Se viven épocas de constantes etiquetas. Las etiquetas son, en este caso, maneras muy arbitrarias por parte de una persona de desacreditar al eventual interlocutor. Son, en una palabra más específica, «anatemas», es decir, una «condena moral lanzada contra alguien», una «maldición» (diccionario María Moliner). Una etiqueta es, en fin, un ataque con el que se busca lastimar, descalificar y destruir.
Bien claro queda, entonces, que el espíritu de aquella persona que «anatemiza» al semejante no es, precisamente, el democrático, el del diálogo. Hete aquí que vemos la primera controversia al momento de referirnos al respecto de aquellas personas que tienen la costumbre de etiquetarnos con «facho», «gorila» o «cipayo».
Todas aquellas personas que comúnmente son signadas con algún piropo de esta naturaleza encontrarán en la siguiente editorial un sincero espejo donde mirarse. Aquellas personas que, en cambio, tienen por costumbre el hecho de descalificar a las personas que no piensan como ellas… quedan invitadas a ver el material y a enterarse que, por más odio que exista, el mundo sigue girando y el sol sigue saliendo todos los días… también para ellas.
Compendio de la misma editorial:
La desgrabación del editorial es la siguiente:
La verdad es: si no pensás como ellos, si no te interesa ni emociona lo que a ellos, si no temés u odiás lo que ellos… con seguridad ya te han rebautizado de “facho”, “fascista”, “gorila”, “golpista”, “cipayo” y vaya Dios a saber con qué otra figura más de aquella fauna que tienen en la cabeza. Algunos te lo dicen de frente, otros lo murmuran a tus espaldas y no falta el que bromee con eso; incluso vos mismo – animal de costumbre – suelas ya pensarte en esos términos.
Libertades individuales, época del 70, coyuntura económica, política actual son los temas que ocasionarán insalvablemente que te llamen “facho”, por más respetuoso que intentes ser.
Facho quiere decir fascista, y quien te lo dice asocia lo mismo a una idea de ultraderecha, en completa ignorancia de que el fascismo comenzó como un movimiento sindical, es decir, de izquierda. Te dicen facho y también te asocian con el nazismo, pero nadie se fija que lo último es una contracción de nacional-socialismo; en fin, socialismo. Lo curioso es que los que te llaman “facho” son personas generalmente con simpatías de izquierda o bien enrolados dentro de facciones socialistas.
Te dicen “facho” porque supuestamente – para ellos – tus ideas rememoran las ideas de Hitler o de Mussolini. No obstante, tanto las ideas de uno como de otro resumieron en meterse con la vida de los demás, imponerles a todo un pueblo qué debían amar y qué debían odiar, para quién tenían que trabajar y por quién tenían que morir. Y vos sos una persona que no sólo que no querés meterte con la vida de nadie sino que además tampoco querés que se metan con la tuya; de ningún modo aceptarías que alguien te ordene a quién amar o qué cosa odiar; en tus sueños te figurás trabajando para vos mismo y, lo más notable de todo, bajo ningún punto de vista asumís como razonable que alguien te diga por quién tendrías que morir.
Para tu gran sorpresa, precisamente aquellas personas que a vos te dicen “facho” son quienes viven metiéndose con la vida de los demás, se pasan todo el tiempo llenándote la cabeza al respecto de a quién hay que adorar y a quién aborrecer, sueñan con un país donde todos trabajen para uno solo (el Estado) e incluso son capaces de justificar cualquier atrocidad en función de esa pesadilla que es el estatismo, el mismo proyecto político del nazismo o el fascismo. En fin, como críticos de Hitler y Mussolini… son muy buenos alumnos. Pero el facho sos vos.
Te dicen “facho” cuando, con todo el respeto del mundo, te pronunciás al respecto de la época del 70. De inmediato te dicen que estás justificando los abusos que cometieron los militares en pos de un plan imperialista. Según ellos vos no sólo que simpatizás con los militares sino que también tenés formas de pensar propias de la soldadesca.
