Escribe: David Rey

De todas las distinciones que supo cosechar el autor cordobés Agustín Laje Arrigoni, acaso hay una que vale más que un campeonato del mundo: ha obligado a ciertos medios a «no pasar por desapercibido» su intenso trabajo. Ignorarlo dejó de funcionar, fue necesario invertir la estrategia; esto es, apuntar las armas hacia él y disparar con toda la munición posible.

Agustín es autor de “El libro negro de la nueva izquierda” (en coautoría con el escritor Nicolás Márquez), un volumen que nos revela los verdaderos propósitos de la llamada ideología de género, hoy furiosamente de moda.

Trabajo, sacrificio y excelencia en sus investigaciones han tornado inevitable que un grupo de académicos cordobeses le obsequiaran el premio “Joven sobresaliente del año” en la Bolsa de Comercio de la capital mediterránea.

En su premiación, Agustín supo ponderar que “hayan reconocido a una persona «políticamente incorrecta». Estas palabras resultaron bien molestas para ciertos sectores (los paladines de lo «políticamente correcto») que no toleran la idea de sentarse a debatir sobre los puntuales aspectos que cuestiona el escritor de apenas 27 años.

Así Página 12 difama a Agustín Laje.

Desde varias latitudes hoy disparan contra Agustín con la consabida catarata de anatemas o etiquetas: desde machista a misógino pasando por homofóbico, además de toda una sartenada de argumentos que van desde lo ridículo y disparatado a la mentira lisa y llana. Página 12, por caso, apunta con especial dedicación. El 9 de diciembre repudió su premiación con un artículo titulado “El discurso del odio”; allí lo ilustran como a “un misógino, homófobo y supuesto ‘periodista’ que se deleita escribiendo artículos en los que llama ‘feminazis’ a quienes apoyen la causa #Ni una menos”. El artículo sugiere expresamente que le retiren el premio que acaban de concederle.

El 16 del mismo mes siguió la diatriba por parte del mismo medio. “Macho menos” se titula un artículo que parece sorprenderse por el nivel de adhesión que posee Agustín en las redes sociales. Dice, sin vergüenza (y no es broma): “Laje es en todo caso la expresión más violenta, más brutal de la Córdoba conservadora y monacal” (sic)

Vale destacar que, conjuntamente con estos artículos, Agustín supo confiar a DAVIDREY.com.ar que ha recibido nada menos que múltiples amenazas de muerte. Asimismo, su cuenta en Facebook, por caso, va de un bloqueo a otro: lo bloquearon tanto por contestar a Página 12 como por subir un collage que compendia todas las amenazas que recibe a diario.

Pues bien… ¿qué es lo que Agustín dice, concretamente, que origina esta notable reacción de algunos medios?

Los autores. Nicolás Márquez y Agustín Laje dieron la vuelta al país presentando su polémico libro.

Agustín sostiene que la mentada ideología de género (sobre la que se formulan conceptos tales como el “femicidio”, la “violencia de género” o el “feminismo” actual) resume básicamente en una engañifa para desprevenidos: tras “nobles proclamas” se esconden espurios propósitos. Supo decir a DAVIDREY.com.ar, en una reciente entrevista, que «(el marxismo) ha trasladado la lucha de clases a la lucha de sexos, donde la mujer es el proletariado y el hombre es el burgués. Para la lucha de la mujer es necesario destruir a la familia, puesto que (Engels) pensaba que la familia es el sistema que oprime a la mujer».

También supo afirmar que, junto con Márquez, «hemos buscado cuáles son los hilos ideológicos desde los cuales ha resucitado la izquierda» y que «la ideología de género va en contra de lo que la ciencia nos dice sobre nuestra realidad humana». Respecto de la mentada violencia de género, el autor estima que «es aquella violencia que tiene en su base una aversión hacia el otro género, es decir, el móvil es el odio a la mujer como tal».

Agustín, por supuesto, niega que efectivamente exista “ese” odio en cuestión, pero no los hechos de violencia que tienen lugar en nuestro país. Por el contrario, el autor precisa que la ideología de género interesadamente esquiva las causas reales que movilizan la violencia y que, por colmo, invisibiliza a todo el resto de las víctimas.

