Escribe: Teniente Coronel (R) Rodolfo Richter
Palabras alusivas por la muerte del Coronel Juan Carlos Jones Tamayo
He escuchado muchos comentarios sobre las virtudes del coronel Juan Carlos Jones Tamayo, ciertas todas ellas. Pero quiero referirme a las que yo pude comprobar personalmente en el poco tiempo que estuve a sus órdenes desde el inicio de la Operación Independencia hasta el combate de Pueblo Viejo.
El Equipo de combate del capitán Jones pertenecía al Grupo de Artillería de Montaña 5 con asiento en la ciudad de Jujuy. Eran artilleros que debían operar como infantes y montañeses que debían actuar como montaraces. Por esa razón, al teniente 1º Héctor Cáceres, mi instructor de “comandos”, y a mí, que recién había terminado ese curso cuya última etapa había sido el monte de Tartagal, nos dieron la misión de asesorar al Equipo de Combate Jones en su nueva realidad.
Los hombres del GAM 5 se iban adaptando rápidamente al monte tucumano y a las posibles tácticas a emplear en el mismo.
Un día Jones reunió a su gente en la Escuela de Los Sosa para ponernos al tanto de las últimas novedades y dar unas directivas. Yo me ubiqué detrás de todo el grupo para observarlos a todos ya que no los conocía. Jones habló sereno, claro, seguro y firme. Los oficiales y suboficiales le prestaban una atención particular, y en sus gestos corporales, que la experiencia militar nos enseña, me di cuenta que le tenían un gran respeto, de esos que no se consiguen con el temor sino con el prestigio. Me gustó la forma en que se expresaba y pensé que estaba frente a un líder y no a un simple jefe de Equipo. No me equivoqué.
El 14 de febrero entramos al monte. Cáceres lo asesoraba, pero la última palabra, era siempre la de Jones. Llegamos hasta las compuertas del Río Pueblo Viejo y allí tomaron la decisión de volver por otro camino para evitar una emboscada si los guerrilleros nos hubieran visto pasar y nos estuvieran esperando. Los cuadros debíamos ir más adelantados para darles más confianza a los soldados que se encontraban en un terreno que no les era propio. Como yo quedaba libre me dieron la Punta de Infantería. Lo que sobrevino a la tarde todos lo sabemos: un encuentro sorpresivo con un grupo guerrillero grande que tenía una fracción que ya había cruzado el río y estaba de nuestro lado y otro más grande en la otra orilla. Vi un guerrillero sobre la senda sorprendido al verme. Le abrí fuego, escapó por los matorrales mientras seguí disparando. Alguien me hirió y caí. Con los disparos, Cáceres y Jones rápidamente se adelantaron. Cáceres arriesgó demasiado, fue a socorrerme y lo mataron. Su actitud fue ética antes que técnica. Vi al subteniente Arias pasar al asalto y sus hombres determinados; ya eran montaraces. Me llevaron a un puesto de reunión de heridos que estaba al lado del puesto de comando de Jones. No tenía más que esperar y de paso observarlo a Jones como conducía. Lo vi igual que el día que se reunió con su Equipo en Los Sosa. Un disparo le había volado la antena de su radio, pero eso no lo inmutó. Parado, impartía las ordenes con claridad, con seguridad, sin titubeos. Creo que acertó en todas las decisiones que tomó.
Fui cadete del Liceo Militar General Paz de Córdoba. En el último año recibimos un curso sobre el ejercicio del mando porque lo teníamos sobre los cadetes más modernos. De ese cursillo sólo recuerdo las palabras de un mayor que dijo que para mandar había que tener la cabeza fría y el corazón caliente. Tuve la suerte ver mandar a un hombre de esa manera en pleno combate. Ese hombre era Jones. Fue la mejor enseñanza sobre el mando que tuve en toda mi vida militar porque fue dada en un momento de máximo peligro, y me sirvió siempre para solucionar los problemas que mis heridas acarreaban.
Siempre lo saludaba para el aniversario de Pueblo Viejo. Él no me llamaba por el grado, sino que me decía: “¿Cómo está soldado?”. Me sentía muy alagado porque sabía el significado que él le daba a la palabra “soldado”.
Un día me enteré que lo condenaron. Nunca le pregunté ni a él ni a nadie por qué lo condenaron. No necesitaba saber los argumentos retorcidos de los lenguaraces de nuestra justicia infame. Lo condenaron porque era un soldado cabal, porque era un líder nato, por su calidad como persona y porque al enemigo lo tuvo más de una vez en jaque; tremendo pecado para los representantes de la anti Patria. En otras palabras, a Jones lo condenaron, porque era Jones.
En algún lugar de la eternidad debe estar ahora, donde van los justos.
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