
Escribe: David Rey – Originalmente publicado en mi Facebook.
Hoy tuve una charla sorprendente. Sorprendente porque con mi interlocutor prácticamente que teníamos miradas idénticas respecto de los principales temas de actualidad.
Sobre el fenómeno Milei -a nivel mundial- pensábamos exactamente lo mismo (aunque él más entusiasta que yo). Respecto de la guerra en Ucrania y de Putin, ostentamos el mismo parecer (claro que yo, bastante más apasionado en mis observaciones). Acaso pudimos haber encontrado alguna diferencia respecto del triángulo Trump-USA-China, pero nada que no hayamos podido resolver tras sopesar algo de información que pudimos intercambiar (donde, claro, el mérito fue mío). Por cierto, también coincidimos sobre la guerra en Gaza (en donde pude apreciar mayor honestidad intelectual de parte de mi escucha).
Fue una charla realmente amena. Pero mi interlocutor, dado el caso, se inquirió a sí mismo. «¿Cómo puede ser que estemos de acuerdo en todo?».
– Por eso – le dije, y le señalé el crucifijo que había detrás de él. Estábamos en su oficina. – Y por falta de eso es que el mundo anda tan mal. No es que nosotros estamos de acuerdo en todo, es que compartimos la misma esencia: Jesucristo.
En realidad, mi amigo y yo no pensamos parecido en nada… puesto que es totalmente imposible que dos personas piensen igual (ya que el motor del pensamiento siempre está condicionado por sus bien singulares circunstancias). Pero el hecho de ser cristianos -católicos en este caso – nos hace tomar una postura ante la vida y, sobre todo, ante el prójimo que, por más que tuviéramos puntos de vista distintos, las diferencias no son más que matices que terminan por enriquecernos mutuamente.
Ser católico (ser buen católico) es sentarse a charlar con el prójimo con toda franqueza. En realidad, más que hablar es escuchar. Pero hay algo más importante todavía: entender. «Entender» viene del latín, justamente, y se asocia con «tender, contender, extender, pretender, contener». Pero, básicamente, la RAE nos dice que «entender» es «tener idea clara de las cosas».
Cuando falta esa luz que nos permite tener una idea clara de las cosas es cuando comienzan los problemas, y cuando los matices pasan a ser diferencias… y cuando las diferencias nos alejan y nos ponen a un lado y del otro de la grieta que nosotros mismos inventamos para seguir chapoteando mezquinamente en la oscuridad.
No se trata de pensar igual sino de saber comprendernos, abarcarnos. Es fácil pensar, lo difícil es entender al otro (pensar por qué el otro piensa así). Todos tenemos algo que al otro le sirve y todos podemos enriquecernos con eso que el otro tiene. La falta de Jesucristo, la falta de amor y de sentido común, no hace más que empobrecernos puesto que el otro tiene poco para dar y nosotros nada para ofrecer; esa pobreza hace que nos ensimismemos, que nos encerremos y que apretemos con fuerza eso poco que creemos que tenemos… cuando, en realidad, no tenemos nada.
Si los occidentales fuéramos conscientes de que tuvimos la imponderable fortuna de nacer bajo el amparo de Cristo… resolveríamos todos nuestros diarios problemas. No se trata de pensar «igual», se trata de pensar. No es cuestión de vernos como adversarios sino de hallarnos como aliados. No es «en que me podés servir» sino «en qué te puedo servir».
Hace poco entrevisté a Jorge Fernández, un soldado que fue gravemente herido en los años 70, durante un enfrentamiento (tres años debió permanecer internado). Él me dijo que «cuando vos te estás muriendo porque estás hecho pelota, que al lado tuyo esté un negro que no conocés cebándote un mate… eso no tiene precio».
Eso es Jesucristo. Lo que toda persona necesita… justo ahí, cuando más falta nos hace. Eso es Jesucristo, lo único que nos lleva a mirarnos con la sinceridad que nos permite entender y ser entendidos. Eso es Jesucristo, una mano que no puede rendirse porque otra la aprieta y la levanta.
Entonces, para colmar el corazón del prójimo y ser de utilidad, ¿hay que ser tan inteligente como Einstein? ¿Hay que ser tan ganador como Messi? ¿Hay que ser tan «forzudo» como Stallone? ¿Hay que ser tan linda como Valeria Mazza?
No. Hay que ser uno mismo, es decir, ser como Jesucristo; es decir, SER COMO YA SOMOS, como tuvimos la grandiosa suerte de aprender a ser. Otras culturas no saben nada de eso de «amar al que nos odia» o de «ofrecer la otra mejilla» o de «que arroje la primera piedra…», y a vos ni te tengo que explicar de qué te estoy hablando.
Jesús no es ideología, empaque o capricho. Jesús es predisposición. Y esto cambia toda la regla. Los que se pelean entre sí, de un lado o del otro de la grieta, en realidad son socios: ambos pelean para seguir estando debajo de la oscuridad. Pelean para seguir estando lejos de Él.
No, querido amigo… no pensamos igual ni mucho menos. Vaya uno a saber por qué jerigonza de la vida podemos coincidir en tal o cual aspecto de la variada existiencia. El mundo está convulso, y la cosa cada día parece peor. Pero tanto vos como yo solamente tenemos una cosa en común: que somos ese «negro» que ceba un mate o el que lo espera. Somos la mano que calienta la otra más allá de todo vericueto de la vida. Somos cristianos.
Y cuando Jesucristo es el principio, Jesucristo es el final.

Te invito a que me ayudes a seguir haciendo PERIODISMO INDEPENDIENTE.
A través de Paypal, enviá a info@davidrey.com.ar
Podés hacerlo a través de Mercado Pago.
Clic aquí para aportar con $ 500 (pesos argentinos);
Clic aquí para aportar con $ 1000;
Clic aquí para aportar con $ 2000;
Clic aquí para aportar con $ 5000.
¿Te parece otro monto? Enviá un mensaje a info@davidrey.com.ar y te respondo con un link para realizar el pago que quieras o, bien, podés hacerlo enviando dinero a mi CVU de Mercado Pago: 0000003100047927961753 (alias: davidrey11.mp)
También podés transferir directamente a mi cuenta bancaria del BANCO GALICIA:
CBU: 00702333 30004016158682;
Alias: DAVIDREY11