Las relaciones carnales entre el Proceso Militar y la Unión Soviética

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PARECE SER QUE en el fondo no eran tan enemigos como se dice. Diversos estudios y fuentes de lo más variadas señalan que, a pesar de las ideologías, existió una notable relación de “amistad” entre el Proceso Militar argentino y las respectivas dictaduras de Castro, del mismísimo Kremlin y, por si fuera poco, del recientemente fallecido Muammar Al Khadafi.

En efecto, una investigación del diario brasileño O Globo ilustra el momento más elevado al que llegó semejante romance. El 9 de abril de 1982 el avión ruso Ilyushin 62 – M II (matrícula CUT – 1225), llegó a Brasilia trayendo sólo al diplomático cubano Emilio Aragonés Navarro, quien arribó para entrevistarse con el presidente de Brasil, João Figuereido, y nada menos que con el entonces máximo jefe argentino, el General Leopoldo Galtieri. Navarro trajo la noticia de que la URSS, conjuntamente con Cuba, Brasil, Perú, Libia y Angola se ponían a disposición del gobierno argentino para hacer frente a los ingleses en la guerra de Malvinas. Más atrás que nunca quedaban las ideologías.

La Universidad del Cema de la ciudad de Buenos Aires (UCEMA) reúne el concurso de varios investigadores – por caso Rodolfo García Lupo, I. Gilbert y Aldo Vacs –, y sostiene que la ayuda de la URSS a nuestro país provino primeramente sólo a través del favor intermediario de Muammar Al Khadafi. Si bien el Kremlin se abstuvo de vetar la agresión británica de 1982 en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo mismo se debió a la voluntad soviética de no estropear más aún sus vínculos con Occidente (es decir, con Washington, aliado natural de Londres). El armamento ruso debió suministrarse, entonces, sólo de forma clandestina – a través de Libia –, y en respuesta a las más que buenas relaciones comerciales entre el Proceso y el socialismo internacional.

Cuando el secretario de estado norteamericano, Alexander Haig – mediador en el conflicto de Malvinas – le advirtió a Galtieri que devolviera las islas porque Inglaterra vencería, el presidente argentino le respondió que seguiría la guerra porque contaba con “ofertas de ayuda militar de países no occidentales”.

EL ROMANCE COMERCIAL DEL PROCESO CON LA URSS

A pesar de que la gestión de Videla suele “estigmatizarse” de liberal o pro-norteamericanista, lo cierto es que tanto EE.UU. como la Unión Europea (UE) condenaron la dictadura y forzaron trabas comerciales en los mercados tradicionales de colocación de carnes y granos argentinos. Lo mismo llevó a que el ministro de economía Martínez de Hoz prescindiera del relicario ideológico y buscara otros horizontes más allá de Occidente y sus empaques.

Aunque muchos se vayan a caer de la silla, el principal socio comercial y político – por no decir el único – que tuvo el régimen ultraderechista argentino fue la dictadura ultraizquierdista soviética. Como cliente de las exportaciones argentinas de carnes, la URSS llegó a ocupar el 2° lugar en 1979 y el 1° en todo lo que resta del Proceso. En lo referido al mercado de cereales, la URSS pasó del puesto 7° en 1977 al 1° en 1978, para descender al 2° en 1979 y finalmente volver a lo más alto durante toda la etapa siguiente del régimen militar.

Los envíos globales argentinos a Siberia saltaron de 415 millones de dólares en 1979 a 1614 millones en 1980, para alcanzar un pico al siguiente año de 2963 millones, lo que llegó a significar el 32 % del total de las exportaciones. El primer “convenio comercial” con la URSS (en pleno boicot de EE.UU.) data de febrero de 1980, para en julio ser superado por otro que consignó los saldos históricos de 4,5 millones de toneladas anuales de maíz, sorgo y soja, como asimismo otro acuerdo similar para la venta de carnes. Además del cárnico y cerealero, otros rubros complementaron las buenas relaciones ruso-argentinas, como ser un acuerdo para la pesca e industrialización del krill en el Atlántico Sur; la compra de agua pesada soviética para la central nuclear Atucha I, y la adquisición de maquinarias y vehículos rusos de distinto tipo.

DD.HH.: CUBA Y URSS, CÓMPLICES DE LAS DESAPARICIONES

El “affaire” entre los militares y los comunistas tuvo su lado “rosa” con la cuestión de los derechos humanos, y sugiero a los cardíacos interrumpir la lectura aquí mismo. Mientras que todo el mundo condenaba las supuestas violaciones a los DD.HH. en Argentina, hubo dos curiosas excepciones que con voz y voto impidieron la condena de la ONU al respecto: Cuba y URSS.

Martín Guevara, sobrino del mismísimo guerrillero “Che” Guevara, aportó hace un tiempo un testimonio bastante incómodo para los izquierdistas que veneran el modelo cubano: fue testigo directo – señala Infobae – de la complicidad de Fidel Castro con Jorge Videla como pago por los suministros cerealeros a la URSS. En rigor, el boicot impuesto por EE.UU. fue vulnerado justamente por la Junta Militar argentina.

