Entrevista a Ricardo Torres, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Escribe: David Rey
Los armenios están solos. Es la frase más dura pero la que mejor resume el actual conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, y la dijo Ricardo Torres, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Especialista, además, en las cuestiones del Cáucaso y ex director general de Reuters para Rusia (2001-2003), Torres apuntó: “Los rusos no van a intervenir porque el Tratado de Defensa que tienen con Armenia no cubre Nagorno Karabaj (Artsaj, para los armenios, y la zona en disputa), la OTAN no ha mostrado mucho interés en este último caso salvo Francia, y los Estados Unidos tienen otras prioridades en este momento como ser las elecciones”.
Vale recordar que en el mundo hay alrededor de 11 millones de armenios (150 mil en Argentina, la mayor comunidad de América latina) y que sólo poco más de tres millones de ellos habitan en Armenia, siendo que alrededor de unos 140 mil completan la rotunda mayoría étnica en Artsaj, constituida en república independiente desde 1991 más allá de que no cuente con prácticamente ningún reconocimiento internacional. Los artsajíes, por su parte, se dividen parejamente entre quienes quisieran seguir siendo independientes y entre aquellos que desearían unificarse con Armenia, según encuestas recientes.
El doctor Torres señaló: “Armenia es un enclave democrático que está luchando por mantener sus derechos históricos, y lo que debe tratar de evitar es que se produzca un segundo genocidio, que es lo que puede llegar a pasar si Turquía y Azerbaiyán ganan en Artsaj”. Y lo que dice Torres no es menor si consideramos que, entonces, se concentra en Armenia una partecita de nuestra cultura occidental, republicana, democrática, respetuosa de los derechos humanos (al menos de palabra) y profundamente reminiscente respecto de cuanto genocidio o atropello ocurra o haya ocurrido en el mundo, cuestiones que -justamente- tienen sin cuidado a la dictadura de Azerbaiyán como a su sostén militar de Turquía (no es casualidad que ambos estados sean de los pocos en el mundo que no reconozcan el genocidio armenio por parte del Imperio Otomano a principios del siglo XX).
Va de suyo, pues, que hoy Armenia constituye un muro de contención, claro que en peligro, respecto de ese avance impertérrito ya sea del extremismo islamista como de aquellas otras naciones que procuran un estilo de vida que directamente se propone la destrucción del nuestro. Pero también Armenia es reflejo de que nuestra cultura no ha sabido ajustar bien los tornillos de su estructura republicana y, por ende, cualquier viento indecoroso amenaza con un colapso de proporciones globales. Podríamos ilustrar con que las poderosas naciones de Occidente -y su trillón de acuerdos, tratados y demás “democráticas” incursiones a punta de pistola- no sólo que han descuidado la esencia misma de todo proyecto republicano, sino que hoy, de tantos compromisos asumidos, se encuentran con las manos atadas. Por ejemplo, Rusia.
En este sentido, supo resumirnos el doctor Torres: “Rusia tiene un acuerdo militar con Armenia que protege su integridad territorial… pero no la de Nagorno Karabaj. Además, les vende armas tanto a los armenios como a los azeríes, aunque a la primera con descuento y a la segunda a «precio de mercado». También le vende armas y gas a Turquía, por lo que hay intereses económicos importantes. La posición del Kremlin en este momento es bastante incómoda ya que los turcos están tratando de ganar presencia en el Cáucaso de un modo agresivo, que es una zona de influencia de Moscú».
Cierto que no debe ser fácil para Putin contener el sueño expansionista de Erdogan al mismo tiempo que le vende poderosos sistemas antiaéreos S-400 y que la OTAN condena abiertamente (más allá de que, por si esto ya no es suficientemente engorroso, Turquía misma integra dicho organismo militar). Como vemos, aquí tenemos un claro ejemplo de cómo el mismo Occidente “descuida” sus fronteras y, en rigor, su vida misma, armando hasta los dientes nada menos que a quienes, sencillamente, nos odian.
“Yo no soy optimista”, señaló Torres, “no creo que esto tenga una solución diplomática más allá de todas las negociaciones y todos los acuerdos. Independientemente de que no es lo ideal, la solución me imagino que es militar y que puede llevar a un statu quo similar a 2016 o una nueva tregua que será absolutamente inestable. Todo lleva a una escalada salvo que Rusia se ponga fuerte y ejerza presión como hizo anteriormente”.
Respecto de cómo pueden los armenios soportar a los azeríes y a los turcos, apuntó que “Armenia está bien armada, Artsaj también, aunque Azerbaiyán tiene mejores armamentos y mayores efectivos militares, pero los armenios de Artsaj están luchando por sus hogares y sus familias, lo cual es un factor bastante importante. Están luchando por su casa, su futuro”.
Ese futuro, justamente, del que quizá, entre tanto papeleo, se distrajo el conjunto de las más representativas naciones occidentales y que, por lo tanto, hoy se encuentran más a la expectativa de lo que ocurra que efectivamente dispuestas a evitar que algunas cosas ocurran… y que hoy son las que más aterrorizan y cohesionan a los armenios en todo el mundo.