Escribe: David Rey
Si el mundo se terminara mañana, el alma del licenciado Copello erraría entre las ruinas como una sombra lenta y herrumbrada. Quizá él lo sabe desde siempre y por eso que algunas de sus pinturas, las que vende a través de la ultracapitalista herramienta de internet, insalvablemente sean esa vida que observa desde el lente de su corazón antisistema.
Licenciado en Artes Visuales, peronista incurable (valga la redundancia) y erudito más por inercia que por vocación, Raúl Luis Copello es un hombre que no le encuentra sentido a la impostergable obligación de pedir perdón. Es que… quizás… cuando alguien vive con un dolor clavado adentro, ¿resulta realmente oportuno y sincero hacerlo?
Él mismo admite, sin dejo de pudor, que es un militar frustrado. Según él, como tantos otros liceístas que fueron expulsados del Ejército tras la Revolución Libertadora, encontró en Montoneros la posibilidad de mantener latente el «Ejército Nacional» que «en 1943 inició ese proceso que terminó con la aparición del coronel Perón (…) Estuve en el Liceo Militar, estuve en el Colegio Militar y estuve en Montoneros quizás por la misma razón: prestar un servicio a la Patria».
Por este mismo convencimiento, no obstante, su sinceridad trasciende los empaques de cada época y desafía la ductilidad del tiempo: “Yo no pertenezco a una generación democrática. El valor supremo de hoy es la democracia; ¡no es el mío!”, dijo a este entrevistador en Periodismo> para periodistas… ON THE RADIO! Y reforzó: «Si algún montonero te dice que luchaba por la democracia, ríasele en la cara sin ningún problema».
Es que Copello, en su interior, se resiste a cambiar el fusil por la acuarela, el monte por la oficina y a Perón por cómodos burócratas. Y hay trazos suyos sobre el lienzo que son como si pintara con una temible espada aunque hoy para herir no cuenta más que con la sinceridad de siempre, mientras hace cuadros impresionistas y los vende por la computadora: «Nos dieron unos Derechos Humanos que no pedimos (…). Nos convirtieron de combatientes honestos y con ‘huevos’ (…) en pobres ‘pendejos idiotas’, idealistas, ¡democráticos!».
«Mis opiniones políticas no son para dejarme tranquilo a mí», me dijo. «Me importa ‘tres pitos’ mi tranquilidad porque elegí de muy chiquito no vivir tranquilo, vivir peligrosamente». No conforme con esto, remarcó: «Alguien me preguntó: ‘¿Usted mató?’ ¿Y qué importancia tiene si yo maté o no maté? Yo pertenecí a una organización que mató a mucha gente y me hago cargo absolutamente de todos los tipos que podamos haber matado».
Claro que las opiniones de Copello hoy son más celebradas por sus enemigos de antaño (este periodista recibió infinidad de ponderaciones en este sentido) que por quienes fueron sus camaradas, hoy pomposamente burocratizados de mil maneras distintas, acaso los mismos que no le respondieron «ni con una puteada» (me lo dijo a mí en privado) cuando propuso realizar actividades tendientes a cerrar la «grieta» con la consigna de que «la sangre derramada sea fecundada».
Y quizá esto es lo que le duele aún a Copello: la farsa en que terminó convertida aquella tragedia que tanta sangre costó… por nada. «Podrán estar de acuerdo o no, pero que teníamos ‘huevos’, teníamos ‘huevos’… no queda ninguna duda», dice, mientras sobrevuela con el corazón aquellas oscuras ruinas que aplastan los sueños de ayer. Y de siempre.
Escuchar entrevista a Raúl Copello en P> ON THE RARIO!
Principales definiciones de Raúl Copello con David Rey en P> ON THE RADIO!:
Perón, el Ejército y Montoneros
“Desde mi percepción de las cosas, no hay un ‘cambio de bando’. Estuve en el Liceo Militar, estuve en Colegio Militar y estuve en Montoneros quizás por la misma razón: prestar un servicio a la Patria”.
“Toda mi vida he sido un militante nacionalista y peronista. Ingresé de muy chico a la Fuerza y me fui de la misma expulsado por los generales más radicales con posterioridad a la Revolución Libertadora, como muchos oficiales y muchos suboficiales del ejército nacional que sostuvieron al peronismo. El Ejército que en 1943 inició ese proceso que terminó con la aparición del coronel Perón y su llegada a la presidencia es el verdadero ejército nacional”.