El mismo Martín Guevara ha dicho: “Fidel jamás denunció a la Dictadura argentina. Tal es así que no sabíamos bien por qué nos habíamos exiliado en Cuba” toda vez que asume que el gobierno isleño fue cómplice de las desapariciones de personas ocurridas durante el Proceso.

De forma similar se pronunció el presidente del Centro para la Apertura y Desarrollo de América Latina (CADAL), Gabriel Salvia: “Parece escapar a la memoria de varios funcionarios del gobierno nacional, legisladores, periodistas y activistas de derechos humanos argentinos el hecho de que el régimen cubano fue un factor decisivo para bloquear la condena a la Dictadura Militar en la Comisión de DD.HH. de la ONU”. Y agrega que “habría que exigirle explicaciones a Fidel Castro, pues si Pinochet fue condenado en Ginebra mientras que los militares argentinos se salvaron, lo mismo se debió a la intervención favorable del régimen cubano”.

Mientras que la izquierda argentina homenajea a Fidel, y su rostro nunca falta en el escaparate en que braman contra el pasado las Madres y las Abuelas de Mayo, deberíamos tomarnos un segundo para razonar que el barbudo comandante ES cómplice del aniquilamiento de la ideliazada revolución como asimismo de la desaparición de los hijos y los nietos que hoy reclaman las devotas del modelo cubano. Por otro lado, tal es el grado dictatorial y terrorista de Fidel Castro que instruyó y equipó a guerrilleros argentinos para tumbar el gobierno democrático anterior a 1976, mientras que – como vemos – cambió radicalmente de parecer cuando el Proceso Militar se adueñó de la Casa Rosada.

No fue menor el apoyo manifiesto de la URSS en materia de despegar al Proceso de los mentados crímenes. En marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético vetó la inclusión de la Argentina de una lista de la ONU para ser investigada por la Comisión de DD.HH. Tal es así que, gestos como éste, le permitió decir al canciller Juan Aguirre Lanari, en un discurso en la Escuela de Defensa Nacional, que “los países socialistas han acompañado a la Argentina en la cuestión de los derechos humanos”.

Por su parte, el PC argentino también habría de aportar su cuota de complicidad con el Proceso Militar. El 23 de agosto de 1977 efectuó una declaración en el diario “La Opinión” (pág. 13) expresando su apoyo a la estrategia videlista del diálogo y la apertura política, ya que “es el camino adecuado para ganar la paz, aventar el peligro del pinochetismo y de las amenazas exteriores y encontrar soluciones económicas, políticas, sociales y culturales que el país necesita”.

Podemos finalizar resaltando el hecho de que mientras que la prensa soviética denunciaba los crímenes de la dictadura de Pinochet y otros regímenes dictatoriales de derecha en América, era complaciente e incluso glorificaba al Proceso Militar argentino. El diario “Pradva” de Moscú supo señalar que “elogia las buenas relaciones de la Argentina con la Unión Soviética”. Por otro lado, la URSS fue uno de los pocos Estados que reconoció el principio argentino de las 200 millas, por el cual naturalmente las Islas Malvinas se subscriben bajo soberanía nacional.

Mi conclusión

José Ber Gelbard, ministro de economía de Perón durante su tercera presidencia, llegó a decir – cuando su entorno cuestionaba el comercio con la misma URSS que inspiraba los ataques terroristas de entonces – que “no se debe confundir ideología con economía”. Se torna difícil aceptarle la “excusa” cuando el financiamiento que exige la propagación de ideologías se fundamenta gracias al rédito del negocio con nuestros antagónicos.

Pero quizás Gelbard estaba más adelantado que muchos argentinos de entonces a este respecto. Seguramente para él las ideologías representan una traba en las relaciones entre los países, más allá de los gustos e intereses. Si más de treinta años después del 24 de Marzo del 76 seguimos insistiendo con los mismos entremeses ideológicos, es porque más que una traba – en nuestro caso – la ideología representa una involución.

 “Ellos” inventan y propagan sus desesperados discursos, los mismos que luego se ven obligados a traicionar. “Ellos” se pelean cuando les conviene y se amigan, también, cuando les conviene. Pero, evidentemente, lo que más les conviene es que nosotros sigamos creyendo en “ellos”, en sus discursos, en las mismas ideologías que nos dividen y nos reducen sistemáticamente en fuerza y cantidad. Mantenernos “peleados entre nosotros” es la mejor estrategia que “ellos” tienen para evitar el desenmascaramiento que los conminaría a una muerte política escandalosa y miserable.

De más estar decir que los sistemas políticos que alientan ideologías sólo buscan ocultar del juicio común la propia ineficiencia gubernamental como asimismo el vergonzoso manejo que les permite subsistir.

Fuentes: Infobae / Infobae 2 / UCEMA / PERIODISMO>para periodistas / «Los mitos setentistas» de Agustín Laje Arrigoni / Diario «La Opinión» de 23/07/77, pág 13

Este artículo también fue publicado en LA PRENSA POPULAR (clic aquí)