Lo que no te contaron sobre Carlos Pampillón

2829

0011633479

El líder del Foro Nacional Patriótico responde las críticas recibidas desde distintos medios a raíz del escándalo que protagonizó en el Concejo Deliberante de la ciudad de Mar del Plata.



David ReyPor David Rey

<<La política a mí me trajo más problemas que beneficios>>, dice a DAVIDREY.com.ar Carlos Gustavo Pampillón, el líder del Foro Nacional Patriótico (FONAPA), sin imaginar quizás que esas mismas palabras encierran la gran diferencia que lo distingue del resto de los políticos, más bien reconocidos por “salvarse para todo el viaje” gracias a sentarse en un escaño que a cualquier otra cosa. Pero… ¿cuál es la “política” que lleva adelante nuestro personaje de hoy? ¿Es un político más?

Para muchos, Carlos Pampillón no existía hasta hace semanas atrás, cuando entonces la prensa de todo el país comenzó a sindicarlo como al responsable de haber interrumpido una sesión del Concejo Deliberante de la ciudad de Mar del Plata, todo lo cual terminó en una hecatombe de película. Ahí nos enteramos – siempre, según la prensa grande – que se trataba de un prodigioso skinhead (cabeza rapada), de un ultraderechista nazi, de un discípulo del infierno mandado a pudrir nuestra floreciente sociedad. Yo particularmente la primera impresión que tuve respecto de Pampillón fue de simpatía; ese apellido me conducía una y otra vez a “Papillon”, una atrapante novela autobiográfica del francés Henri Charrière (menos mal que los hacedores de la prensa local destacan por su imponderable incultura, sino también habrían dicho que el líder del Foro Nacional Patriótico era un reo escapado de la cárcel).

¿Qué estás dispuesto a aceptar de todo lo que dicen de vos?, le pregunté.

<<Que me digan ultranacionalista, para mí es un honor. Cuando alguien me explique qué quiere decir ultraderechista, te digo si me gusta o no>>, responde.

El caso es que, según Carlos Pampillón, él y otros cinco miembros de su agrupación política se presentaron para repudiar la inminente destitución de Vilma Baragiola, edil radical y presidente del Concejo Deliberante de Mar del Plata. Mientras que el grueso de los ediles mantienen que Baragiola pidió coimas al gremio de los camioneros, Pampillón atribuye todo a una jugarreta política del kirchnerismo y sus aliados (es decir, los “opositores”) para sacarse de encima a quien fuera “elegida por la mayoría del pueblo de Mar del Plata”.

<<Yo aclaro a la gente que yo con el radicalismo no tengo muchos puntos en común>>, dice nuestro entrevistado, y para despejar toda duda de lo mismo, refuerza: <<Soy nacionalista>>. Y de veras resulta tan curioso como sorprendente el tortuoso suicidio que significa el hecho de que un nacionalista se proponga defender a un radical. Bueno, más curioso y descabellado sería ver un radical defendiendo a Pampillón (a no ser que este último, obviamente, sea presidente o dictador).

Pampillón nos dice que “ellos la empezaron”, es decir, que fue “la patota rentada” del kirchnerismo, también presente en el Concejo, la que comenzó con los hechos de violencia. <<En las filmaciones se me puede ver defendiéndome y separando gente>>, asegura. <<Seis nacionalistas enfrentamos a cuarenta inadaptados que, incluso, le pegaron a dos mujeres. Una concejal nos agradeció llorando; nos dijo que si no fuera por nosotros la habrían matado a golpes>>.

La “patota rentada del kirchnerismo”, según nuestro entrevistado, se completa de “drogadictos” y “marginales” que cobran un sueldo por medio de un puntero político (“los que sacan la plata de un cajero automático”). Son los que, deseosos de observar el perfecto funcionamiento de nuestra democracia, se hicieron presentes para aplaudir la destitución de Vilma Baragiola, tan compenetrados que se los ve en estos asuntos de índole institucional.

Pero la novela de Pampillón (el argentino, que no el francés) viene de antes. Entre el millar de «crímenes» que se le atribuyen, hay dos que destacan por su «terrible ignominia»: el de haber reaccionado cuando en 2011 descolgaron el cuadro del Capitán y héroe de Malvinas Edgardo Giachino de la Base Naval de Mar del Plata, y el hecho de haber realizado pintadas en el Centro de Residentes Bolivianos en repudio al ataque militar del Ejército de Evo Morales en procura de robarle a la provincia de Salta unos cuántos kilómetros de una de las tierras más ricas en el mundo en litio. Estos mismos hechos fueron ampliamente documentados, aunque luego negados tanto por el gobierno del presidente Morales como por el de la presidente Fernández.