“A partir del retorno de Perón, se desató una lucha interna por el poder. Lo ocurrido en Ezeiza contiene un error político dentro del peronismo; la masacre empieza con la marginación de la fuerza más importante que en ese momento tenía el movimiento, que era lo que algunos llamaban ‘la tendencia’. Nosotros teníamos presencia en las cuatro ramas del movimiento, fuimos marginados en Ezeiza y a partir de allí sobreviene todo el fenómeno de violencia que se produjo”.
La democracia
“Yo no pertenezco a una generación democrática. Los jóvenes de hoy vienen de una generación ‘supuestamente’ democrática, aunque no le veo la ganancia. El valor supremo de hoy es la democracia; ¡no es el mío! No es el de mi generación, no existía”.
“¿Quién era ‘la democracia’? ¿Ortiz era demócrata…? ¿Los radicales que compusieron la famosa Junta Investigadora y que llegaron a prohibir el uso del nombre de Perón y de Eva? ¿Esos tipos eran demócratas…? ¿Quiénes eran los ministros de economía de aquel entonces… de lo que fue mi generación, de la generación de la proscripción del peronismo…? Ni digamos lo que pasaba con las huelgas de los trabajadores, ferroviarios, de bancarios… ¡La forma en que se los reprimía! Los bancarios llegaron a ser movilizados; los llevaban al cuartel, les cortaban el pelo y los llevaban a trabajar en los camiones del Ejército. Ésa es la política que yo viví y que mi generación vivió”.
El perdón y el dolor
“El perdón, como tal, es un sujeto moral y religioso; vincula al hombre con una esfera diferente de la realidad. ¿De qué serviría que yo pidiera perdón? Yo creo que no serviría absolutamente de nada. Yo ofrezco algo superior, es decir, la autocrítica, que es un fenómeno político y, por lo tanto, transformador, y que no tiene raíces morales sino políticas. Se lo ofrezco a todo el mundo. Nosotros cuestionamos el poder de violencia del Estado, a partir de allí la actividad de las Fuerzas Armadas es absolutamente clara. El soldado, antes que nada, cuando se lo vuelca a la guerra interna, es un empleado público… Su deber es sostener el monopolio de la violencia por parte del Estado. Alguien me preguntó: ‘¿Usted mató?’ ¿Y qué importancia tiene si yo maté o no maté? Yo pertenecí a una organización que mató a mucha gente y me hago cargo absolutamente de todos los tipos que podamos haber matado”.
“Esta sociedad está tan ‘maniqueizada’, tan enfrentada y tan polarizada que le cuesta analizar las facetas de un hecho. Desde el punto de vista político y militar, la contraofensiva montonera fue un error de diagnóstico, de lectura, de estrategia, de conducción. Ahora… desde el punto de vista de ‘los huevos’…”.
“Mis opiniones políticas no son para dejarme tranquilo a mí. Me importa ‘tres pitos’ mi tranquilidad porque elegí de muy chiquito no vivir tranquilo, vivir peligrosamente. Las Madres y las Abuelas (de Plaza de Mayo) son madres y son abuelas… El familiar de un muerto quiere saber dónde está y las Fuerzas Armadas han hecho muy mal en no entregar esos muertos porque eso es uno de los meollos de la cuestión que está trabando totalmente la solución. El grave problema es cuando se convierten en militantes porque allí tienen otro tipo de obligaciones diferentes a las del familiar. Mi crítica es hacia esta política de Derechos Humanos no hacia las Madres o Abuelas de Plaza de Mayo, cuyo dolor es tan comprensible como el de la familia del Capitán Viola al cual lo mataron junto con su hija en Tucumán”.
Los Derechos Humanos, la guerra y los militares presos
“A nosotros nos dieron unos Derechos Humanos que nosotros no pedimos. La trajeron los norteamericanos que piensan políticas a cien años. Nosotros andamos con la boca abierta para que el anzuelo nos entre en la boca”.
“A nosotros los Derechos Humanos nos convirtieron de combatientes honestos y con ‘huevos’ (podrán estar de acuerdo o no, pero que teníamos ‘huevos’, teníamos ‘huevos’… no queda ninguna duda, sobre todo considerando la escasa capacidad de respuesta del peronismo hoy en día), fuimos convertidos de combatientes, de soldados de un ejército irregular, en pobres ‘pendejos idiotas’, idealistas, ¡democráticos! Mire, si aparece un montonero que le dice que ‘nosotros luchábamos por la democracia’, ríasele en la cara sin ningún problema porque nosotros, con la democracia, ¡no queríamos saber nada, absolutamente nada! Para nosotros la democracia había sido proscripción del peronismo”.
