La docente riojana denunció a las personas que, a su vez, la denunciaron a ella por «apología del delito». <<Quiero una retractación pública de las personas que me destrozaron en los medios>>, dijo.
Escribe: David Rey
Fernanda Megías podrá ser una persona tranquila y llevar una vida tranquila, pero hay algo que el fragor de ciertas circunstancias le ha enseñado a fuego: no existe mejor defensa que un buen ataque. El nombre de esta docente de La Rioja cobró estado público el día que un hecho en particular llegó justamente para sacudir esa misma paz que posibilita a la uvas riojanas convertirse en vinos que todo el mundo admira. Su padre fue apresado en función de los tan cacareados juicios de Lesa Humanidad, tal como ocurrió con más de 2 mil Presos Políticos a lo largo y a lo ancho del país.
Entonces, Fernanda, tomó el bolígrafo y se dispuso a contar su historia. Claro… ¿a quién? Pues, ¿quién oye en Argentina el diario padecer de miles de familias de Presos Políticos? Pero con Fernanda fue distinto. Es que muchas veces la cuestión no pasa por «quién oye» sino «a quién oyen», y la sinceridad de Fernanda logró lo que pocos: no sólo que su carta se viralizó a través de las redes sociales sino que, incluso, a muchos medios de comunicación les resultó imposible soslayar este hecho en particular. No sólo que esta vez no pudieron callar a nadie, sino que además tuvieron que sentarse a escuchar. Algo inédito, hasta ese momento.
Pero claro… ya alguien dijo por ahí que toda idea que se genera inmediatamente ocasiona resistencias. Y a Fernanda la empezaron a esperar. La vieron fuerte, decidida, honesta… y, lo peor, con la capacidad de llegarle a miles de personas con sólo dos carillas escritas. Francamente, una amenaza. Era difícil encontrarle un flanco débil por el cual atacarla, por el cual bajarla. Docente, esposa, madre de familia… ¿por dónde pegarle? ¿Por dónde ensuciarla? ¡Por dónde!
Y llegó el día en el que la «profe» Fernanda Megías pretendió realizar una clase para explicar a sus alumnos de Construcción Cívica y Ciudadana el significado del Día de Homenaje a las Víctimas del Terrorismo en Argentina, es decir, el 5 de octubre. Para la clase que Fernanda armó (y que contó con total aprobación de sus superiores) contaba nada menos que con la participación de Graciela Saraspe, hija de Oscar Saraspe, asesinado arteramente por terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el año 1975, antes de la demonizada Dictadura Cívico-Militar y en pleno gobierno democrático.
Fue entonces que, justamente, una colega de Fernanda Megías aprovechó el momento y apuntó con toda la artillería: denuncia, fotógrafos, notas en los medios, lamentos, histeriqueteo… La denunciante armó un revuelo enorme porque temía por la «integridad psicológica» de su pequeña hija de tercer año, que a su vez es también alumna de Fernanda. Y ahora sí que los medios de todo el país no esperaron a que el asunto se vuelva insoslayable por la presión de las redes sociales: de inmediato la docente Megías pasó a ocupar todos los titulares habidos y por haber. «Retiran de las aulas a docente por realizar apología del delito»; «Maestra que reivindica el accionar de la Dictadura genocida es apartada de las clases», etc. En fin, armaron todo el circo del mundo, los payasos de siempre.
Es curioso que una madre se preocupe de la «integridad psicológica» de su hija mientras que le enseña a la misma a llamar a su maestra como «milica de mierda», tal como Fernanda contó a DAVIDREY.com.ar. Difícil estimar la «integridad psicológica» de una persona que recibe de sus padres una historia extraña donde los terroristas que asolaron Argentina en la década de los 70 son presentados como «jóvenes idealistas», mientras que las personas que hicieron lo propio por defender al país son considerados como «genocidas», «represores», «torturadores». Pareciera que a dicha mamá es otra cosa lo que le importa más allá de la «integridad psicológica» de su pequeña.
Es que la mayoría de las personas (es decir, la gente normal) resuelve sus disputas conversando, discutiendo, a lo sumo peleándose. Puede alguien estar en total desacuerdo con una persona, puede incluso odiarla… y hasta puede agarrarse a trompadas. Pero en el fondo siempre hay códigos. Códigos humanos. Por más diferencias que haya, difícilmente una persona de bien vaya a querer que otra persona, que a su vez es el sustento de su familia, se quede sin trabajo.
Y sí… hace bien esta señora en preocuparse por la «integridad psicológica» de su pequeña. Con una madre así… hay que reconocer que tenga la honestidad, al menos, de estar preocupada.

Cuenta Fernanda Megías a DAVIDREY.com.ar que «sentía que todo el mundo en la calle me miraba, mi rostro había aparecido en todos los medios». Había sido insultada e incluso agredida, y suspendida de su trabajo. Fernanda recorrió cuanto pasillo existiera en pos de que le devolvieran su trabajo; ella no había hecho nada malo, era el sustento de su familia, por favor, necesitaba volver a su trabajo… Acaso nunca la recibió ni intentó comunicarse con ella el Secretario de Derechos Humanos y, por ende, responsable de que la hubieran cesanteado, Delfor Brizuela (un ex sacerdote que dejó los hábitos para andar con mujeres, es decir, una de esas «figuritas» destacadas con el que el kirchnerismo «derechohumanista» hacía alarde por todas las latitudes). En el mismo Ministerio de Educación fueron bien sinceros ante el reclamo de Fernanda: <<Esto no es una democracia>>, le dijeron, tal cual consigna la entrevista de este mismo medio.
¡Cuánta razón! ¿O alguien se pensaba que los 12 años que pasaron de atropellos constantes, de detenciones absurdas, de latrocinio sistemático… podrían encuadrarse dentro del concepto «democracia»?
Pero pasó algo. Esa «des-mocracia» terminó. Se les acabó. No hay mal que dure cien años. Ahora resulta que están cayendo como mosquitos… Están cayendo como los bandidos rastreros que fueron.
Y Fernanda, naturalmente, volvió a las aulas. ¡Si no había hecho nada malo, che!
Y ahora Fernanda… quiere explicaciones. «Quiero una retractación pública por parte de las personas que me destrozaron en los medios», dice a DAVID.REY.com.ar. Es que Fernanda no es hombre; es mujer. El hombre, cuando gana… se queda en su casa, tranquilo, saborea la victoria, se estira en el sillón, ya fue. Una mujer, es sabido, aprecia de otra forma. Una mujer no se va a olvidar nunca que le quisiste sacar el pan a sus hijos, nunca – por más que te perdone en nombre del papa Francisco – te va a perdonar, y absolutamente nunca ni nunca jamás va a terminar de digerir todas las que tuvo que pasar por culpa de eso que vos le hiciste. Si a ella la agredieron en la calle por culpa tuya, agarrate…
Tanto Fernanda Megías como Graciela Saraspe, ambas (encima dos), ya presentaron respectivas denuncias por discriminación al INADI. Les hicieron pasar un mal momento.
Y Fernanda aprendió eso mismo que todo ser humano aprende alguna vez en su vida: «no hay mejor defensa que un buen ataque».
Y Fernanda, ahora, se está defendiendo.