Escribe: David Rey

La ciudad de Rosario se estremeció, el mediodía del martes 15 de Agosto, con una noticia desgarradora: en un barrio humilde de la zona norte apareció el cadáver de un bebé recién nacido… arrojado dentro de un volquete. Una vecina, la que lo encontró, fue la encargada de dar aviso a la policía, que acudió de inmediato.

Algún testigo aportó que, esa mañana, vio que alguien, descendido de un Renault Kangoo, había arrojado unas bolsas al contenedor de basura, tras lo cual fue luego descubierto – envuelto en una toalla rosada – el cuerpo sin vida del recién nacido. Posteriores investigaciones concluyeron que el niño, en rigor, había nacido sin vida y que, incluso, portaba un mal congénito.

Cómo es lógico, la triste noticia corrió como reguero de pólvora a través de todos los medios rosarinos. No obstante, aquello que en un principio pareció tratarse de “una movida” mediática motivada por la indignación y la solidaridad acabó por encuadrarse dentro del mismo circo escatológico que tan bien define a la prensa local.

Francisco Guillén, reportero gráfico del diario “La Capital” de Rosario, fue uno de los tantos que se allegaron al lugar, aunque particularmente él para llevar a cabo su trabajo, tanto así que, incluso, hasta se propuso extralimitarse del mismo y realizar el trabajo circunscrito a los investigadores forenses. Sólo un espíritu de morbosidad puede explicar que haya pretendido fotografiar el cuerpo inerte de la criatura, cosa que fue afortunadamente impedida por un oficial de la policía.

En rigor, Nicolás M., según constató RosarioNEWS, en reiteradas ocasiones – por pedido de la fiscal – debió alejar a varios informadores que competían para sacar “la foto del año”, sin que ninguno de ellos haya presentado mayores inconvenientes. Claro que a excepción de Guillén, quien tras haber sido advertido por el policía que no podía tomar fotos al cadáver intentó llevar a cabo su cometido nuevamente, cosa que llevó al uniformado a interponerse ante el lente de la cámara.

Esta sola aplicación del ejercicio policial le valió a la prensa rosarina para olvidarse de inmediato de la criatura arrojada muerta dentro de un tacho de basura (de la que lamentablemente poco se sabe hasta ahora) y poner el grito en el cielo para denunciar que “un reportero gráfico de La Capital fue «agredido» por la Policía” cuando quería “realizar su trabajo”. Por si fuera poco, el Sindicato de Prensa rosarino no tardó en destilar un comunicado para “repudiar” el accionar policial.

Según pudo averiguar este medio, el mismo oficial Nicolás M., explicó la situación: “Me acerqué al fotógrafo y le dije que no sacara fotos de este lado porque iban a peritar el cuerpo”. Acto seguido, el fotógrafo desafió al uniformado: “Tomátela, payaso”, le dijo, sin acatar la orden.

La “víctima del accionar policial”, Francisco Guillén, se “olvidó” de contarle a los medios que se hicieron eco de su “desgarradora” historia, que cuando Nicolás M. advirtió que igual se posicionaba para tomarle la fotografía al bebé fallecido y, por lo tanto, sólo atinó a interrumpir la perspectiva de la cámara atravesando una mano, le espetó: “¡Qué hacés, la c… de tu madre!”, tras lo cual le propinó un golpe en los labios precisamente con el lente de la cámara fotográfica. Gajes del oficio, ¿no?

Un testimonio… más que explicativo.

El oficial M., tras advertir sangre en su boca producto de la agresión por parte del fotógrafo del “Decano” de la prensa argentina, procedió de inmediato a la detención del mismo, algo tan elemental que se realiza de oficio pero que esta vez fue impedido por la misma fiscal que, anteriormente, ordenó a M. alejar a los fotógrafos del contenedor de basura.

“La fiscal me dijo que lo suelte”, confió M. a allegados, “y cuando le digo que me había roto la boca y que no lo podía dejar ir… me dijo que lo denuncie”. Por último, puesto en consideración de la gravedad que reviste haber golpeado a un oficial de la Policía y antes de abandonar el lugar, Francisco Guillén ensayó una absurda disculpa ante la persona que terminaba de agredir. “¡Me dijo «está todo bien»!”, contó, indignado, Nicolás M.

