El líder del PRO se perfila para 2015 como la única «oposición inflexible» al peronismo.
Por Alejandro Sala
El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, ha anunciado formalmente que en 2015 presentará su candidatura a la Presidencia de la Nación. Las consideraciones acerca de la figura de Macri, aún entre personas a quienes cabría conceptualizar como situadas en el centro o centro-derecha, oscilan entre la adhesión irrestricta y el rechazo rotundo. Este carácter controversial que gira alrededor de la figura de Macri torna oportuno hacer el intento de explicar el sentido del desenvolvimiento político del mismo.
Lo primero que cabe decir es que Macri, al menos hasta ahora, ha sabido desenvolverse con la habilidad necesaria como para no quedar políticamente descolocado. Desde su primera presentación como candidato a jefe de gobierno en 2003 hasta ahora, la trayectoria política de Macri ha venido ganando volumen, no en forma meteórica, pero sí de manera constante. De hecho, no por nada el anuncio de que será candidato a presidente en 2015 es una noticia política significativa. Independientemente de la valoración que cada uno haga de la gestión y la figura de Macri, lo cierto es que se trata de una figura relevante de la escena política.
Para algunos, aún dentro de núcleos supuestamente afines en términos ideológicos, Macri es un personaje desdeñable. Las críticas, en general, apuntan a sus supuestas indefiniciones, en algún caso puntual a la presunta corrupción de su gobierno, o a su estilo político más bien ligero. Lo cierto es que, por el momento, los cuestionamientos no le han hecho mella. Naturalmente, para todos los matices de la izquierda, Macri es el ogro neoliberal que procura restablecer los criterios de los “nefastos ´90”.
Y, por supuesto, todas estas críticas están, en cierto modo, basadas en algún argumento que les da sentido. Nada se dice porque sí, si no hubiera algún hecho, aunque sea totalmente secundario, que le da un mínimo margen de credibilidad. Pero, situadas en su debido contexto, no se percibe que los cuestionamientos hacia la figura de Macri tengan fundamentos sólidos. Si tales críticas fueran consistentes, Macri hubiera sufrido un serio desgaste político que, objetivamente, no se percibe. ¿Cuál es el factor que pone a Macri a resguardo de todos los ataques que sufre y le permiten seguir incólume y adelante con su proyecto político? Para poder responder apropiadamente a esta pregunta es necesario, ante todo, explicar el contexto en el que Macri se desenvuelve.
Podríamos decir, parafraseando a Marx, que “un fantasma recorre Argentina”. En este caso, no es el comunismo, sino el populismo es el espectro que, desde la irrupción del peronismo, mantiene en perpetua inestabilidad a la vida política argentina. Para comprender el desenvolvimiento político de Macri debemos asumir este hecho. Si no tomamos este factor en consideración, la actuación de Macri no tiene explicación lógica.
El populismo no es una política determinada sino un clima social, el cual consiste en que las masas reclaman, de manera imperiosa e irreductible, la aplicación en forma inmediata de aquellas políticas que demandan. Bajo la vigencia de un escenario populista, gana las elecciones aquel político que expresa de manera más apropiada la demanda predominantemente perentoria en cada circunstancia. Como las preferencias de las masas –al menos, en Argentina- pueden ser muy cambiantes, la política en este contexto suele resultar también inestable. He allí el problema inicial de Macri, es decir, evitar que las oleadas y los vaivenes lo arrastren. En ese mar encrespado tiene que ir desarrollando su proyecto político.
