Escribe: Ariel Corbat (*)
A propósito de la jura del Canciller Gerardo Werthein he leído y escuchado algunos comentarios que, por su estupidez, dan vergüenza ajena. Nadie importante, por suerte, sólo algunos personajes que repentinamente se creen llamados a obrar como guardianes de la cristiandad clamando indignación porque un ministro judío prometió cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional sobre la Torá.
He visto y admirado a amigos católicos acudir a la Iglesia en plan de batalla y sin ganas de poner la otra mejilla para evitar que sea vandalizada por izquierdistas, en cambio a ninguno de estos seudo cruzados repentinos les conozco mérito alguno en defensa de su fe; largamente agredida, por cierto. Téngase presente para lo que vendrá después.
Tal vez porque son ignotos, pero no insignificantes. La estupidez nunca es insignificante menos en un país como el nuestro, adrede largamente idiotizado donde se propaga con la misma facilidad que el fuego en la sequía.
La estupidez siempre va acompañada de la ignorancia, por eso los estúpidos ignoran que en su momento otro ministro judío, el rabino Sergio Bergman asumió el cargo prometiendo sobre otro texto de su religión, el Tanaj. O sea, ninguna novedad.
Tanto Bergman como Werthein, no juraron sino que prometieron. Téngase presente para lo que vendrá después.
No hay ninguna razón de orden constitucional para objetar que quienes profesen una religión distinta a la católica comprometan su palabra de honor a servir a la Patria sobre su equivalente a la Biblia en las demás religiones reconocidas (religiones, no sectas ni supercherías, ni mucho menos esas insoportables peroratas a las que nos acostumbraron los diputados populistas jurando por cualquier mierda y otras 30.000).
Y ello por la misma razón que los ateos no juramos por los Santos Evangelios, sino solamente por la Patria, porque la palabra de honor se empeña con educación y respeto a uno y a los demás, sin hipocresía, sin ficciones, sin ocultar, ni deformar lo que realmente se piensa y siente. Téngase presente para lo que vendrá después.
La fórmula de jurar por Dios y por la Patria se corresponde plenamente con la Constitución Nacional en la que los constituyentes originarios, considerando a Dios fuente de toda razón y Justicia, reconocieron a la fe religiosa un fuerte valor moral para la sociedad que ordenaban y una especial consideración para la Iglesia Católica Apostólica Romana. Tanto así que, hasta la reforma de 1994, era requisito ser católico para acceder a la Presidencia de la Nación. Y todo ello garantizando el más absoluto respeto por la libertad de credo, que es también la libertad de no profesar culto alguno; y de allí el tradicional abanico de fórmulas que cobija austeramente distintas creencias para una misma decencia. La decencia de cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional. Téngase presente para lo que vendrá después.
Al Presidente Javier Milei le caben muchas críticas, mal que le pese a tanto obsecuente que pulula por las redes como un espejo del fanatismo kircho, pero también se le formulan muchas críticas que no tienen razón de ser. Los fantasmas de la entrega al sionismo que agitan falsos nacionalistas, porque otra vez un judío queda al frente de la Cancillería, son una estupidez nivel Plan Andinia. Y una falta de respeto a los ciudadanos que mayoritariamente votamos Presidente a un candidato que durante la campaña dejó clara con brutal honestidad cuál era su visión del rumbo necesario para la Argentina.
Son sinsentidos objetar a Milei por su hermana Karina, a la que llamó «La Jefa» durante toda la campaña y precisando que no era un simple apodo, o por el alineamiento estratégico con Estados Unidos e Israel, repetido hasta el cansancio, o el repudio a Cuba y demás regímenes comunistas, o por su espiritualidad judaica que jamás ocultó. Entonces, no hagan berrinches nostálgicos del kirchnerismo, votamos sabiendo todo eso. Téngase presente para lo que vendrá después.
Y DESPUÉS ES AHORA
Siempre creí en la presunción que quienes profesan una religión a conciencia viviendo conforme a sus preceptos, más allá de alguna que otra debilidad humana, necesariamente han de ser personas decentes. Un buen católico, un buen judío, un buen protestante, un buen musulmán, un buen testigo de Jehova, etc, no pueden sino ser personas de bien aunque tengan entre sí diferencias significativas.
Siendo ateo no gozo de esa presunción, porque no hay guías de conducta común para los ateos. Cada ateo pues vale por sí mismo y su conducta da la medida de su honor. Lo que al fin y al cabo termina siendo el caso de todos.
Lo inaceptable desde el punto de vista del amor a la República Argentina, nunca es la fe desde la que se empeña la palabra de honor para servirle, sino defraudar esa palabra.
Entonces recuerdo cosas que señalé en el pasado, y digo:
– Agravio a la Constitución Nacional no es que un ministro judío jure sobre la Torá. Agravio a la Constitución Nacional fue que el kirchnerista Jaime Perczyk al asumir ni más ni menos que el Ministerio de Educación en el gabinete de Alberto de la Fernández, de un manotazo haya apartado con desprecio la Biblia al momento de prestar juramento.
– Agravio a la Constitución Nacional no es que un judío prometa en lugar de jurar. Lo agraviante fue que el kirchnerista Héctor Timerman haya dicho «Sí, juro» a viva voz cuando asumió el cargo de Canciller, para luego pretender victimizarse por su condición de judío y negarse a hablar bajo juramento al ser interpelado por Patricia Bullrich en el Congreso queriendo escudarse porque: «la religión judía no jura». Pocas cosas pintan más la miserabilidad que tapar la propia mugre con la religión que se dice profesar, cualquiera sea.
– Agravio a la Constitución Nacional no es un Presidente que abiertamente realiza lo que podría considerarse un camino de indagación espiritual para definir su sentir religioso. Agravio a la Constitución Nacional, es delinquir desde la función pública sin importar cuál haya sido la fórmula de juramento, como hicieron los tres presidente kirchneristas: Néstor Kirchner (no condenado porque murió), Cristina Fernández (condenada por defraudación al Estado) y Alberto de la Fernández (responsable del golpe de Estado contra la Constitución del 19MAR20 que dio lugar a la infeKtadura). Los tres juraron sobre los Santos Evangelios.
COROLARIO:
El acto de jura o promesa en la asunción de un cargo de funcionario público, es la exposición ante la ciudadanía de la palabra de honor. La República necesita siempre damas y caballeros honorables que sepan servirle demostrando con su conducta la sinceridad del juramento. Honor a los que cumplen con la Patria, y su fe religiosa cuando la tienen. Desprecio, condena y escarnio a los indecentes que la incumplen.
(*) Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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