Escribe: Andrea Palomas Alarcón
Muchas personas se han preocupado por el Preso Político Miguel Ángel Furci. Les agradezco en nombre de él su interés y les respondo por este medio público cómo sigue.
En el día de ayer lo vinieron a buscar con una silla de ruedas para llevarlo al «Hospital» (?) de Devoto. Sus compañeros pensaron que lo evacuaban hacia un hospital real. No fue así, volvió al rato con los medicamentos (antibióticos de 1000 mg) que debían haberle dado hace 4 días. Ahora está tomando los antibióticos y está un poco mejor pero el problema de fondo no se soluciona.
Tienen que operarlo y, por una cosa u otra, la operación se demora. Hace diez meses que se encuentra con una sonda urinaria que es una herida abierta permanentemente.
El gran problema es que su operación se la tiene que hacer el Hospital Público que, encima, debe coordinar los traslados con el Servicio Penitenciario Federal. Cuando uno tiene turno el otro no tiene móvil.
Los que festejan esta barbaridad dicen que es el sistema que se le aplica a todos los presos pero estas personas no son todos los presos, son presos políticos. Son perseguidos políticos porque no existen presos de más de 60 años en prisión.
Si tienen tanto interés en mantenerlos presos tienen la obligación de proveerles los elementos básicos para su supervivencia. Si no los tienen, mándelos a sus casas y que ellos se ocupen de su salud. No se puede aislar a una persona y negarle los medios básicos de supervivencia porque eso es homicidio y ya han habido varios.
Muchos de estos campeones de los Derechos Humanos festejan esta salvajada, ya sabemos, antes mataban con bombas, ahora lo hacen utilizando al Poder Judicial como arma. Crean un paralelismo imaginario con la persecución a los nazis, dicen que Alemania ha tenido presos hasta de 90 años. Cuando tengan presos gerontes como los tienen en Alemania, como los cuidan en Alemania, hablamos. Si quieren seguir jugando al «primer mundo» háganla completa o no hablen. Por lo menos, cállense la boca. Muchos estamos hartos de escuchar tanta estupidez en nombre de los Derechos Humanos.