Escribe: Dr. Guillermo Fanego
El 20 de febrero falleció Néstor Eduardo Tauro quien pasó a integrar la necrología de nuestros presos políticos, posiblemente el más joven de los prisioneros.
Porque amó a la Patria se incorporó como alumno a la ARA, contando en 1976 con tan sólo 19 años. En esa misma época, otros, alimentados por el odio terrorista, colocaron explosivos valiéndose del uniforme que el Estado les entregó para cumplir con el servicio militar.
El amor lo pagó con la cárcel; el odio recibió la indemnización suculenta y el recuerdo en el frontispicio del Parque de la Desmemoria.
Gracias Macri, gracias Rodríguez Larreta y su cohorte de incapaces y mentirosos. El «curro» de los DD. HH. sigue gozando de la plena salud kirchnerista que el gatopardismo de Cambiemos se ocupa de mantener y alimentar.
Tuve el honor de ser su defensor ante la inconcebible acusación que le formularon los pérjuros jueces y fiscales federales militantes de las «Políticas de Estado» pergeñadas por el «señor de la Corte» y el terrorista Verbitsky.
Le imputaron una incontable cantidad de hechos de los que recién tuvo conocimiento cuando fue detenido siendo un ciudadano común, un obrero que trabajaba para mantener a su prole, alejado de la vida militar hacía más de treinta años.
Para el juez Torres y el fiscal Taiano, como para el resto de pérjuros jueces y fiscales federales, el Cabo Segundo Tauro tenía la misma responsabilidad que el Alte. Emilio Massera. El ordenanza de un juzgado es tan responsable de los delitos que cometen los jueces que firman una sentencia: inconcebible en un país serio del cual el nuestro dista mucho de serlo.
Toda muerte de un ser querido nos deja el dolor de la pérdida, más aún ante los padecimientos que, durante más de cinco años de injusta prisión, vivió la familia de Néstor.
Su pérdida debemos transformarla en una victoria. No lograron contar con una nueva condena sin pruebas, su fallecimiento les quedó atragantado a los querellantes privados y públicos.
Ni la vindicta pública ni los comisarios políticos del PEN- Secretaría de DD. HH., lograron su cometido de lograr una condena sin pruebas; ni las querellas ávidas de dinero con los que calmar la sed de sus insaciables bolsillos obtuvieron su triunfo.
El cáncer de la injusticia le quitó la vida pero le dio el honor de morir con la dignidad de impedir que le condenasen. Su muerte es la resistencia ante la injusticia de un país en el que se destruyeron las garantías constitucionales. La muerte lo redime y lo libera.
Desde donde estés, seguramente cercano a NSJC, protege a tus amigos y compañeros con quienes compartiste las ergástulas de este régimen de venganza kirchnerista-macrista.
Hasta siempre, ahora que descansas en paz, querido Néstor.