Guillén, por su parte, se excusó ante la prensa con el infantil argumento de que mientras el policía le impidió tomar fotos a él, el resto de la gente lo hacía a través de sus teléfonos celulares, algo que este medio no pudo comprobar. Sin embargo, aunque así haya sido, cae de maduro que el oficial M. no podría haber impedido él solo las capturas de todo el mundo, por un lado, mientras que por otra parte de ningún modo esto justifica el atropello que significa tanto desoír a una autoridad como insultar y agredir a la misma.

En fin, todo este hecho viene al dedillo para ilustrar inmejorablemente el “accionar” abyecto de la prensa rosarina en su conjunto como de la confusión por ella misma patrocinada. Primeramente, el policía no agredió a nadie sino que cumplió debidamente con su misión (además de que contó, para lo mismo, nada menos que con la orden de una fiscal). En segundo lugar, la agresión – injustificable, condenable e incluso pasible de ser alcanzada por la justicia – provino del fotógrafo de La Capital hacia el policía, a quien insultó en reiteradas ocasiones y a quien rompió la boca tras golpearlo con su cámara fotográfica.

La prensa de Rosario y el Sindicato de Prensa Rosario tendrían que explicarle a un fiscal qué fue lo que los motivó a encubrir y disfrazar un hecho de violencia hacia un uniformado policial que realizaba su trabajo al punto de presentar a la opinión pública una versión totalmente inversa a la realidad. Va de suyo que resume en una franca ignominia que el reportero en cuestión precisamente ahora no esté cumpliendo la pena que bien le cabe como a cualquier hijo de vecino que atenta contra la integridad de un oficial de la policía.

Por otra parte, vale destacar la cobardía de algunos medios gráficos que, tras ver colmados sus artículos con comentarios a favor del policía, cobardemente decidieron retirar las notas de sus sitios webs. ¡Les salió el tiro por la culata! Quisieron ensuciar la fuerza, y todo el mundo se encargó de reivindicar y elevar el accionar policial

Decano… de la vergüenza. Medios digitales borraron algunas notas donde los comentaristas apoyaron al policía y condenaron «el morbo» del fotógrafo.

Nicolás M. tiene 29 años, es padre de dos hijos y hace varios años que forma parte de la Policía de la Provincia de Santa Fe. Al igual que cualquier ser humano, ese día se hallaba profundamente conmocionado por el terrible hallazgo dentro de un contenedor de basura, cosa que explica a las claras la poca paciencia que puede dedicársele a alguien creído de estar por encima de las autoridades y de los investigadores.

Si bien actuó de oficio (y, como dijimos, cumpliendo la orden de la fiscal), su labor debe ponderarse como encomiable, valiente e incluso heroica. Acaso, con su trabajo, Nicolás M. veló por los derechos y la dignidad de aquella criatura inexplicable que apareció muerta. ¿Quién de todos los que fantasearon con llevarse una escabrosa fotito se acordó de que ese SER HUMANO, fallecido y todo, también tiene derechos y dignidad? ¿Quién tuvo en cuenta que una persona puede elegir ser fotografiada o no? ¿Quién pensó que esa persona no pudo elegir ni siquiera nacer? En fin, ¿quién RESPETÓ a ese ser humano que tenían enfrente?

Nicolás M. sí que tuvo en cuenta ese RESPETO y esa DIGNIDAD que pocos advirtieron, y porque precisamente ésa es la misión de un policía de la Provincia de Santa Fe que cumple con su DEBER y que ama su trabajo.

El humanitario accionar de Nicolás M. no sólo que nos trae a recuento un costado poco “promocionado” de la policía de Santa Fe sino que lo mismo renueva las expectativas de la ciudadanía en nuestros uniformados, tan vilipendiados continuamente por los medios masivos de comunicación, abocados ciertamente a ocultar lo bueno (éste es el caso) y a destacar lo malo.

Pocas provincias como Santa Fe necesitan tanto de estos ejemplos para comenzar a recuperar esa policía que alguna vez fue la mejor del país, algo que parece no importarle demasiado a la dirigencia política ni muchos menos a los (¿o «sus»?) medios de comunicación.


Nota: Muy lamentablemente, este periodista que suscribe se vio en la obligación de no utilizar la identidad real del oficial en cuestión a fin de evitarle algún que otro posible inconveniente laboral. Como bien sabemos y como bien podemos colegir en esta misma nota, vivimos en una provincia que persigue y castiga «al bueno» y que, por ende, premia y eleva a «los malos», y que muchas veces son los mismos que nos gobiernan.