Curiosamente son ellos los que justifican a los criminales de entonces (“luchaban por un ideal”); los cuales pretendieron – y hoy pretenden – desbaratar nuestra democracia para darle lugar a un socialismo dictatorial (como Cuba o Venezuela). Y es raro que justo ellos piensen así de vos, ya que son ellos los que poseen una estructura mental propia de los cuarteles, que veneran al Comandante Castro, al Comandante Chávez, al Comandante Guevara y que muchos se hacen llamar soldados kirchneristas, soldados de Néstor y soldados de Cristina, a quien siempre le dicen que “allí tiene a los pibes para la liberación”. Como ven, viven utilizando una retórica de guerra… ¡pero el facho, sos vos!
Si no te alineás ideológicamente con el actual gobierno kirchnerista (“nacional y popular”)… amigo, no intentes excusarte: sos un facho.
Te dicen “facho” porque supuestamente vos no estás a favor de la libertad de expresión y porque sos una máquina de repetir aquello que algún fantasma imperialista o antidemocrático quiere que vos digas y pienses. Y la verdad es que si vos no propiciaras la libertad de expresión nadie podría insultarte así porque sí, como lo hacen ellos.
Lo curioso es que generalmente sos vos el que no puede expresarse libremente frente a ellos, y precisamente por la lluvia de descalificaciones que viene ante la menor cosa que digas. Más curioso aún… son ellos los que repiten, religiosamente, un mismo discurso único. Estos sistemas tienen la característica de encuadrarse dentro de partidos políticos que no aceptan el disenso por parte de sus propios integrantes (si no, no se explicaría que estos abracen un discurso único). ¿No se trata esto de un régimen antidemocrático de poder y dominación?
Bien, entre otras cosas que caracterizan un régimen fascista, socialista, estatista, podemos mencionar el alto nivel de intolerancia y desprecio que fomenta, lo cual queda de manifiesto desde el preciso momento en que a vos te descalifican por pensar distinto a ellos. No se trata de gente que acepta que vos pienses diferente, sino de personas que te insultan por hacerlo.
Otra de las características más notables de este régimen es el hecho de poseer un “líder”, pero no un líder cualquiera sino uno gritón, obstinado, megalómano; un “líder” que se cree imprescindible y que siempre usa una retórica encendida, que siempre está acusando a alguien de pretender derribarlo y que siempre, siempre pero siempre se trata de un mega-súper-multi millonario que se hace pasar por gente sencilla, humilde, de pueblo. Siempre los sistemas totalitarios, por otra parte, se caracterizan por ostentar cierto afán “refundacionista”, de esta suerte que sus tiranos se crean los hacedores de un “modelo” distinto, pero que lo único que tiene de distinto es la forma con que les pagan a muchas personas por no trabajar a cambio de que les sigan votando.
No obstante, para ellos, el “facho” seguís siendo sos vos.
¿Y quiénes son ellos? Son personas que viven en este mismo país y con los cuales tenemos que convivir. Son nuestros compatriotras. ¿Y son malvados? Por supuesto que no. En el mejor de los casos, son personas que simplemente están confundidas, tan confundidas como para decirte que vos sos un facho, o un gorila, o un cipayo… Es importante que evitemos responder con otro insulto.
¿Por qué? Hoy muchas personas justifican, por ejemplo, los crímenes que los guerrilleros cometieron en los 70; “luchaban por un ideal”, como si ello diera derecho a poner bombas y matar inocentes. Así justifican hechos del pasado. Es importante no darles los motivos que están buscando para justificar atrocidades futuras.
Veneran a una líder megalómana; repiten constantemente un relato cargado de odio; si no pensás como ellos muy antidemocráticamente te denigran con cualquier argumento; forman parte de una ideología del pasado que ni a ellos mismos les deja pensar diferente; creen que el pueblo es una masa con la que se puede hacer lo que sea; y apoyan un gobierno que añora perpetuarse en el poder. En fin, motivos de sobra tenés para realizarles la siguiente pregunta:
<<Perdón… pero, ¿yo soy el facho?>>.