando había ganado el concurso.
Lo cierto es que con el “boom” de las megacausas que investigan al narcotráfico, la corrupción y el lavado de dinero, muchos abogados y periodistas descubrieron ahora que existe el derecho de defensa, los límites a la prisión preventiva, los derechos del imputado, pero nada dijeron ni dicen al respecto cuando se cuestionaba y aún se cuestiona la labor de los abogados defensores en las mal llamadas causas de lesa humanidad. Repito, guardaron y guardan cómplice silencio. Claro, en estas causas no hay dinero en juego ni hay contactos ni redito políticos de por medio, no hay posibilidad de una frondosa cuenta bancaria ni hay de ser nombrado en un cargo en el Poder Judicial de la provincia de Santa Fe.
Como decía el genial Tato Bores: “Vermut con papas fritas y good show…”.
(*) Abogado de Presos Políticos Argentinos