El autor supo responder – artículo mediante – a las injurias de los medios: ¿Denunciar que el feminismo ya no responde a su filosofía original es tener un ‘discurso de odio’? ¿Poner en evidencia las nuevas formas del marxismo cultural es tener un ‘discurso de odio’? ¿Pensar que es mejor decir #NadieMenos que #NiUnaMenos es tener un ‘discurso de odio’?” (Prensa Republicana).

«El libro negro de la nueva izquierda» ha quitado las máscaras al marxismo cultural, ha demostrado que la gente sí se anima a interiorizarse sobre estos temas planteados como intocables y ha obligado a la prensa afín a reconocer, más allá de las formas, que hay intelectuales dispuestos a enfrentarlos.

Por otra parte, también queda al desnudo el grácil calado de la izquierda en la población: mientras que 60 organizaciones de izquierda (apoyadas por distintos medios de información) lanzaron «una campaña de firmas» para repudiar el premio a Agustín (lograron sólo 2 mil suscripciones), paralelamente, un lector de Laje inició otra campaña para reivindicar el premio, y ya se contabilizan más de 5 mil adhesiones.

Insólito. A Agustín le bloquearon la cuenta en Facebook por responder a Página 12 (clic para ampliar).

Vale destacar, por si fuera poco, una carta de apoyo a Agustín frente los ataques y que cuenta con las firmas más destacadas de la intelectualidad actual, donde subscriben por ejemplo desde Marcos Aguinis a «Tata» Yofre, desde Carlos Alberto MontanerRicardo López Murphy, por citar sólo algunos.

Así las cosas, la guerra está planteada. Deja mucho que desear la miserable actitud de los medios y demás organismos que hoy abrazan el sistemático propósito de «matar públicamente» nada menos que al intelectual con mejor formación y mayor futuro en Argentina.

Como podemos imaginar, las etiquetas no cumplen solamente una función ilustrativa sino que llamar «misógino» (entre tantas injurias) persigue la clara intención de aplicar una «condena social» a aquél que molesta con sus cuestionamientos y con el que sencillamente no se tiene la altura de debatir, además de la indirecta intención de «advertir» a todo aquel que se anime a «desviarse» de la moda ideológica actual. Aquello que es hoy un ataque sistemático hacia Agustín Laje es, también, una velada amenaza hacia el resto de la población.

La izquierda esta preocupada, efectivamente. Ya estuvo preocupada, tiempo atrás, cuando varios países de América latina hablaron de la obscena relación que Agustín puso al desnudo entre el Premio Nobel argentino Pérez Esquivel y la organización peruana de corte terrorista Movadef. Mientras a nuestro joven sobresaliente del año lo consultaban desde los más importantes medios del Perú, acá la prensa tragaba saliva y miraba para otro lado. Entonces era posible ignorar el trabajo de Agustín.

Pero Agustín no se detuvo; siguió buscando aquellos «hilos» que conducen a la resucitación de un sistema político que le legó al mundo más de 100 millones de asesinatos, es decir, la izquierda, el comunismo, sus diversas máscaras. ¡Y vaya que ha encontrado! Ha encontrado y ha revelado mucho, tanto que ya no se pudo hacer «ignorable» al joven cordobés, por lo que fue preciso (¡urgente!) cambiar de estrategia, pasar al ataque directo, la difamación propiamente dicha y a la artera amenaza.

Sin embargo, el mismo Agustín reconoce que la izquierda «ha experimentado un avance moral. Ahora atacan de esta manera. Cuarenta años atrás me hubieran puesto una bomba». Evidentemente, todavía falta mucho por avanzar, más aún si consideramos las amenazas que ha recibido (y que esperemos que no pase a mayores). En fin, ya cambiaron las bombas y los crímenes por la infamia, el anatema y las intimidaciones. Hay que seguir buscando esos «hilos». Ahora es necesario que dejen de lado las amenazas y evolucionen al diálogo, al debate y, fundamentalmente, a vivir de forma civilizada.