Escribe: Victoria Sharpe
Escenario incierto
“La de ayer configura un escenario definitivamente más incierto”, se lee en uno de los párrafos de la nota del diario La Nación http://www.lanacion.com.ar/2055724-la-marcha-de-la-cgt-no-logro-disimular-las-diferencias-entre-los-gremios) sobre la marcha –o más bien PARADA- de la CGT ocurrida el martes 22 de agosto.
“Escenario incierto”, nunca una mejor definición para remitir a la ya acostumbrada costumbre (valga la redundancia) de un oxímoron social donde las incoherencias absolutas nos abruman de abismos que destrozan toda esperanza de un país mejor.
Festival de la desidia
Porque se hacen marchas a favor del trabajo en horario laboral coartando así el trabajo de miles que, en efecto dominó, repercuten consecuencias nefastas en millones de personas, pesos y dólares. Hay reclamos basados en el hambre, pero los manifestantes (en su mayoría) muestran exceso de peso. Piden dignidad, pero el tetra pack con tinto, la cerveza barata, la mezcla de fernet con coca en una botella de plástico cortada, los choripanes y “patys” preparados sin un ápice de higiene mínima bajo el sol y sobre el asfalto. Reclaman libertad y justicia, pero se atribuyen un rango policial de impedir a quienes no pertenecen a “su colectivo” la libre circulación por los espacios públicos. Además, entienden por “libertad” la acción de hacer lo que se les venga en ganas sin ningún respeto por la existencia y libertad de los otros como la mugre que generan: eso de tirar al piso la basura incluyen (aunque usted no lo crea) los desechos corporales; sí, como un baño público a cielo abierto. Hasta la intimidad básica y el pudor mínimo han perdido su fundamento en este festival de la desidia.
Pancismo
Si buscamos en el diccionario la palabra “pancismo”, nos encontramos con la siguiente definición: “Tendencia o actitud de la persona que acomoda su comportamiento a lo que cree más conveniente y menos arriesgado para su provecho y tranquilidad”. Nada más apropiado para definir, entonces, esta cultura popular argentina de hablar de trabajo y dignidad sin que tales palabras se arrimen a la mínima coherencia con la realidad que plantean los términos.
En una Plaza de Mayo que fue escenario del alzamiento de los más altos sueños y valores para la construcción de una República grande y civilizada, a la lumbre del Cabildo donde supieron reunirse una variedad –aunque muchas veces antagónica- de pensamientos ilustres y algunas de las mejores costumbres, hoy nos encontramos con la exaltación más insoportable de la decadencia social: desalineo, apatía, vicios, suciedad, mendicidad, violencia, soberbia de barra brava, desaliento y el sudor que no surge del trabajo duro sino de la hediondez etílica del hombre abandonado a sus más bajos instintos, lugar desde –en el colmo de los colmos- exigen respeto a su existencia.