La torpe, impúdica y vana censura en los tiempos del covid

Otra vez Facebook me bloqueó. ¿Señal de debilidad? ¿Tan fuerte soy... o tan débiles son ellos?

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Escribe: David Rey

«Eso te pasa por andar metiendo la nariz» dirían los viejos de antes. El caso es que así se decía cuando uno hacía algo malo y, en consecuencia, se ligaba un golpe o una reprimenda. Parece que las cosas han cambiado y los reveses ahora los ligamos los que hacemos o queremos hacer el bien, como ser ayudar al prójimo. Es lo que me acaba de ocurrir por publicar en Facebook lo siguiente:

¿Qué hay de malo en esto? Pues claro que nada, ¿no? ¡Al contrario! Pero no es lo que “piensa” Facebook, motivo por el cual la red social me acaba de bloquear -otra vez- la cuenta por 30 días, de modo que allí no podré escribir, publicar o “postear” nada de nada. Lo único que pedí (y aprovecho para repetirlo ahora) es que un abogado pudiera ponerse a disposición de mi tocayo amigo porteño (el que esté interesado, me puede escribir a info@davidrey.com.ar – en caso de resolver el problema de mi amigo, más allá de los honorarios que correspondan, prometo hacerle publicidad gratis por un año en DAVIDREY.com.ar).

Bien, sigamos.

Hace unos días fue noticia que WhatsApp (también, de la misma compañía que Facebook, es decir, META) iba a comenzar a combatir “la desinformación” eliminando las cuentas de aquellas personas que enviaran “fake news”, es decir -y sincerándonos- las cuentas de aquellos que tienen una postura “ideológica” enfrentada a lo que propone el relato pandémico. Aquellos que ponemos en tela de juicio que efectivamente haya habido una pandemia, los que pedimos evidencias serias respecto de que el mentado virus haya sido aislado, los que no estamos de acuerdo con la inoculación compulsiva en la población de lo que, indiscutiblemente, es un experimento y, sobre todo, quienes constantemente nos pasamos los casos de muertes o reacciones adversas de los “vacunados”… dentro de poco vamos a tener que escribirnos en chino mandarín para conservar nuestras cuentas de WhatsApp, la misma red que tanto nos aburrió con el cartelito de “mensaje cifrado de extremo a extremo”.

Vas a poder mandar un video pornográfico o el de una persona pataleando en un accidente de tránsito, vas a poder subir material respecto de cómo un narcotraficante brasileño le dispara a otro en la cabeza o darle el “ok” a un terrorista para que detone una bomba en un edificio… En fin, vas a poder hacer lo que quieras en WhatsApp (“cifrado de extremo a extremo”), pero no vas a poder cuestionar la religión del covid. Wow!

Hace poco me sorprendí porque un allegado me mostraba una «sección» de Twitter “exclusiva” para «homosexuales». Eran varones que mostraban sus partes íntimas, y todo el circo. “Eso no puede ser Twitter”, le dije. Me insistió que lo era. “¡Pero mirá si Twitter va a permitir que eso se publique!”, insistí. Me dio el teléfono. “Fijate vos”, me dijo. Tomé el teléfono y salí de las escabrosas imágenes… Y sí, era Twitter. Y a mí hace un año que me volaron mi cuenta del pajarito por subir una partecita de una entrevista que hice al doctor Martín Monteverde, ¡qué degenerados!

Google no se queda atrás, ojo. Prácticamente que dos o tres veces por semana me llegan mensajes “de advertencia” de parte de Adsense, la plataforma de Google que me permite subscribir publicidades en DAVIDREY.com.ar, por incumplir no sé qué diablos. Posiblemente este artículo que menciona la palabra “covid” no tenga su publicidad en la cabecera de mi página ni en ningún otro lugar: estoy “penalizado”. Ni qué hablar de YouTube (propiedad de Google, claro), plataforma que he debido suplantar por Odysee al momento de gestionar alguna entrevista sobre temas “sensibles”.

DAVIDREY.com.ar hará publicidad gratis por un año al profesional que resuelva esta cuestión.

Una colega del diario La Prensa, Agustina Sucri, que me escribió para solidarizarse por el caso de la persona a la que le impidieron renovar su carnet de conductor por no estar inoculado, me dijo, cuando le conté que Facebook me acababa de censurar por todo este asunto: “Y sí, pero también creo que habría que ‘castigarlos’ dejando de usar sus plataformas (aunque también sé que es un poco utópico)”.

Tiene razón, es utópico. En otras palabras, no sirve ni tiene sentido, como toda utopía. Pero Eduardo Galeano escribió alguna vez algo interesante al respecto: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

WhatsApp (de Facebook o META) es un caso ilustrativo que, un día, empezó por impedirnos enviar un material a más de cinco personas, siguió con que una noticia no se puede compartir en dos grupos al mismo tiempo y ahora nos avisa que va a eliminar las cuentas de los “negacionistas” o “antivacunas” que compartas sus “fake news”. Fueron despacito, de menor a mayor. El objetivo, claramente, somos nosotros.

Pero no, no somos nosotros, ojo. El objetivo, en realidad, es la gente que está despertando y que cada día es más, y más, y más. Me gustaría sentirme “importante” por el hecho de que otra vez “me censure” Facebook, ¡pero para Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter y Google lo importante es que la gente siga durmiendo en función de esa anestesia impúdica que cada día les da peores resultados! Son tan torpes como para creerse que censurando a David Rey -no me conoce nadie- van a evitar lo inevitable. Por ejemplo, que un padre que, desesperado, pida explicaciones a la directora de un colegio que, sin el consentimiento de la familia, vacunó a la hija que acaba de velar. ¡Son tan torpes que se creen que pueden desviar esa luz de justicia que brota del dolor!

Es utópico renunciar a las redes sociales, es verdad. Tiene razón mi colega. Pero tiene una razón engañosa. Su razón invita a lo único que nos queda y a lo que verdaderamente importa: la dignidad (verdadera utopía, en estos tiempos, ¿no?). Su razón nos exhorta a resistir, a pelear, a seguir siendo lo que somos, claramente.

Si alguien puede ayudar a mi amigo porteño para que pueda renovar su carnet de conducir, me avisa a info@davidrey.com.ar. No le quieren renovar por no estar inoculado, una locura. Alberdi se moriría de un infarto…

Es que la gente despierta, a decir verdad, no precisa una red en la cual estar enredada, ¿no? ¡Al contrario! La gente despierta busca, indaga, revuelve y camina. El dormido manotea, resopla, tapa y censura. El despierto sueña, el dormido ronca. Uno sonríe, el otro se ofusca. El primero le “encuentra la vuelta” a la adversidad, el segundo vive dando vueltas en lo mismo. Es la diferencia que hay entre tener una utopía… y no. Entre los que piensan y los que censuran. Entre los que ven un horizonte, y el resto que (todavía) duerme.

En lo que a mi Muro de Facebook respecta, deberé remitirme a escribir directamente aquí, en DAVIDREY.com.ar. El que me busque, el timbre no anda. No se precisa. Que pase y se sirva, la casa invita y no se fija cómo vienen. Lo que importa es que vengan, y que tengan algo para cantar… En la fonda, de veras, cada día somos más y sobra la alegría. Que censuren todo lo que quieran… Yo, cada día, canto mejor.

¡Bienvenidos!


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