Este contexto explica mucho de la forma en la que Macri actúa. La posición en la que se encuentra no es lo suficientemente consistente como para permitirle combatir frontalmente contra el populismo. Si procurara hacerlo, fracasaría electoralmente y su influencia política se acabaría inmediatamente. Muchas de las críticas que recibe desde la centro-derecha se explican por el tratamiento que Macri le da al problema del populismo. Analicemos este fenómeno con un poco más de detenimiento…
El peronismo es la exacerbación del populismo. Desde el encumbramiento de Raúl Alfonsín en 1983, también el radicalismo se hizo populista, quizá con un poco más de respeto por las formas, pero sin modificar la esencia. Las demás corrientes políticas también se han contagiado de ese fenómeno. Hasta la UCEDE en su momento fue víctima del cáncer populista. La sociedad argentina en su conjunto está contaminada de un omnipresente populismo. Por eso, un dirigente como, por ejemplo, Ricardo López Murphy, que es absolutamente intransigente frente a las prácticas populistas, no tiene cabida en el escenario político.
Frente a ese fenómeno del populismo exacerbado, al que no se puede combatir de manera frontal porque tal actitud trae aparejada la muerte electoral, Macri encontró una fórmula razonable, la cual consiste en practicar lo que podríamos denominar el “populismo benigno” o “de baja intensidad”… Esta variante consiste en salvar las formas populistas pero, en lugar de darles un contenido confrontativo o reivindicatorio -como es característico del populismo inspirado en el peronismo- las impregna de un perfil tolerante y amigable. Para los gorilas recalcitrantes de la centro-derecha, que pretenden actuar como si jamás hubiese existido el peronismo, esta política es inaceptable. Que un político pretendidamente de centro o centro-derecha tenga como candidatos a Del Sel, Baldassi o Mc Allister, o que haga campaña repartiendo globos es intolerable para quienes pretenden contender frontalmente contra el peronismo. Lo que no admiten esos grupos es el pragmatismo con el que Macri se desenvuelve, asumiendo la realidad del país tal cual es y tratando de cambiarla a partir de ese reconocimiento. En eso consiste el “populismo benigno” o “de baja intensidad” que Macri practica y que, en términos electorales, le ha dado resultados satisfactorios hasta ahora, al punto de que le ha permitido erigirse en alternativa presidencial.
La aplicación de esta política no significa que Macri no sepa qué política querría aplicar en el caso de acceder al gobierno. Por el contrario, lo tiene perfectamente claro. Pero en Argentina es más importante cómo se expresa un dirigente que el contenido de su programa. El pueblo argentino no tiene inclinaciones ideológicas definidas, al menos por el momento. Por lo tanto, no es prioritario, para ningún candidato, fijar un programa. Pero el hecho de que no lo diga públicamente no significa que Macri no sepa hacia dónde debe orientarse una gestión de gobierno para producir resultados positivos. Como la política que Macri se propone aplicar en el caso de acceder al gobierno nacional es completamente antagónica con las prácticas populistas, necesita imperiosamente disimular sus planes para seguir siendo competitivo con vistas a las elecciones.
La aplicación de esta estrategia derivará, si no sucede nada imprevisto, en que Macri obtendrá un nada desdeñable caudal de votos en 2015. ¿Le alcanzará para ganar? Es muy dudoso. El peronismo se va a reconstituir después del ciclo kirchnerista y seguirá siendo la primera fuerza política del país. Pero PRO, con Macri a la cabeza, se perfilará como una fuerza en crecimiento. Y es altamente improbable que una fuerza tan prostituida como el peronismo consiga encarrilar el rumbo institucional y menos aún el económico de la república.
Por lo tanto, aunque Macri perdiera en 2015, con su política de “populismo benigno” o “de baja intensidad”, seguirá siendo alternativa para el futuro porque en el balance, después de las próximas elecciones presidenciales, se lo identificará como una fuerza en crecimiento y como un opositor inflexible del gobierno que resulte electo. No se puede hacer pronósticos a tan largo plazo. Pero hay indicios que muestran con nitidez, aunque él no lo diga abiertamente, cuáles son los planes del macrismo. Que los materialice o no es algo que está por verse. Pero por debajo de la superficie, y aunque muchos no lo lleguen a entender, hay un proyecto político absolutamente serio y profesional, ejecutado con determinación y meticulosidad. Quizá se esté abriendo, sin que aún muchos lo hayan notado, una puerta que nos conduzca hacia la erradicación del populismo…