Sobre el «gran hallazgo mundial», la vacuna contra el cáncer

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Escribe: David Rey

En mi profunda e inabarcable ignorancia, me atrevo a pensar que alguna vez la ciencia logre dar con la cura para el cáncer como para otros cuántos padecimientos que tanto se han normalizado en nuestro modo de vida (lupus, diabetes, autismo, epilepsia, esclerosis, etcétera).

Y, como la ignorancia es -justamente- atrevida, incluso hasta me animo a sospechar que las “curas” para estas afecciones quizá ya existan, aunque no tanto en un formato de medicina como en un cambio de hábitos y costumbres.

Pero claro, yo no soy médico ni soy científico. Apenas un pigmeo periodista que intenta contrastar la información que viene de un lado y de otro, un minucioso observador de la realidad que procura diferenciar lo que es a lo que dicen que es. Alguien que trata de ver si lo que dicen es cierto o es mentira, nada más.

Por estos días es “noticia mundial” que ya salió la vacuna contra el cáncer (aunque los medios que leemos en Occidente estén atrasados en este sentido, ya que los rusos la largaron antes sin que nadie diga nada por estos lares. Curiosa manera, ésta, de dar con «hallazgos» nada más que en los que pagan la pauta publicitaria). En fin, los medios masivos de desinformación que tanto esfuerzo invirtieron para silenciar la ola inédita de cáncer que produjo la vacunación masiva y compulsiva contra el supuesto bicho asiático, entre tantos otros padecimientos, resulta que ahora ponderan que la misma tecnología que ocasionó este genocidio e incluso las mismas firmas farmacéuticas que lo ejecutaron son ahora “los salvadores” de la humanidad.

Todas las personas que, más o menos, nos valemos de nuestros propios ojos hemos visto bien lo que ha ocurrido, y nadie necesita ser muy avezado para diferenciar lo que es a lo que nos dicen. Me mostraron el otro día una fotografía, un grupo de nueve amigos de entre cuarenta y cincuenta años. Dos de ellos, tan jóvenes, ya partieron para el otro plano… y, justamente, por la misma razón: un ‘turbo’ cáncer que, cuando se dieron cuenta que lo tenían, ya estaba desparramado por todo el cuerpo, intratable. Dos de nueve (¡el 20 % nada menos!). Y éste ha sido un solo ejemplo. De más está decir que estos dos mencionados claro que estaban bien vacunados contra el bicho. Quisieron evitarse un resfrío, los terminó liquidando un cáncer.

Realmente creo que la ciencia, alguna vez, estará en condiciones de erradicar el cáncer definitivamente, por supuesto que sí y ojalá que sea lo antes posible. Pero esto lo digo en mi honesta calidad de ignorante, como alguien que predice más por buena voluntad que por convicción. En lo que no soy ignorante, desde ya, es en el simple hecho de estar bien seguro de que los peores verdugos de este mundo no van a ser los que ahora vengan a traernos alguna solución a nuestros pesares y enfermedades… justamente los mismos que ellos provocaron de forma sistemática (es decir, planificado para tal fin).

Será, pues, una cuestión particular de aquellos cuya notable imaginación haga ver un ángel donde hay un homicida, acaso la misma creatividad que los hizo ver un virus donde no había nada, ni siquiera una ilusión. En lo que a mí respecta, pobre ignorante, no puedo ver otra cosa que eso mismo que se muestra sin vergüenza, sin escrúpulos y a todas luces: los mismos a los que les compraste el problema, ahora te venden la solución.


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