Fuera ya de todo sarcasmo, Carlos Gustavo Pampillón es el producto mismo que lógicamente ha de originarse en un país cuya identidad fue avasallada por la hipocresía en general.  La condena que desde los medios pesa sobre él (que convierte una pintada en un ataque xenófobo, o que lo llama nazi por reivindicar la memoria del primer soldado caído en Malvinas) sólo puede hallar asidero en la débil conciencia de un pueblo cuya educación y cuyos valores han sido drásticamente erosionados, tanto como para que hoy la opinión pública se escandalice ante hechos que son mínimos respecto de lo que deberían ser. Si ponderamos, por ejemplo, la creciente debacle institucional que ha propiciado el kirchnerismo en «su» década ganada, ¿es en verdad «alarmante» que a modo de respuesta alguien irrumpa en un Concejo para llamar corruptos… a los corruptos? ¿Acaso en un país de verdad, habría durado el kirchnerismo más de cuatro años? ¿Alguien se puso a pensar qué ocurriría si, por citar un ejemplo, el gobierno de México extendiera unilateralmente su frontera…? ¿Se imaginan a un norteamericano haciendo pintadas… o se imaginan a todo el pueblo norteamericano esperando que el congreso resuelva el envío de tropas destinadas a recuperar el suelo violentado? Recordemos, otro ejemplo, el cinematográfico despliegue de tropas rusas en Georgia no hace mucho, a causa de un viraje político de esta ex república soviética hacia Occidente. Y acá nos espantamos porque alguien hace una pintada para repudiar que Bolivia haya pretendido quedarse con una parte de Salta…

Lo preocupante, en todo caso, no es que Carlos Pampillón sea el que reaccione (de la forma en que sea) ante tamaña corruptela política. Lo preocupante, en realidad, es que sea él solo el que reaccione. Lo preocupante no es que las posturas del líder del FONAPA puedan ser interpretadas como de extremas, lo preocupante es que todos los medios nacionales se organicen religiosamente para anatemizar y destruir a una persona que piensa de forma alternativa, de manera diferente. Lo que preocupa es que ningún medio grande se refirió, por caso, a «la cama» que le habrían armado a la edil Baragiola; lo que preocupa es que el kirchnerismo, que «proscribió» la palabra «destituir» (para salvaguardar a sus corruptos servidores de la Constitución Nacional), destituya a diestra y siniestra cuando le venga la regaladísima gana. Lo que preocupa es la nueva modalidad delictiva de nuestra «justicia», consistente en allanar domicilios para aterrorizar a las familias. Lo preocupante… es la inconmovible tolerancia que aqueja al pueblo argentino, capaz de permanecer impasible ante el hecho mismo de una flagrante desmembración nacional.

Por supuesto que hay muchas cosas para reprocharle al FONAPA: desde la prédica de un nacionalismo más bien basado en la retórica que en el pragmatismo hasta el hecho de que acepte en sus filas cualquier resabio residual como podría ser el caso de algunos skinkeads (el Peronismo mismo procuraba «sumar y no restar», y terminó colmado hasta la coronilla de la peor escoria de nuestro país), pero esto mismo acaso merecería una discusión aparte desde una perspectiva ya rigurosamente técnica. Lo que no le podemos reprochar a Pampillón es que se sienta indignado, y que en vez de cruzarse de brazos como la inmensa mayoría elija hacer algo desde su pequeño espacio y desde sus exiguas posibilidades de ciudadano. Más bien habría mucho para reprochar a quienes sin procurarse el más mínimo diálogo con él – a fin de conocer cómo piensa – emiten profundas diatribas basadas en propios complejos (asociar el repudio al ejército boliviano a un hecho de «xenofobia» nos habla de algún desorden interno de contención estrictamente clínica).

Es que a Carlos Pampillón no lo autorizan tanto las cosas que piensa, siente y dice (por más satisfecho que parezca con su sentir «patriota, nacional») como las abrumadoras denostaciones y etiquetas que ha recibido por los medios de todo el país; mucho ha vociferado la prensa en torno a él, pero muy pocos periodistas han pretendido acercarse para conocer de cerca su pensamiento, sus razones, sus ratificaciones y asimismo sus concesiones. ¿Cuánto puede haber de cierto, entonces, en aquellas críticas tan sesgadas como maliciosas?

Como en otras tantas cuestiones, entonces, no es que la voz de Pampillón sea peligrosa en sí sino que es el relato rector en que están encasillados los medios quien los apresura a verter toda clase de insultos, anatemas y descalificaciones a fin de desautorizarlo ante la opinión pública, es decir, la que seguirá votando en función de lo que escucha y la que seguirá soportando gobernantes corruptos que, a su vez, se perpetuarán entre ellos y se sacarán de encima al primero que resulte molesto, como es el caso de la edil radical Vilma Baragiola y otros tantos más.

Desde estas líneas por supuesto que condenamos toda forma de violencia en que el FONAPA haya participado (empezándola, o siguiéndola), pero sostenemos que el primer responsable no es Pampillón sino el mismo relato enfermo que termina asfixiando toda forma de sana expresión y debate. De suerte, entonces, que todos aquellos medios y todos aquellos periodistas que hoy se pronuncian sin mediar un mínimo intercambio de palabras son también cómplices del clima de violencia que empaña el desenvolvimiento institucional en nuestro país.

Invito a todo el que esté interesado, a escuchar la entrevista realizada a Carlos Pampillón.