“Y si no fue una guerra… ¿qué fue? Los que me dicen que no fue una guerra no me dicen qué es lo que fue. Entonces yo me siento un idiota… porque resulta que yo, poco tiempo antes de caer prisionero, andaba en el monte chaqueño, donde era Jefe de la Columna Interior del Chaco, en la última unidad operativa de Montoneros hasta la Contraofensiva. Estuvimos tres años en el monte, hay anécdotas e historias épicas… Si eso no era una guerra, ¿para qué me estaba preparando yo? Antes de caer en los momentos finales, yo me preparaba e instruía para una guerra. Yo no me entrené en Cuba porque ya tenía el suficiente entrenamiento militar, el resto en algún lugar se tenía que entrenar”.
“Los juicios de Lesa Humanidad no son una solución. Si el juicio está bien hecho no tendrían que intervenir para nada las cuestiones políticas, y esta es una cuestión política que atañe a la nación y al conjunto de la sociedad. La sociedad puede mirar para otro lado, que fue lo que hizo cuando volvió esta ‘democracia trucha’ que estamos viviendo, pero se olvidó, por ejemplo, que hubo sacerdotes que estuvieron comprometidos en la cosa tanto para un lado como para el otro, hubo empresarios que entregaron delegados de fábrica, periodistas que se autocensuraron…”
¿Montoneros en Malvinas?
“Es lo mismo que pasa hoy con los Veteranos de Malvinas; hubo cien mil efectivos desplegados en el continente cuidando fronteras y unidades importantes de infraestructura y demás para que hubiera diez mil o doce mil soldados en las Islas. El error de Malvinas fue no concebir esa guerra como la concebía Perón; se hizo con soldados con cañones en el campo de batalla y las guerras no se ganan en el campo de batalla sino en la mente del enemigo. Antes que la guerra tendrían que haber expropiado a todos los estancieros ingleses que tienen tierras en la Patagonia, habría que haber cerrado el Banco de Londres… La performance del Ejército Argentino en Malvinas fue extraordinaria. Nosotros, estando presos, ofrecimos una unidad para ir a las Islas con una característica: ni rendición ni retirada”.
Fecundar la sangre derramada para evitar el regreso de la violencia
“La Argentina vive en un conflicto a perpetuidad. ¿Alguien puede creer que hoy estamos a salvo de un estallido de violencia? El que crea que estamos a salvo de eso está equivocado porque se repiten las mismas condiciones que llevaron a los estallidos de violencia anteriores. El suelo argentino ha sido regado por sus guerras civiles; sesenta años de guerras civiles. No vengamos a hacernos los tontos y a creernos que somos un pueblo pacífico porque no lo somos. La guerra de los 70 volvió a regarnos con sangre y… ¿quién la ganó? Resulta que nosotros fuimos presos y la mayoría fueron juzgados en juicios sumarísimos y ejecutados. Los militares están presos ahora. ¿Y quién ganó, entonces, quién ganó…? Yo se lo decía esto a un oficial… `No me digás que ganaste la guerra porque si no, no estarías preso y serías un héroe´”.
“Detrás de la política de Derechos Humanos está la operación de fuerzas internacionales, particularmente ‘United Kingdom’, porque la política que se ha desarrollado en el país desde entonces para lo único que ha servido es para destruir totalmente el dispositivo de defensa de Argentina. La idea que tenemos es que… no sea ‘al pedo’. Ellos (los militares) me dicen: ‘teníamos la misma edad que ustedes, éramos tipos de 23 o 24 años… no entendíamos un carajo. A nosotros nos entregaron los generales…’. Se hizo un juicio a las Juntas, ¿lo entregaron a Martínez de Hoz? ¡No, la oligarquía a Martínez de Hoz no lo entregaba! Entregó a Videla, a Massera, a Agosti, al que sea… pero a Martínez de Hoz no lo entregó”.
“Toda guerra termina con un tratado de paz. Los militares tendrán que ponerse las pilas para ver qué es lo podrán dar en ese tratado de paz. Nosotros pretendemos que la sangre derramada no sea en vano, y no sólo la de los setenta sino en los casi cien años que hemos vivido en guerras civiles. LA SANGRE DERRAMADA DEBE SER FECUNDADA, que sea la humedad que riegue el suelo de la Patria para construir una nación en serio, es decir, una nación que nunca hemos sido”.