La importancia del título

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Escribe: David Rey (sustraído de mi Facebook)

No solamente hay malos editorialistas en Argentina. Los hay en todos lados.

En la imagen subscribo la sección «opinión» del diario ABC.es, de España.

Cuando digo «malos editorialistas» no me refiero a que lo que escriban esté mal o no tenga valor o sea equivocado. De hecho, pueden ser espectaculares editoriales que sea un pecado no leer… pero, como podemos ver, adolecen de una falla tan lamentable que pone en peligro todo lo bueno que pudo haberse escrito.

Esta falla… es el TÍTULO.

Yo suelo dividir, grosso modo, entre dos clases de titulares: los informativos y los retóricos.

Los informativos serían aquellos que, valga la redundancia, informan al lector, es decir, presentan la noticia o bien adelantan de qué trata el artículo editorial (y, si se quiere ser más condescendiente aún, desde qué perspectiva el narrador plantea el tema en cuestión).

Ejemplo, en la imagen, de titulares informativos son los marcados con amarillo: «Feminismo del bueno» y «Trump y los rusos», más allá de cualquier interpretración y de cualquier conclusión, son títulos que hacen saber al lector de qué va a tratar el artículo, como también originan el debido interés en el mismo (incluso el primero hasta nos brinda su perspectiva ideológica).

Los titulares retóricos… son todo el resto de los títulos que vemos en la imagen. El lector no sabe a ciencia cierta de qué va a tratar el artículo ni mucho menos desde dónde va a ser observada la cuestión que tampoco se ilustra en ninguna parte del titular. Son titulares que pueden sonar de lo más lindo, pero no dicen nada.

Claro… los titulares corresponden a España; quizás el lector español sí comprenda qué hay dentro de, por ejemplo, «En la arcadia feliz de Podemos» u «Hoy era el día». Pero, me parece, la información que pueda recibir… tampoco es mucha que digamos.

¿De qué diablos puede tratarse una editorial que se titula «¡Oh, blanca…!» o «Cara de anchoa» o «Lo único»?

Es cierto que los periodistas también somos escritores y, en alguna medida, también artistas. Pero, al momento de titular un artículo editorial (¡que no un cuento o una novela!) hay que dejarse de embromar con cierta retórica innecesaria que – en consecuencia – no lleva a ninguna parte e incluso limita el alcance de todo lo bueno e importante que se haya escrito.Es un vicio – tal vez provenido de cierta petulancia – que suelo observar muy a menudo en la prensa en general. Los titulares pueden ser bonitos y elegantes, pero primero tienen que informar, correspondan a una noticia o correspondan a un editorial.

El escritor se debe al lector. Nobleza obliga, lo menos que podemos hacer por el lector es tener la gentileza de ofrecerle un título sencillo, cómodo y sincero.

AVISO IMPORTANTE: en adelante, les voy a empezar a cobrar cada vez que me siente… a enseñarles un poco, je.

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