Escribe: David Rey
Ahora están todos contra Javier Milei, el referente de un meteórico ascenso en la política que, además de ocupar una banca como diputado, es uno de los principales candidatos a sentarse en el sillón de Rivadavia dentro de poco. Todos contra Milei porque lo critican por sus dichos (más allá de toda la manipulación que hay en torno a lo que dice) pero, curiosamente, lo tienen ahí, en primera plana, lo que más necesita un político, al menos uno en un país como Argentina. En política no importa que hablen mal de uno; lo que importa es que hablen de uno… Y esto, el gritón economista de los pelos para todos lados, parece tenerlo bastante claro.
A Milei le adjudican estar “a favor” del mercado de órganos humanos (algo que hasta ayer no preocupaba a nadie en el mundo)… precisamente las mismas personas que están a favor del aborto, que sí es un tremendo mercado, como el de la experimentación con inóculos para el resfrío. El caso es que, para ser exactos, Milei respondió simplemente a una consulta del periodista Jorge Lanata al respecto con la única óptica de la que es un eximio referente: la de economista liberal, o libertario, o cómo él quiera llamarlo. Milei no dijo nunca “estoy a favor de que se mercantilicen los órganos”, respondió insistentemente con que cada uno es libre de hacer con su cuerpo (su propiedad) lo que quiera, y que “nadie es quién” para decirle a otro qué hacer con su vida. Claro que esto último es lo que molesta. (Que aquellos que apoyan el aborto, como los que ahora atacan al economista, “se alarmen” porque fulano quiera vender un riñón, es un insulto a la inteligencia que no acepta discusión. Vamos…).
Yo quisiera poder decir que “no estoy de acuerdo” con Milei… si hubiera dicho lo que la prensa dice que dijo. Seguro, por ejemplo, que Milei estaría a favor de la despenalización de la venta de estupefacientes (es mi parecer, considerando que -casi- todos los liberales lo están), algo que encontraría mi resistencia de inmediato. Pero esto no quiere decir que yo no vaya a comprender que dicha postura estaría circunscrita a una lógica ideológica que, me parezca buena o no, precisa de toda mi consideración. Es lógico que un liberal (ultra) esté a favor de que, como Milei insiste, cada uno sea libre de hacer lo que quiera, más allá de que yo considere lo que me parezca dentro de ese “hacer lo que quiera”.
Pero Milei fue más al hueso todavía, y acá también hay otra cosa que molesta “a la casta” y sus sirvientes: ¿por qué se asombran de que exista una persona que quiera vender una parte de “su” cuerpo, si el Estado ya dispone de mitad de nuestras vidas? ¿Acaso molesta que “no sea” el Estado el que disponga qué hacer con esa parte del cuerpo? El mismo Estado que, de la noche a la mañana, y contra todo el sentir de una nación, convirtió en “legal” el asesinato de niños por nacer (justamente, seres humanos sin capacidad de decidir sobre sí mismos). El mismo Estado que violó la cacareada Constitución Nacional para convertir en “obligatoria” una inoculación experimental (ni siquiera probada en ratas) en el marco de una pandemia indemostrable… circo autoritario al que se prestó el mismo Milei para poder salir del país a dar conferencias (nadie de los que ahora lo critican lo corre con esto, ¿eh?).
Milei puede decir que está a favor del sexo con animales o que está a favor de la eutanasia, y esto seguramente no va a molestar tanto siempre y cuando lo mismo no vaya en desmedro de esa hipócrita pretensión de “cuidar” al semejante cuando en realidad lo que se pretende es controlarlo más todavía, tenerlo más “a raya” aún. El problema es que haya priorizado la voluntad del individuo -cualesquiera que sean sus motivaciones- por sobre la prepotencia del sacrosanto Estado. Claro que un liberal -a lo Milei- va a consentir que si una persona se quiere pegar un tiro en el pie está en todo su derecho de hacerlo antes de que sea el cínico y corrupto Estado el que se lo impida, ¿en base a qué superioridad moral? Es como que un asesino serial le prohíba al resto a salir de caza, o que un violador dictamine cerrar todos los prostíbulos del país (“privados”, quiero decir, porque a los prostíbulos ya se encargaron de cerrarlos).
Claro que la idea de que alguien venda un órgano suyo “para poder comer” espanta a cualquier cristiano bien nacido, más aún si lo mismo connota con la idea de que tal cosa remite a un “mercado negro” donde hay personas que son secuestradas para lo mismo (algo que, lamentablemente, tiene lugar). Pero Milei lo que dijo es, justamente, lo peor de lo peor: es decir, planteó la posibilidad de que NO haya “un transa” en ese “mercado”. Y, justamente, “el mercado”, en lugar de ocuparse de que no existan personas con la necesidad de vender un órgano “para poder comer”, sale a liquidar al economista. Muy explicativo, ¿no?
Es como si alguien que autoriza a que maten a una persona que todavía no nació… ¡se alarme porque yo quiera sacarme un pulmón y vendérselo al vecino! ¿De verás les molesta que yo quiera vender un órgano mío… o les jode que lo pueda hacer sin rendirles cuentas a ellos? No saben si lo hago por necesidad, por amor o simple economía… Les jode que dicho proceso no pase por sus “porosas manos”. ¿O alguien de verdad se piensa que esta casta de delincuentes que nos gobierna… tiene buenas intenciones?
Al menos con Milei podría elegir qué hacer con mi cuerpo, con mi vida, es decir, mi propiedad. Sin «interferencias». Lo que molesta es eso: la posibilidad de que podamos elegir, es decir, vivir en un mundo lleno de mejores opciones… a las pocas que hoy tenemos.