Escribe: David Rey
La verdad sea dicha: la vicepresidente Victoria Villarruel es una tremenda piedra en el zapato, aunque no para el presidente Javier Milei. Más bien podríamos decir que Victoria es una genialidad de Javier. Mientras que, por estos días, toda la prensa habla respecto de una escisión presidencial (por un motivo tan ridículo que, analizarlo, insulta nuestra inteligencia), bien haríamos en recordar que la “Vicky” acaso resume en la primera promesa cumplida del presidente en campaña: “Yo no voy a tener una vicepresidente «decorativa»”, fue lo que, en calidad de candidato, repitió incontable cantidad de veces el entonces diputado de La Libertad Avanza. Vaya que cumplió.
Javier Milei trascendió a la escena política como un tornado urgido en los medios masivos de comunicación, los mismos que siempre hicieron lo propio por «invisibililizar» el enorme trabajo de Victoria. El hartazgo social -fundamentalmente de los jóvenes- y el descreimiento en los políticos posibilitó el advenimiento de aquel “outsider” que gritaba de forma desaforada por los canales de televisión, aunque sin convencer a todo el mundo. Esa franja no delgada de la población que renegaba de depositar su confianza en este “loco” fue la que, finalmente, se terminó por convencer de votar a la LLA porque ahí estaba Victoria, la exacta y perfecta contracara del “Peluca”. Ya, como vicepresidente y presidente del Senado, la labor de Victoria acaso resume en la continuación del mismo esquema infalible: mientras uno se desarma peleándose con todo el mundo, la otra corre detrás poniendo las cosas en su justo lugar, lo político es político, lo institucional es institucional… y prácticamente que nadie se resiste al carisma y a la seriedad con que la vicepresidente siempre se sale con la suya. Junto con el resto del staff gubernamental, podríamos decir que estamos frente del equipo perfecto. Uno rompe y avanza; los otros contienen, y arreglan.
Pero, entonces… ¿para quién Victoria representa una “tremenda piedra en el zapato”? Pues claro que para el viciado status quo actual, es decir, para la tremebunda corporación política, mediática e incluso judicial que tanto ha empobrecido la vida de los argentinos en prácticamente todos los órdenes (no sólo económico). Créanme que toda esta caterva de inmorales no le teme tanto al histrionismo acelerado de Milei como a la serenidad de Victoria, cuyos constantemente manifiestos valores nacionales van más a contrapelo de la impudicia actual que todas las puteadas y rabietas que el presidente destila casi que a diario. Más allá de lo disruptivo que pueda ser Javier dentro del escaparate político, lo que preocupa no es su “locura” o desenfado… sino la sensatez y convicción de Victoria.
De aquí, pues, que la prensa se haga eco de la menor “chispita” que pudiera haber para darle forma a un incendio de proporciones catastróficas. Pero Dios ciega a quienes quieren perder. Ahora último, por ejemplo, algunos periodistas le reprochaban -sí, eso mismo, le reprochaban- a Victoria que tuviera una “agenda propia”, como si la misma fuera prescindente o contraria a la del mismo jefe de Estado. Perdón, pero… ¿tan acostumbrados estamos a los cargos públicos y a los sobres que nos resulta “llamativo” que nada menos que un vicepresidente tenga su “agenda propia”? En un país como Argentina (con los problemas que tiene Argentina), ¿acaso nos podríamos dar el lujo de tener una vicepresidente “de adorno”, que se rasque y que no tenga su propia agenda de trabajo? Una persona, especialista en generar riqueza con o sin dinero, como el propio Milei siempre se describe a sí mismo, justamente no iría a colocar como vicepresidente a una persona improductiva.
Por lo bajo, aunque profunda y verdaderamente aterrados, los mentores del supuesto cataclismo presidencial dan a entender que la intención de la “díscola” Victoria pasa por proyectarse en el trampolín político y, eventualmente, incluso erigirse ella misma como futura presidente. Ajá… pues bien. Y de ser así, ¿qué tendría esto de malo, de inconveniente, de reprochable? Que una persona como Victoria ambicione con ser presidente no es tanto un capricho como un deber, ¿o qué otra persona se está preparando mejor -a fuerza de trabajo y patriotismo- para continuar la obra que ella mismo emprendió junto con Javier? De nuevo, un tipo como Milei… ¿a quién elegiría de aliado?
Victoria Villarruel, a esta altura la vicepresidente más relevante y operativa de la historia argentina, debe saber mejor que cualquiera de quienes la cuestionan que sus aspiraciones políticas -que ojalá las tenga- deberán estar respaldadas por los frutos de su trabajo y del máximo capital que posee, es decir, lo que ella significa para los ciudadanos argentinos honestos y henchidos de amor a la Patria, a pesar de tanta degradación circundante. En el “mientras tanto”, es lógico que una mujer que no precise del empuje de los medios masivos de comunicación -y que, sin embargo, no pueden dejar de hablar de ella- genere celos, molestias e incluso desprecio. Va de suyo que habrá más de uno que quiera sacársela de encima… pero, por más ninguneo eventual que pueda tener lugar, ahí la volvemos a tener cada día, en primera plana, mientras el resto mendiga una selfie.
Victoria, más que una piedra en el zapato, es un peligro. Un aciago peligro para todos aquellos que han hecho lo propio porque Argentina sea un país sin corazón ni identidad, donde la falta de valores, de tradición y honestidad nos ha vuelto vulnerables, manejables, indeciblemente débiles e impotentes frente de cualquier injusticia. En un país, entonces, que ya estaba al borde de su completa disolución cultural… claro que es un peligro una mujer que luce por su sencillez, su firmeza y (¡para colmo!) su profundo sentido nacional. Debe ser terrible para los “deformadores” de opinión que las niñas y jóvenes argentinas, en lugar de anhelar ser como los denigrantes estereotipos televisivos, quieran animarse a ser sí mismas y, entonces, se vean reflejadas en una mujer como Victoria, la vicepresidente, nada menos. Es que, en Victoria, no hay feminismo pago ni ninguna otra yerba rara y súper publicitada; en ella, simplemente, hay una mujer de verdad, una argentina más que a nadie tiene que explicarle por qué es como es y por qué su corazón grita como grita.
Seguirán, pues, operando contra la pareja presidencial, encontrándole el pelo a la sopa en todo momento y haciendo una novela mexicana por cualquier asunto que sea. Están cada día más desesperados… Pero hay algo que es claro como el agua y es que, a pesar de toda lógica diferencia, el presidente Javier Milei no sólo que ha sido muy inteligente al momento de elegir a Victoria para secundarlo en la tremenda empresa de enderezar este país, habiendo tanta gente «torcida»… sino que “el loco” además sabe, mejor que nadie, que también ha elegido correctamente a la persona ideal para que este país, una vez derecho, no vuelva a perder el rumbo, jamás. Que la TV siga hablando de peleítas; los argentinos de bien seguimos más unidos que nunca, y votamos a Javier y a Victoria.
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